Al sur del cielo: Arte y violencia en México
En este diálogo, Israel Martínez y Gerardo Montes de Oca observan, con distancia geográfica y crítica, el oscuro panorama en el que está sumido México y reflexionan en torno a la violencia desde el mundo del arte.
ISRAEL MARTÍNEZ
Ejercías como psicólogo en Guadalajara, pero siempre estabas alerta de manifestaciones artísticas; incursionaste en la fotografía cuando te conocí. Después me enteré de que estabas haciendo una maestría en arte en Finlandia, y la terminaste en Viena. Han pasado tres años desde que dejaste Guadalajara; yo también la dejé como mi base principal. Hace aproximadamente cinco años arremetió radicalmente la delincuencia organizada en nuestra ciudad y ésta comenzó a modificarse. Ahora recibes noticias cada día sobre asesinatos, violaciones, asaltos, corrupción, modificación de leyes a favor de unos cuantos, impunidad. Si bien tu ritmo de vida ha sido acelerado los últimos años para poder vivir y estudiar en Europa, también es vertiginosa la información que recibes desde México. ¿Qué pasa por tu mente y tus emociones? ¿Qué piensas sobre tu familia, tus amigos? ¿Cómo se vive esto desde Viena?
GERARDO MONTES DE OCA
Sí, hace tres años me fui a estudiar la maestría en cultura visual a Finlandia, ciertamente muy experimental tanto teórica como prácticamente. Esto me trajo a Viena, que curiosamente era una de las pocas opciones que contemplé antes de elegir Finlandia para entrarle más de lleno a mi formación en artes.
Finlandia, fría, pero honesta y equitativa, es una democracia que —si bien el concepto es debatible— se encuentra a otros niveles. La confianza social e institucional es increíble, los índices de corrupción son los más bajos del mundo. Y créeme, siempre mantengo una actitud abierta y crítica, no idealizo Escandinavia.
Una amiga finlandesa me hizo «la pregunta» necesaria, clave, evidente a los ojos de esa otra cultura: «¿Por qué en México no valoran la vida?»
Después de lo ocurrido con los normalistas en Guerrero, las noticias me han venido lastimando mucho. Pienso que es el evento que penosamente nos ha levantado y comenzado a articular de otras maneras. Y no parece que esto se vaya a detener. He llorado muchas veces, la mayoría de ellas frente a la pantalla (al informarme en línea), pero también en la ducha, o en mi habitación. En la segunda manifestación que organizamos los mexicanos con apoyo internacional (que ha sido sólido por parte de los latinoamericanos) me tuve que contener durante casi todo el recorrido. Y ocurre con los demás. Nos afecta mucho, nos desespera, nos deprime. Afortunadamente la historia está cambiando. La movilización ha sido enorme y constante, dentro y fuera de México. Ha habido muestras de una creciente solidaridad y una manera diferente de confrontar al poder criminal y represor. Tal solidaridad y empoderamiento fortalece la esperanza y nos permite afrontar el miedo juntos. Esto me ha ido levantando los ánimos. Al mismo tiempo, he notado que la forma y contenido de las noticias de medios alternativos también está cambiando. Cada día salen más y más cosas a la luz.
Fue un placer enorme tenerte por acá en tu residencia y en el MuseumsQuartier. La pieza que exhibiste era totalmente necesaria, pertinente. Los trágicos eventos lo corroboraron inmediatamente, si es que no era evidente ya. ¿Qué me puedes decir de esta pieza, así como de la investigación detrás de la obra? ¿Por qué elegiste ese formato tan peculiar para la exhibición Post-Colonial Flagship Store?
ISRAEL MARTÍNEZ
Georg Klein y Sven Kalden, curadores de la exposición y también artistas, me invitaron a este proyecto que, desde un punto de vista muy irónico, se interna en el poscolonialismo; el formato es el de una tienda de lujo. El título de la obra (en colaboración con mi hermano Diego) es South of Heaven, tan cerca de la potencia neocolonizadora y las ilusiones que esto representa para muchos (incluyendo al Estado que cada vez entrega más al país), y tan lejos de una mínima salud social y política.
