Tierra Adentro
Retrato de Emily Brontë pintado por su hermano Branwell. Fragmento de una pintura con sus hermanas. Óleo sobre tela. Imagen de dominio público.
Retrato de Emily Brontë pintado por su hermano Branwell. Fragmento de una pintura con sus hermanas. Óleo sobre tela. Imagen de dominio público.

Caminaré adonde mi naturaleza me lleve,

pues me humillaría elegir otro guía

Allí donde pastan entre helechos los grises rebaños,allí, a la montaña, donde brama el viento salvaje.

Emily Brontë

Entre los páramos desolados, en una casa parroquial rodeada de groselleros, vivían los Brontë. Eran una familia extraña. El padre, el reverendo Patrick Brontë, era un escritor fracasado y excéntrico que se había conformado con una vida en la iglesia; el hermano, Branwell, era un artista frustrado que había decidido ahogarse en el opio y el alcohol; de las cinco hermanas, Maria, Elizabeth, Charlotte, Emily y Anne, solo tres llegaron a la edad adulta, pero ninguna llegaría a cumplir los cuarenta. De la mano de aquellas tres sobrevivientes, Charlotte, Emily y Anne, llegarían algunas de las obras más representativas de la época victoriana: Jane Eyre de Charlotte, La inquilina de Wildfell Hall de Anne y Cumbres borrascosas de la más recluida de las tres, aquella a quien llamaban “la extraña”: Emily Brontë.

Adentrarse sin permiso

Cuando empecé a escribir este ensayo, me debatía entre un sentido del deber hacia escribir alguna clase de texto biográfico de Emily Brontë, las ganas de hablar de toda la familia, hacer un ensayo biográfico de todos los Brontë y el deseo, siempre presente, de solo hablar de Cumbres Borrascosas. Escribir de Emily presenta un desafío: no se sabe mucho de ella. No dejó diarios y solo se le conocen tres cartas.

Por otro lado, escribir de los Brontë amplía demasiado el margen de lo que es posible escribir en un ensayo sin ser aburrido. Un ensayo para una revista no puede ser una biografía tan detallada como esta familia lo merece y de esas ya hay varias escritas por personas mucho más informadas que yo.

Por último, este no es un texto sobre Cumbres borrascosas, por más que me encantaría que lo fuese. Es un texto sobre Emily Brontë, de quien no se sabe mucho, de quien quedan solo lo dicho por los que la conocieron, solo lo recopilado por sus biógrafos.

Es un ensayo sobre alguien que permanece entre las sombras, moldeada apenas por las palabras de su hermana Charlotte: “Mi hermana Emily no era una persona de carácter efusivo, ni alguien en cuyos pensamientos y sentimientos más recónditos pudiera inmiscuirse uno imprudentemente sin permiso”. Emily Brontë, quien dejó una novela y una serie de poemas desoladores, portentosos, que parten el corazón, es difícil de distinguir. Así, este ensayo recopila algunas cosas, algunos datos, que pueden ayudarnos a verla mejor, a intentar distinguirla, aunque sea una tarea —probablemente— imposible. Intentaremos, sin permiso, inmiscuirnos imprudentemente en ella. Esperemos encontrarla.

Inicios

Emily Jane Brontë nació el 30 de julio de 1818 en Thornton, Inglaterra. Hija del clérigo Patrick Brontë y Maria Branwell, tenía tres años cuando falleció su madre. Entonces la familia ya se había mudado a Haworth donde su padre había recibido un puesto como coadjutor perpetuo de la parroquia. Era un puesto austero que no le permitía quedarse con el dinero de los diezmos, como hubiera sido lo normal, ni recibir dinero de las ofrendas. En su lugar, la iglesia le daba un estipendio y una casa donde vivir con sus seis hijos. La casa de la parroquia era lo suficientemente grande como para que todos vivieran cómodamente y, aunque el poco dinero que recibía Patrick auguraba una vida de esfuerzo para sus hijos, mientras no desearan una vida holgada, nunca les faltaría casa y comida.

Familia

La familia Brontë ha sido, desde hace mucho tiempo, un objeto de fascinación y de especulación continua. Entre ellos, no hay un miembro más misterioso que Emily. Se sabe poco de su vida y la mayor parte de los datos que tenemos son de su niñez o del tiempo que pasó con sus hermanos como maestra. Sabemos que tras la muerte de su madre antes de los cuarenta años —edad que ninguno de los Brontë (con excepción de su padre) rebasaría— fue su tía, Elizabeth Branwell, quien se ocupó de ella y sus hermanas. Esto, según la biógrafa de la familia, Winifred Gérin, fue “una desdicha para todos”, pues Elizabeth era fría y estricta. Ahí comenzó una serie de eventos desafortunados que marcarían a todos los hermanos profundamente.

