Tierra Adentro

En México, dos golosinas siempre aparecen juntas: las alegrías (muéganos dulces de semillas de amaranto) y las pepitorias (obleas de trigo con miel y semillas de calabaza). Los mexicanos tenemos claro que esta pareja está obligadamente unida pues es tradición que quien vende una siempre venda la otra (y sólo la otra).

Me pregunto si esta unión tiene que ver con algo que se dice por ahí: que al conquistar el país, los españoles prohibieron el cultivo del amaranto con el fin de aniquilar el antiguo ritual en que los mexicas consumían su semilla mezclada con sangre humana. A cambio introdujeron la hostia cristiana, oblea que tenía un simbolismo afín pero sin verdadero canibalismo.

Ahora me pregunto si al desaparecer la prohibición, alegrías y pepitorias habrán quedado ligadas unas a otras como forma de rememorar la contigüidad de esos rituales y neutralizar —esta vez de manera dulce— la reminiscencia del antiguo festín sangriento.