Ataque de Hamás a Israel y el día que cayó el Mossad
Los diarios impresos y digitales despertaron el 7 de octubre de 2023 con una primera plana inusual en el conflicto israelopalestino, un genocidio por parte de Israel que ha durado más de setenta años. El brazo armado de Hamás, organización política y paramilitar palestina, asestó un ataque sorpresa a Israel.
El hecho se convirtió en noticia en medios mexicanos y extranjeros debido a que las fuerzas militares israelíes nunca habían sufrido un revés tan violento desde que comenzaron a colonizar Medio Oriente. El saldo fue de mil cuatrocientas muertes, según el Ministerio de Salud Israelí.
La respuesta del ejército israelí fue implacable e inmediata. Los bombardeos en la Franja de Gaza comenzaron al día siguiente y para el 9 de octubre asediaron la zona donde impidieron el suministro de electricidad y víveres. En medios de comunicación se ha insistido en llamar “respuesta” al asedio israelí que lleva siete décadas en acción. En realidad no es una consecuencia de los hechos del 7 de octubre de 2023, sino una escalada de la colonización israelí.
Al menos 2.2 millones de personas quedaron atrapadas en aquel lugar convertido en un infierno, y otras 8 mil fallecieron hasta ese día, según las estimaciones de Amnistía Internacional. Las cifras podrían dispararse debido a quienes permanecen bajo los escombros.
Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, declaró estado de guerra desde el ataque, y prometió ante los noticieros un “castigo ejemplar para los terroristas”. La reacción y el discurso comparten similitudes con el que George W. Bush, expresidente de Estados Unidos, anunció para comenzar una intervención militar cuyo preludio es recordado como atentado de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001.
Mientras el ministro hablaba de “terrorismo” ante los medios y los reporteros usaban la designación de sus notas, se olvidó en los diarios recordar que Palestina fue reconocido como territorio ocupado en la resolución 1514 de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Una maquinaria de guerra heredada de Estados Unidos
La postura de Israel ante un golpe “terrorista” es un acto que Estados Unidos había interpretado tras el 11-S. Ambos señalaron a un enemigo que debía ser destruido con ayuda de cualquier medio militar, con el objetivo de evitar la propagación del “terrorismo” en Medio Oriente.
El ataque del 7 de octubre de 2023 fue parte de una estrategia con previo aviso para realizar un intercambio de personas coartadas de su libertad por autoridades israelíes sin previo juicio. Tras lo sucedido, aún tuvieron que pasar por una larga espera para ser liberados. Entre ellos había activistas por la libertad palestina e incluso más de 12 mil niños secuestrados a manos del ejército israelí entre 2000 y 2003.
Respecto a la satanización que recibió Hamás en los medios de comunicación, se dejó de lado uno de sus principios más claros como resistencia: “Hamás no lucha contra los judíos porque sean judíos, sino contra los sionistas que ocupan Palestina… Hamás rechaza la persecución de cualquier ser humano o el menoscabo de sus derechos por motivos nacionalistas, religiosos o sectarios”.
Una similitud importante es el discurso, reproducido en los medios de comunicación, con el que se inicia la ofensiva militar en territorio enemigo. Una de las principales razones para atacar fue el secuestro de 240 personas de diversas nacionalidades durante el ataque de las brigadas Izz ad-Din al-Qassam, brazo armado de Hamás, en un festival de música, reportaron las autoridades israelíes.
Dos de ellos de los secuestrados eran mexicanos. Ilana Gritzewsky fue liberada el 30 de noviembre de 2023. De Orión Hernández aún se desconoce su paradero. Lo último que se supo de él fue información proporcionada por sus familiares, quienes recibieron llamadas de su celular y escucharon a varios hombres hablar en árabe. Meses después, en enero de 2024, Alicia Bárcena, canciller mexicana, informó que el gobierno de México ha gestionado esfuerzos con autoridades internacionales para conseguir su liberación.
La novia de Orión Hernández, Shani Louk, de nacionalidad alemana-israelí, fue asesinada y exhibida en un video difundido por los supuestos terroristas del brazo armado de Hamás a los pocos días tras el ataque. Para el 30 de octubre de 2023, el Ministerio de Exteriores de Israel confirmó la muerte de la joven.
