Aparato crítico
Para Elsa, Paty, Aldo y Bernardo, por su paciencia y apoyo
I
Atrás de ella, una televisión prendida habla sobre un virus que preocupa al sector salud por su rápido avance. Le grita a su mamá que apague la tele, el ruido no la deja avanzar con su tesis. La introducción debe quedar lista para esa semana.
II
Está tirada en la cama, no logró avanzar con el primer capítulo y, después de tantas horas de pantalla, ya siente un tirón en el hombro. El sonido de ring indica que le llegó un whatsapp:
Luisa, don Puerco manda decir que si vuelves a llegar tarde te corre, mañana apúrate.
Sí, gracias, llego temprano.
No me vayas a dejar sola este trabajo de mierda, eh. Y no te pongas necia, traete tapabocas.
III
En medio del cuarto gris, escucha a la gente que se acerca a darle el pésame pero no siente que sea real. Es como estar debajo del agua observando el nado torpe de las prendas negras.
—Ay, mi niña, cómo nos fue a pasar esto a nosotras. Ya sabes, lo que necesites —la vecina Lupe le da un abrazo que ella responde maquinalmente—. Y todavía peor que ni siquiera pudimos darle el adiós a su cuerpo, ahora ya pura cremación —musita un sí, Lupe.
IV
Ha logrado despertar sin los ojos hinchados por tres días. Se siente optimista: el llanto nocturno llegó a su fin. Como cuando su papá murió y ella cerró su dolor como un cuarto mohoso luego de unas semanas. La situación es agotadora, pero sobre todo, tiene marcado en su calendario que prometió a su asesor entregar la primera parte completa esa semana. Podría poner la muerte de su madre como excusa, pero, ¿para qué?, ¿qué otra cosa le queda?
Le queda ella misma. Y Luisa siempre cumple, desde niña. Su mamá lo sabía, y su asesor lo sabe. Esta no va a ser la excepción.
V
La biblioteca está vacía. Hace cuentas: ya han pasado al menos seis meses desde la última vez que estuvo ahí. Se felicita a sí misma por haber sido tan previsiva y sacado lo necesario con anticipación, cuando todo lo del virus comenzaba. Regresa a la mujer enmascarada los volúmenes. Le parece ver ojos recriminadores detrás de la máscara sanitaria. No sabe si es por los libros vencidos o porque sólo lleva un tapabocas sencillo. No podrá sacar más ejemplares, la multa es impagable. De cualquier forma, nada parece funcionar bien ahí. Lleva sus nuevas adquisiciones a la sala de copias y las saca ella misma. No hay ni un alma a su alrededor. Ya con esto termina la segunda parte y, luego, a las conclusiones.
VI
Abre Facebook. Desde que ya no trabajan juntas, no sabe nada de Ana. Teclea su nombre, pero no encuentra su perfil. Pablo publicó: “Diez datos que no sabías del Virus Molécula”; abajo “Los mejores Hacks para sanitizar tu hogar”; “…este es el número de mi tanatóloga, te va a ayudar mucho, amiga :).” La red social se ha vuelto un lugar deprimente. No se puede permitir que nada la distraiga cuando está tan cerca de su propósito. “¿Estás segura de que quieres eliminar tu cuenta?”. Facebook la tutea.
VII
Saca lentamente las piernas de debajo de la sábana. Sus movimientos son cortos y sutiles. Lo hizo bien, el colchón apenas se movió. Mientras se viste sin hacer ruido, mira a Pablo que duerme en la cama, tiene la boca abierta y su respiración es casi imperceptible, ¿estará enfermo? Toma sus cosas y luego va a la puerta. Está cerrada por dentro y la protección sanitaria también tiene chapa. No sabe dónde buscar las llaves. Suspira. Saca su laptop, abre word, “Capítulo 5: Proteo: La sátira latina”. Punto y aparte.
VIII
Está a punto de darle fin el capítulo, comienza a teclear: “Es, sin embargo, presentado a la vez como un narrador poco fiable y, hasta cierto punto, ridículo…”. Un toquido la interrumpe. Intenta ignorarlo pero aumenta su intensidad.
—¡Luisa, ya sé que estás allá adentro! Si no pagas la renta mañana, voy a tomar medidas. No creas que mi consideración a tu mamá va a durar para siempre —la voz jadeante le taladra la cabeza pero la vecina se escucha muy desmejorada con respecto al día anterior. Es posible que no dure mucho más. En fin, ya la interrumpió. Está segura de que no va a poder avanzar ese día. Pone música y se sienta en la alfombra a comer galletas y morderse las uñas. De la televisión, ni hablar: está harta de todas esas películas sobre el fin del mundo. Incluso “Los niños del hombre”, que le encantaba antes, le da sueño.
IX
Oye, me siento peor hoy.
Amor, este es el tiempo que queda para estar juntos. Te necesito mucho.
¿Que no te importo nada?
¿Luisa?
¡Luisa!
Deja los mensajes en visto. Apaga el teléfono. La gente no entiende, no se da cuenta de lo difícil que es escribir una tesis. Al carajo. Toma el rectángulo negro, lo lleva al baño, lo lanza al excusado, le jala y ve cómo se queda atascado ahí. Jala de nuevo la palanca y escucha el agua golpetear mientras camina hacia su laptop.
X
Los toquidos son cada vez más débiles. Confía en que podrá trabajar mejor esta semana.
XI
Es el quinto email que le envía a su asesor. Ha pasado de “Estimado Doctor Serafín” a “Gonzalo, ya sé que me he tardado más de lo previsto” a “Oye, me parece una grosería que…” y “Una disculpa por el correo anterior, estaba muy alterada porque mi casera murió”, pero nada funciona. No sabe qué hacer. En un mensaje en blanco, anexa la tesis terminada.