Ciénaga

Resuelto a buscar la manera de ayudar a sus hijas a obtener la mejor educación que pudiera proporcionarles, su padre decidió mandar a las mayores, Maria y Elizabeth, a un internado con la esperanza de que ahí podrían ser formadas para convertirse en institutrices. Las hermanas fueron trasladadas a otra escuela para llegar a un colegio que tenía un programa de caridad para las hijas de clérigos indigentes. Charlotte se unió a ellas poco tiempo después, dejando en casa a Anne y Emily.

Fue en ese periodo —lejos de Charlotte, Elizabeth y Maria— en el que una tarde mientras Branwell, Anne y Emily jugaban en los páramos, se abrió la ciénaga de Crow Hill en medio de una tormenta que azotó la región durante horas. El suelo temblaba y uno de los vidrios de la casa se rompió mientras el viento azotaba los árboles y la tierra de le ciénaga se abría haciendo crujir el suelo. El lodo, lleno de peces del pantano, creó riachuelos en las colinas y los hermanos estuvieron perdidos por horas. Volvieron a casa empapados y llenos de lodo. Entonces, se especula, fue que Emily empezó a amar las tormentas, la fuerza de la naturaleza y todo aquello que le recordara esa tarde que pasó con sus hermanos, perdidos entre el lodo y el viento de los páramos.

Escuela

Emily se reunió con sus hermanas mayores en la escuela para hijas de clérigos. Era un internado para niñas donde la más grande tenía 22 años, Emily, con 6, fue la menor de todas las alumnas. La directora la recordaba como “una niña preciosa” y “la más mimada del colegio”. Pero ese tiempo duró poco, pues al año siguiente se desató una ola de tifus que pronto contagió a muchas de las alumnas. Las hermanas regresaron a casa, pero ya era tarde, Maria y Elizabeth se habían contagiado y murieron poco tiempo después.

Charlotte se inspiró en su tiempo en la escuela —y en otra a la que las mandarían después— para escribir Jane Eyre.

Hace veinte años

“Branwell, que, con sus macabras imaginaciones, tuvo una fuerte influencia sobre las hermanas en cuanto hubo regresado del colegio, declaró que de noche oía la voz de María gimiendo al otro lado de las ventanas. Aunque Emily guardara silencio sobre ese hecho, cuando lo mencionó veinte años después demostró que no lo había olvidado. Transportó la experiencia a otro plano, con gran autenticidad. La voz de Catherine Earnshaw sollozando tras la ventana de Cumbres Borrascosas: “¡Déjame entrar! ¡Déjame entrar… son veinte años, veinte años… Precisamente veinte años llevo vagando a la deriva!”, no sería tan espeluznante si no fuera porque Maria, la mimada de la familia, llevaba muerta esa misma cantidad de años.”

Winifred Gérin, Emily Brontë

Branwell

Ninguno de los hermanos volvió a ser el mismo después de las muertes de Maria y Elizabeth, pero los biógrafos de la familia creen que el más afectado fue Branwell, el cuarto de los seis hermanos. Branwell fue, en la vida de Emily, el hermano más querido y una posible inspiración para Heathcliff.

Branwell quería ser artista. Al hablar de él Elizabeth Hardwick escribe lo siguiente: “solo por accidente nos enteramos de la existencia de personas como Branwell que parecen destinadas al arte, incapaces para trabajar en cualquier otra cosa, pero que no tienen el talento, la disciplina o la tenacidad para mantener cualquier clase de esfuerzo artístico”. Branwell era exactamente eso. Tenía una vocación firme, pero le faltaba el esfuerzo y se sentía insuficiente en su talento.

Así, tiempo después de la muerte de sus hermanas y mientras las otras tres aprendían a ser institutrices, Branwell fue mandado a Londres a estudiar arte gracias a un esfuerzo económico enorme por parte de la familia, pero, quizás abrumado por el mundo londinense, o dudando de su talento, nunca se matriculó. No entregó sus papeles ni las cartas de recomendación. Se gastó el dinero de la colegiatura en los bares cercanos y regresó a casa deprimido y humillado, fingiendo que lo habían asaltado en la ciudad.

Branwell era autoindulgente, indisciplinado, caprichoso y, al volver a casa, su mal humor infectaba a la familia; un amor no correspondido hacia una mujer casada lo atormentaba día y noche, poco a poco fue sumiéndose más y más en el alcohol y las drogas. Fue Emily quien lo cuidó cuando él volvió a casa y se dice que lo esperaba en la noche, cuando regresaba demasiado ebrio como para caminar, para ayudarlo a subir las escaleras hasta su cuarto.