En contraste las noticias sobre las más de veinte que Israel rechazó un alto al fuego y un intercambio de rehenes casi nunca se mencionaron. En lugar de eso, en los noticieros de México había una programación amarillista habitual: el video de la mujer y la declaración de Netanyahu respecto a un supuesto cambio de términos para el cese a los ataques por parte de Hamás: “Una presión para alcanzar el cese al fuego con Hamás”.
Hasta diciembre de aquel año, se consiguió la libertad de 105 rehenes durante los acuerdos entre las facciones. Israel se comprometió a liberar de prisión a tres palestinos por cada mujer y niño israelí que fueran devueltos a casa, de acuerdo con CNN en Español. El tratado comenzó desde el 21 noviembre con vigencia de cuatro días en los que se buscaba liberar a 50 secuestrados a cambio de 150 palestinos detenidos sin sentencia. Las negociaciones, según Voz de América.
Sin embargo, pocos días más tarde, Israel se negó a detener los ataques y la Franja de Gaza fue el territorio más afectado por los asedios israelíes mencionados con anterioridad, donde una doctora mexicana, Bárbara Lango, estuvo atrapada hasta inicios de aquel mes.
La ofensiva de Israel cuenta con el uso de misiles y bombardeos a diario, casi mil, para colonizar y exterminar a Hamás, que ha controlado al Franja de Gaza desde el 2007. Israel intenta justificar su violencia con los secuestros del brazo armado. Las fuerzas israelíes cobraron la vida de al menos 27 mil 300 palestinos, entre ellos más de 7 mil niños, según informes de Amnistía Internacional.
Se estima que otras 200 mil muertes han resultado heridas en estos bombardeos, que han destruido objetivos militares e infraestructuras civiles como hospitales y escuelas. El daño de Israel se dirige a población civil con francotiradores que disparan contra menores de edad, despojo de viviendas para arrebatar terreno y secuestros indiscriminados que terminan en ejecuciones o cárcel sin previo juicio.
La situación empeora debido a las restricciones impuestas por Israel sobre la entrega de ayuda humanitaria, alimentos, agua y atención médica a la población de Gaza, una restricción que va en contra de los mandatos de la Corte Criminal Internacional. Al menos el 85% de los residentes del territorio se han visto forzados a desplazarse dentro de la misma área.
La manera en que se concretaron estos hechos necesitó de un discurso a nivel elaborado para construir una ilusión de legitimidad del uso de fuerza desmedida. El precedente que retomó el ministro israelí proviene de Estados Unidos, el primer país en “castigar al terrorismo” con una guerra en Afganistán.
El primer paso para legitimar incursiones militares es actuar con métodos violentos y alejados del derecho internacional. En este escalón, resulta crucial desvanecer con vaguezas la frontera entre grupos “terroristas” y ejércitos nacionales, que representan de forma clara las fuerzas militares de un país.
Una de los significados más ambivalentes del terrorismo se refiere a cualquier ataque capaz de infundir terror. Es un concepto utilizado en las declaraciones de Netanyahu para hablar de lo sucedido el 7 de octubre de 2023. Al mismo tiempo, advertía que bombardeos eran solo el inicio.
Por supuesto, Netanyahu adopta una definición muy vaga de terrorismo para justificar una colonización y exterminio contra el pueblo palestino. Si usa una perspectiva más puntual de esto, tendría que admitir que Israel es la cuna de un terrorismo eficaz: aquel que primero se victimiza para ejercer una violencia terrible.
El terrorismo tiene significados que abarcan más dimensiones que las previstas por algunos medios de comunicación y Netanyahu. En el Diccionario de política de Norberto Bobbio se explica que este fenómeno es la única forma de acción posible, cuyos perpetradores no pueden enmarcarse en un Estado. 1
Esta definición, de forma conveniente, deja a los terroristas fuera de un Estado. Netanyahu suele usarla para justificar los actos de Israel y atacar con la mayor letalidad posible. Dicho de otra manera, deshumaniza a cualquiera fuera de su región y los considera sujetos sin derechos.