Hicimos un puesto de venta similar a los de los tianguis en México, que, por cierto, ofrecen en su mayoría artículos piratas, que conforman una parte importante de la economía del país. El «producto» que ofrecimos fue un CD-R titulado Sounds of Mexican Drug War, que incluye una pieza auditiva de casi sesenta minutos con sonidos extraídos de videos publicados en internet durante el sexenio de Calderón: sus discursos de lanzamiento o defensa de su proyecto, balaceras grabadas por los mismos sicarios, decapitaciones, manifestaciones, llanto, interferencia de charlas por radio entre miembros de cárteles; en fin, sonidos de terror, de vergüenza, de tristeza y barbarie. Estos sonidos no se reproducen en bocinas, hay que colocarse audífonos para escucharlos. El sonido que sí es audible a través de dos bocinas se conforma del registro de inhalaciones de cocaína, como si fuera la música que acompaña a este puesto de venta, su «música de ambientación» es el consumo de una droga vital para México como exportador —como señala el periodista italiano Roberto Saviano, quien incluso se atreve a decir que México es el centro de una nueva configuración del mundo en torno al negocio de la cocaína.
En el mismo puesto hay un monitor en el que se muestra una transcripción textual de experiencias personales en torno a la droga y el narcotráfico, como un testimonio —entre millones que hay en el país— de cómo nos relacionamos con estos temas de forma natural, muchas veces sin decidirlo; por ejemplo, al tener un vecino inmiscuido en dicho negocio. También usamos una lona, pero en lugar de promocionar nuestro «producto», en ella explicamos ciertos puntos que nos parecen importantes para entender una parte de la relación político-económica entre México y Estados Unidos. Este flujo de información está basado en el libro de Sergio González Rodríguez, Campo de guerra, en el que señala el poder que ejerce Estados Unidos sobre México a partir del negocio de la droga, y las políticas de una supuesta asistencia en torno a la seguridad.
Inauguramos el 2 de octubre, fecha importante para México, y tan sólo un poco después de la desaparición de los cuarenta y tres estudiantes. Empezó un proceso doloroso para todos. En mi caso, no pasó un solo día durante la residencia en el MuseumsQuartier, y cada vez que visitaba la exposición, en el que no platicara con personas sobre la incomprensible situación de México. Como mencionas, la pregunta recurrente es por qué la vida vale tan poco en nuestro país. ¿Por qué se mata, se viola, se roba, se violenta tan fácilmente en México? Mucha gente no tiene idea de las gigantescas dimensiones del narcotráfico, su única relación con el tema son los dealers locales, que venden bajas cantidades. No saben que los grupos delincuenciales mexicanos están en gran parte del mundo, que la droga es un soporte económico ilegal muy importante, incluso en la Unión Europea, y mucho menos que algunos gobernantes de nuestro país son cómplices del proceso y, por supuesto, de los dividendos económicos.
Ahora que estoy de vuelta en México es inspirador ver a tanta gente movilizándose en todo el país, pues en muchos lugares tardó muchísimo tiempo para que se valorara la importancia de manifestarse, de marchar, de las acciones políticas. Es fundamental sentirnos en comunidad, sentir al vecino, sentir al transeúnte, sentirnos todos, respetarnos, buscar las coincidencias más que acentuar nuestras diferencias.
En este sentido, como mencionas, ha sido también inspirador sentir la unión fuera de México. En el caso de Viena, va creciendo, y hay estudiantes, artistas y activistas como tú trabajando fuerte en ello, estableciendo lazos con cualquier ciudadano interesado en el tema, difundiendo información. Es curioso porque a veces tengo la impresión de que parte de la escena artística contemporánea en México se avergüenza de su práctica en momentos como éste, asumen que el circuito del arte es banal. Para mí, por el contrario, es uno de los espacios que incitan a la conciencia sociopolítica, aunque en momentos tan radicales también muestra algunos puntos absurdos, autocomplacientes o, simplemente, fuera de cualquier posible conexión con la sociedad en general. Ya que tu interés principal es un arte más frontal en torno a lo político —además de que Viena es un punto interesante donde política y arte confluyen totalmente—, ¿cuál es tu visión sobre esto?