Una vez, drogado, incendió su recámara al quedarse dormido y entonces su padre empezó a compartir el cuarto con él para cuidarlo también de noche. Harwick dice que era “como una pestilencia” que absorbía a la familia y los mantenía preocupados constantemente. Branwell nunca supo de las publicaciones de sus hermanas, Charlotte escribió al respecto: “Mi infeliz hermano nunca supo lo que habían hecho sus hermanas en la literatura. Nunca supo de la publicación de una sola de nuestras líneas. No podíamos decirle sobre nuestros esfuerzos por miedo a causarle una herida demasiado grande llena de remordimiento por su tiempo y talento perdidos”.

Melancolía

Emily no pudo volver a soportar estar mucho tiempo fuera de casa. Quizás fue la epidemia de tifus que se llevó a sus hermanas mayores, quizás era que realmente necesitaba el aire de los páramos y la compañía de su padre y su hermano para estar tranquila, quizás fue la preocupación constante por Branwell, pero después de su tiempo en la escuela, cada vez que lo intentaba, empezaba a llenarse de una melancolía profunda cuando se encontraba lejos de casa por periodos prolongados. Lo intentó varias veces más. En la escuela a la que asistió con Charlotte y Anne, en una academia en Bruselas, en una escuela en Inglaterra donde fue institutriz, en otros puestos variados. Pero el resultado era el mismo siempre: se llenaba de melancolía. Dejaba de hablar y de salir; no hacía amigos, eventualmente dejaba de comer y empezaba a verse cada día más enfermiza.

La muerte de su tía detuvo sus intentos de salir de casa y la llevó a quedarse en Haworth para cuidar de su padre y de su hermano. Entonces, el sueño de las Brontë era establecer una escuela para niñas donde todos los hermanos darían clases juntos. Emily, Anne y Charlotte tenían ya experiencia como institutrices y Branwell daba clases privadas. La escuela era su esperanza de un ingreso fijo en un mundo donde solo el matrimonio podría sacarlas de la pobreza, pero nunca lograron llevarla a cabo.

Algunas leyendas

El carácter de Emily siempre ha sido una fuente de especulación. Charlotte escribió de ella que era “poco flexible y solía actuar en contra de sus intereses. Tenía un temperamento magnánimo, pero ardiente y brusco; y un espíritu inflexible”. Algunas leyendas sobre ella cuentan que una vez su perro la mordió y ella cauterizó la herida con un hierro ardiente; que en Bruselas, cuando le preguntaron por qué no se vestía a la moda, respondió que prefería “estar como Dios me trajo al mundo”; que anhelaba más que nada ser libre, pero aun así se rehusaba a salir de casa; que en una ocasión molió a golpes a su perro; que recogía animales enfermos y los cuidaba hasta que mejoraban; que cuando un matrimonió la invitó a ella y a Charlotte a cenar, no dijo ni una sola palabra durante toda la velada e ignoró a todos en la mesa; que amaba tocar el piano y lo hacía muy bien; que era grosera; que era muy amable; que era culta; que no lo era.

Lo único en lo que parecen ponerse de acuerdo todas estas especulaciones es en que amaba a sus hermanos y se pasaba el día escribiendo.

Gondal

Cuando eran niños, Charlotte y Branwell inventaron un mundo del que componían poemas e historias. Se llamaba Angria. Con los años, después de la partida de Charlotte, Emily y Anne decidieron crear su propio universo: Gondal.

La historia de Gondal se ha perdido, así como todos los cuentos en prosa que escribieron las hermanas; pero sobreviven los numerosos poemas que Emily escribió de su mundo imaginario. Durante mucho tiempo se pensó que la poesía de Emily surgía de la experiencia personal, pero, eventualmente, sus biógrafos comenzaron a darse cuenta que la mayor parte de sus poemas eran sobre Gondal, sus mitos, reinos y personajes.

Gondal era lo único en lo que Emily pensaba. En sus reyes y guerras, sus intrigas y desesperanzas. Llenaba sus cuadernos con poemas sobre ese mundo y luego los transcribía con cuidado una y otra vez hasta llegar a una versión que le complaciera. Siguió escribiendo de Gondal mucho después de que Charlotte dejara de escribir de Angria; después de convertirse en institutriz; después de la muerte de su tía. En los poemas de Gondal encontramos rastros de los personajes que poblarían Cumbres borrascosas.