Las motivaciones políticas son el verdadero motivo para atacar a la población civil, cuyos efectos impresionan a la opinión pública. Una de las finalidades contempla promover causas ideológicas con una demostración de violencia para obtener la legitimidad que goza una fuerza armada estatal, justo como lo ha hecho Israel durante décadas.2
Bajo estas definiciones, el discurso de Israel puede ser contraproducente. El ejército israelí realizó ofensivas que desataron el horror en la población civil ante los ojos del mundo, al punto de ser considerados crímenes de guerra de acuerdo con Amnistía Internacional.
El discurso israelí retomado en los medios, pese a su naturaleza terrible, se basa en justificar un exterminio con una ofensiva producto de una resistencia ante la colonización sionista. Sin importar el contexto que hay detrás, en el que Israel ha perpetrado crímenes de guerra, imposibles de comparar con el ataque del 7 de octubre de 2023, pues lo supera por mucho.
Esta forma de legitimar una respuesta bélica fue reinventada en Estados Unidos. Las autoridades norteamericanas lo pusieron en marcha para desatar el horror sobre la población civil. Fue el inicio de una “guerra contra el terror” que causó aún más sufrimiento en Medio Oriente luego de veinte años.
En respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001, el entonces presidente George W. Bush puso en marcha una estrategia antiterrorista denominada GCT (Guerra Contra el Terrorismo) basada en tres pilares principales: defender, preservar y promover la paz y la libertad a nivel mundial.
La reacción mediática del 11-S y la del 7 de octubre de 2024 en Israel fue casi inmediata, con la Resolución 1368 del Consejo de Seguridad de la Orgainzación de las Naciones Unidas (ONU), que reconocía el derecho a la defensa de Estados Unidos frente al terrorismo. Esta decisión también estableció límites y buscaba que cualquier acción en respuesta se ajustara a normas internacionales establecidas.
El lema de Bush, “O están con nosotros o están con los terroristas”, reflejó la disposición de Estado Unidos por adoptar una estrategia unilateral si era necesario, marcando el inicio formal de la GCT y subrayando la militarización y securitización de su política exterior.3
Netanyahu tiene una declaración igual de contundente respecto a la matanza en la Franja de Gaza: “Nadie nos detendrá: ni La Haya, ni el eje del mal, ni nadie más”. La embajadora israelí en México, Einat Kranz Neiger, apoyó esta actitud al sugerir que mantener una posición neutral implica respaldar actos terroristas, en rechazo a la postura del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) respecto al los bombardeos.
El actuar de Israel, al igual que pasó con Estados Unidos, ignora el derecho internacional para buscar una supuesta justicia, que en realidad es un exterminio, a las vejaciones que sufren a manos de sus enemigos. Mientras que los actos de guerra exigen una movilización militar, los actos terroristas requieren una solución basada en el derecho penal. Esto implica una investigación minuciosa para identificar y neutralizar a los responsables, en contraposición a la respuesta bélica que podría afectar a inocentes.4
El proceso para Israel se hizo realidad en enero de 2024. La Corte Criminal Internacional recibió la denuncia de genocidio contra Israel, gestionada desde el gobierno de Sudáfrica. En la resolución se encontró culpable a Israel y se ordenó un inmediato cese al fuego. Por supuesto, ignoraron la orden y continuaron con su masacre.
Además, fue notoria la respuesta terrorista de Israel en los ataques tras el 7 de octubre. Los derechos internacionales y las instituciones garantes, el caso de la ONU, tienen la facultad de combatir por la vía legal a los terroristas sin necesidad de recurrir a la guerra. Sin embargo, Israel decidió ignorar estos hechos y enfocarse en una escala de violencia contra civiles. Una elección que desata preguntas respecto a si el objetivo de su intervención en la Franja de Gaza es exterminar a este grupo.
Hamás no es Palestina
La población civil resultó más afectada desde los ataques de Hamás. El embajador de palestina en México, Mohamed Saadat, visibilizó el problema en entrevista con Milenio. En el diálogo se abordó la importancia de recordar a ambas facciones que una solución pacífica es la respuesta. Respecto a la situación en la Franja de Gaza, enfatizó en que atacar a civiles palestinos es diferente a combatir contra Al-Qassam.