GERARDO MONTES DE OCA
Me parece que tu pieza articula múltiples elementos involucrados en el tema del narcotráfico (cuyas relaciones se complican al momento de su análisis), al mismo tiempo que hace comentarios interesantes sobre un neocolonialismo en el interior del mundo del arte. Es interesante que coloques el sonido como eje e intersección de procesos de producción y consumo cultural: sus industrias, el mercado informal en México y formas de comercio fuera de la ley. Con el formato de puesto callejero se crea una relación mercantil entre el espectador, la obra y el artista. La instalación vuelve al espectador un consumidor y a la obra un producto de consumo, pero un producto al margen de la ley: pirata. El mercado informal cuestiona y confronta al Estado y a la ley. Y no sólo simbólicamente. Es decir, utilizas sonidos y discursos producidos por otros agentes o «autores» para apropiarte de ellos y reconfigurar sus relaciones y sentidos. He aquí su clandestinidad. Coqueteas incluso con una acción delictiva. La definición que da la unesco de la piratería me parece muy pertinente para lo que percibo en la pieza:
El término «piratería» abarca la reproducción y distribución de copias de obras protegidas por el derecho de autor, así como su transmisión al público o su puesta a disposición en redes de comunicación en línea, sin la autorización de los propietarios legítimos, cuando ésta resulte necesaria legalmente.
Considerando que tomas y alteras material sonoro en línea de agentes/autores como el Estado (en los discursos presidenciales), los criminales o testigos que documentan actos criminales o confrontaciones armadas y suben los videos a internet, emergen nuevas preguntas sobre el narcotráfico: ¿Quién o quiénes son los autores? ¿Cuáles son los derechos de esos «autores»? ¿Cómo se protegen sus productos? ¿Quién autoriza la disposición de tales producciones y por qué motivos? ¿Qué y quiénes definen y autorizan a un agente como su propietario legítimo?
Con tales preguntas se dirige de manera directa a las formas de dominio neocolonial intrínsecas en las relaciones entre Estado, crimen y ciudadanía en México, así como en la relación entre nuestro país y Estados Unidos. De esta manera se señala, cuestiona y confronta al Estado mismo y a los discursos institucionales. La lona traduce esto de manera visual y el texto en la pantalla inserta la experiencia personal a la compleja trama. Mientras tanto, el espectador es invitado a consumir (o «adquirir») tal producto, por medio de uno de los tantos sonidos del mundo del crimen, corrupción e impunidad en México.
Muchas veces me preguntan por qué dejé la psicología para estudiar y hacer arte. Lo que pasa es que en el arte encuentro otras formas de reflexionar, investigar, experimentar e incidir en múltiples realidades. Creo que todos debemos preguntarnos qué podemos hacer ante tal realidad en México. Esto me lleva a decir que el arte contemporáneo tiene una relación directa con la experiencia humana. Al trabajar con el arte, trabajamos directamente con múltiples subjetividades, lo cual nos permite probar y confrontar límites establecidos, formas de relaciones sociales y subjetividades dominantes. El arte trabaja tanto con los terrenos simbólicos y culturales como materiales y relacionales, y por eso es imprescindible que se asuma una posición política. Al mismo tiempo, las artes producen nuevos espacios de enunciación, relación y acción. Claro que es un terreno limitado, no puede cambiar la realidad de tajo.
Pero nada lo puede hacer de ese modo, así es que entre más espacios subversivos creemos, más posibilidades de cambio e inclusión tendremos.
El arte, como la psicología y las ciencias sociales, requiere un alto grado de reflexividad. Digo esto porque pienso que es de extrema importancia mantener un constante grado de autocrítica al momento de reflexionar, cuestionar, organizarnos y actuar. Necesitamos cambiar el orden dominante cuidando de no hacerlo en formas de organización jerárquicas. Es crucial poder distinguir las más sutiles formas de exclusión y violencia en nuestra vida cotidiana y organización ciudadana.
ISRAEL MARTÍNEZ
Los mexicanos estamos en un gran momento para detonar todo aquello que por años hemos pretendido transformar. Cuauhtémoc Medina comentaba en la charla que dio Bifo en el MUAC que éste será un proceso largo y no exento de incongruencias. Este punto me parece muy importante, porque de esas incongruencias suelen producirse escisiones; es decir, ataques ante cualquier posible diferencia entre nosotros en lugar de fortalecer nuestra comunidad.
Nuestros problemas son tan similares como las mismas líneas de cocaína que se inhalan alrededor del planeta.
GERARDO MONTES DE OCA
Sin duda la historia no es un continuum estable y coherente. Cuando las personas me preguntan aspectos sociales, culturales o políticos de México siempre digo que es un espacio donde convergen muchas capas históricas y culturales de maneras muy complejas. Sin embargo, nos cuesta asumir tales diferencias, ¿acaso tenemos un ideal colectivo identitario que nos duele confrontar?
No me queda duda de que encuentros como el que hemos tenido desde tu visita a Viena y el diálogo, que aún continúa, son formas de relación que necesitamos buscar, provocar y sostener. Dentro y fuera de México.