Un día, Charlotte encontró su cuaderno de poesía e intentó convencerla para publicarlos junto con algunos de ella y Anne. Emily se enojó, pero aceptó la propuesta. Todas decidieron publicar bajo un seudónimo: Charlotte sería Currer, Emilly, Ellis y Anne, Acton. Las tres firmarían bajo el apellido Bell. Así el primer volumen de Poems vio la luz en 1846, Emily tenía 28 años. Solo se vendieron tres copias, pero los poemas de Ellis Bell fueron bien recibidos por la crítica.

Salvaje, melancólica y edificante

“Un día de otoño de 1845, encontré casualmente un volumen manuscrito de poemas con la letra de mi hermana Emily. Desde luego no me sorprendió, pues sabía que podía escribir poesía, y que lo hacía; lo leí detenidamente y se apoderó de mí algo que era más que sorpresa: el absoluto convencimiento de que no se trataba de efusiones corrientes ni se parecía en nada a los versos que suelen escribir las mujeres. Me parecieron concentrados y tersos, vigorosos y genuinos. Percibí en ellos una música peculiar: salvaje, melancólica y edificante.”

Charlotte Brontë en la nota editorial de Cumbres Borrascosas

Cumbres borrascosas

Las hermanas se propusieron escribir y publicar cada una una novela. Charlotte escribió Jane Eyre, Anne escribió Agnes Grey y Emily, Cumbres Borrascosas.

Si sus poemas eran “salvajes, melancólicos y edificantes”, su estilo solo se potenció en Cumbres borrascosas. Por medio de la historia de amor de Heathcliff y Catherine, Emily retrató un lado de la naturaleza humana que pocas veces se había mostrado antes y pocas veces volvería a mostrarse después. Es una novela tormentosa sobre el amor, el deseo, el duelo y la obsesión. Sobre un amor constante que trasciende la muerte; con personajes obsesivos, despiadados, crueles, que se alimentan los unos de los otros formando relaciones imposibles; en un terreno desolado, lleno de páramos, neblina y tormentas.

Emily vertió en su novela la frustración de su familia, la incapacidad de subir de rango, los sueños frustrados, el horror de la muerte de sus hermanas, el dolor de la decadencia de Branwell y la soledad de los páramos.

Ella, que nunca se casó y no tuvo parejas conocidas, no conoció del amor más que la frustración de su hermano ante un amor no correspondido; un amor imposible que lo hundía día tras día en la adicción.

La novela se publicó en 1847 y tuvo una acogida terrible, una de las reseñas dice: “Cómo alguien pudo haber escrito un libro semejante sin suicidarse antes de terminar una decena de capítulos es un misterio. Es una compilación de depravación vulgar y horrores antinaturales”.

Eventualmente, después de la muerte de Emily, la novela sería considerada como uno de los libros más importantes de su época.

Muerte

Branwell murió al año siguiente de la publicación de Cumbres borrascosas, a los treinta y un años, en la cama que compartía con su padre. Su partida destrozó a Emily quien enfermó de tuberculosis poco tiempo después del entierro de su hermano. Se rehusó a ver a un doctor o tomar medicamentos. Se consumió lentamente y dejó de comer. Al morir, estaba tan delgada que su ataúd era el más estrecho que habían construido en Haworth. Murió el 19 de diciembre de 1848. Tenía treinta años.

A los quince días de su entierro, Anne se enfermó también y falleció cinco meses después a los veintinueve. Charlotte vivió más tiempo. Se dedicó a dar a conocer la obra de sus hermanas y publicó más novelas. Se casó y murió de tuberculosis estando embarazada a los treinta y ocho años.

Encontrar los páramos

La tragedia de las Brontë, la tragedia de Emily, está en lo pudieron haber hecho de haber vivido más tiempo, en el potencial perdido tan pronto. ¿Qué obras habría escrito Emily después de Cumbres borrascosas? ¿Qué vida habría vivido? ¿Quién habría sido? ¿Habría sido una figura más fácil de definir o nos habría dejado con la misma cantidad de dudas y especulaciones?

Cumbres borrascosas no basta para terminar de definirla, sus poemas no son suficientes, las cartas de Charlotte tampoco. ¿Quién era Emily Brontë? ¿De dónde surgió la obsesión de Heathcliff y la crueldad de Catherine? ¿De dónde vino esa historia de amor tan grande, tan dolorosa, que trascendió el tiempo, que trascendió a los personajes, que trascendió el dolor y la obsesión, y la crueldad para formar parte de nuestro imaginario colectivo? Que nos baste decir que en el aniversario de su muerte pensamos en ella. Recordamos los páramos desolados de su novela y especulamos sobre quién pudo haber sido Emily Brontë.