La embajadora israelí en México advirtió al mundo que se debería preparar para atestiguar una guerra. También advirtió que Hamás cometió un doble crimen de guerra: el primero contra el pueblo israelí; el segundo, contra la gente de la Franja de Gaza porque, en palabras de Kranz Neiger, serían un “escudo humano” cuando continúen los bombardeos. También pidió a la comunidad internacional: “Sumarse al lado correcto de la historia para evitar un apoyo al terrorismo”.
De nuevo, los noticieros mexicanos repitieron la entrevista con estas declaraciones de forma recalcitrante. Sus palabras sirvieron de amenaza a la gente de la Franja de Gaza, pues admitía que Israel continuará con los bombardeos de forma indiscriminada. Dejó entrever que, para Israel, son escudos humanos. Ese fue el discurso de odio y la amenaza con mayor difusión en cadena nacional.
Una solución pacífica parece improbable después de tantos asesinatos y tratados fallidos. En 1978, los Acuerdos de Camp David pasaron a la historia al ser el primer reconocimiento de un estado árabe, Egipto, hacia Israel. Esto conllevó una relativa estabilidad en un Medio Oriente marcado por su volatilidad. La situación duró poco, pues el presidente egipcio de ese entonces, Anwar al Sadat, fue asesinado en 1981.
Hubo otro esfuerzo por alcanzar la paz en 1991, durante el encuentro en Madrid bajo la administración del expresidente español, Felipe González. La convención reunió a representantes de Israel, Palestina y otros países relevantes, sin lograr resultados concretos.
Los Acuerdos de Oslo en 1993 involucraron a Yitzhak Rabin, exprimer ministro de Israel, y Yasser Arafat, expresidente del Estado de Palestina, bajo la mediación de Bill Clinton. Los tratados prometían se trataba de un “reconocimiento mutuo”, pero era de la última cesión de derechos sobre el territorio palestino, bajo la fachada de un tratado de paz.
A pesar del optimismo inicial, el asesinato de Rabin y la continuidad de acciones extremistas de Israel sumieron al proceso en las sombras. Fue hasta el 2020, con el “Acuerdo del siglo” del exmandatario estadounidense Donald Trump, que se retomó el tema, aunque fue rechazado por Hamas y la Autoridad Palestina debido a que Estados Unidos reconoció a Jerusalén como capital de Israel y a la pérdida de territorio palestino.
Mientras tanto, el ejército israelí ha afianzado más regiones de las que se habían propuesto en los acuerdos anteriores. El proceso de colonización sigue su curso. La Comisión Internacional de Investigación de la ONU ha declarado que las acciones de Israel en el territorio palestino ocupado son ilegales, según el derecho internacional. La comisión destacó la situación durante octubre de 2022.
Desde 1967, Israel ha establecido alrededor de 630 mil colonos en 150 asentamientos ilegales en la Ribera Occidental y Jerusalén Oriental, de acuerdo con las cifras de la ONU. También se han construido 128 “asentamientos de avanzada” sin autorización de nadie más que de Israel.
Los movimientos militares para establecerse en Medio Oriente mantienen a 4.8 millones de palestinos (1.9 millones en Gaza, 2.9 millones en la Ribera Occidental) en territorio ocupado. La expansión ha sido considerada ilegal; por esa razón, la ONU, la Corte Criminal Internacional, Amnistía Internacional y varias ONGs la consideran una guerra de exterminio y colonialismo entre quienes piden un Estado Palestino.
El ataque de Hamás se produjo en un nuevo apartheid
El ataque perpetrado por Hamas durante la culminación de la festividad judía de Sucot puede tratarse de un acto con meses de planeación. Este hecho coincide con el final de aquella festividad, un evento religioso que se extiende desde el 29 de septiembre al 6 de octubre. Para conmemorarlo, las personas habitan en cabañas provisionales en recuerdo de los cuarenta años de travesía del pueblo de Israel por el desierto.
El atentado tuvo lugar durante el sabbat, una jornada de descanso total y sagrada dentro del judaísmo, que acontece el séptimo día de cada semana del calendario hebreo. La letalidad de los daños, según medios, tomaron por sorpresa a la Mossad, la agencia de seguridad y espionaje mejor preparada del mundo, de acuerdo a la narrativa pro sionista.
Las presiones sobre la Mossad aumentaron a causa de la supuesta inferioridad de sus enemigos. Las Brigadas Izz ad-Din al-Qassam, brazo armado de Hamas, lanzaron al menos 5 mil misiles en veinte minutos contra Israel en el ataque del 7 de octubre, según los medios de Israel y nacionales.
Sin embargo, en más de una ocasión han circulado videos de los cohetes que poseen, incapaces de igualar la letalidad de los misiles israelíes. En muchas ocasiones, el armamento es de origen casero. Las brigadas fueron fundadas en 1991 con el propósito de combatir a Israel y pelear por la liberación del territorio palestino. Han realizado numerosas acciones armadas contra objetivos militares para detener la colonización sionista.
Al-Qassam usa técnicas de combate con armas ligeras, explosivos caseros, ataques suicidas mediante bombas y cohetes, según la BBC. Con su desarrollo táctico, consiguió infiltrarse en una de las fronteras más vigiladas del planeta, la que separa Israel de la Franja de Gaza.
De forma paradójica, fue la separación implementada por manos militares israelíes lo que jugó en contra. Amnistía Internacional expuso en un informe, publicado en febrero de 2022, que Israel está perpetrando un sistema de opresión y dominación institucionalizada sobre la población palestina en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO).
El conjunto de segregaciones fue denominado apartheid, también en la ONU, lo que evoca a la represión racial, económica, legal y política que se vivió en Sudáfrica. En el caso de los refugiados palestinos, carecen del derecho de retorno. La confiscación de tierras, genocidio, lesiones graves, desplazamiento forzado como parte de un proceso de limpieza étnica, y prisión al aire libre son algunos de los actos que, según la organización, califican como crímenes de lesa humanidad. Aunque Israel ya fue encontrado culpable de genocidio, nada lo detiene.
En marzo de 2022, las autoridades israelíes implementaron de nuevo la Ley de Nacionalidad y Entrada en Israel (Orden Temporal, cuya consecuencia tuvo severas limitaciones a la reunificación familiar para parejas de ciudadanos o residentes israelíes y sus cónyuges procedentes de los TPO). El objetivo detrás de esa política es concretar una limpieza étnica y una colonización sionista.
El Tribunal Supremo de Israel confirmó, en julio de ese mismo año, una legislación que permite a la ministra de interior retirar la ciudadanía a individuos condenados por cometer actos de “deslealtad al Estado”, una medida aplicada exclusivamente contra ciudadanos palestinos desde su promulgación en 2008.
Para el cierre del año, en 18 de diciembre, Israel deportó al activista franco-palestino Salah Hammouri de Jerusalén Oriental, tras revocar su permiso de residencia, intensificando las acciones contra los defensores de los derechos humanos.
Las consecuencias de las políticas inhumanas ya habían precarizado la calidad de vida en la Franja de Gaza. Tras la escalada en la colonización israelí desde el 7 de octubre de 2023, el territorio, de por sí inhabitable, se convirtió en un sitio donde la muerte era el único huésped. Hasta finales de enero de 2024, se contabilizaron 25 mil 105 palestinos muertos y otros 62 mil 681 heridos, de acuerdo con el Ministerio de Salud de la región.
A un año del inicio de la intervención militar, los resultados generan preguntas respecto a cuán efectivas son las operaciones bélicas israelíes; si en realidad están enfocadas a detener el terrorismo en lugar de continuar con una guerra de exterminio.
Israel heredó estrategias de Estados Unidos para legitimar el uso de la fuerza. El país de norteamericano tuvo consecuencias terribles. Su llamada “Guerra contra el terror” terminó con una rotunda derrota luego de veinte años de inclusión militar y más de 900 mil personas muertas, según estimaciones del Instituto Watson de la Universidad de Brown, institución que trató de calcular el número de víctimas. Quizá este resultado sea una lección del pasado antes de convertirse en una realidad que el mundo observará otra vez.
Fuentes
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