Tierra Adentro
Fotografía de Alfredo Karam.

La relación entre palabra poética y sus orígenes sagrados es un tema que sigue interesando a los estudiosos del fenómeno literario. Algunos teóricos han planteado la poesía como un acto de habla ritual, mediante el cual se explica la naturaleza contemporánea del texto poético: un tipo de comunicación que produce un efecto estético al receptor a través de las mismas palabras, de su fuerza ilocutiva. Lo que anteriormente era un mensaje chamanístico dirigido a los dioses, se vuelve ahora un mensaje estético dirigido a otros hombres. El trabajo sobre la palabra que implicaba aquellos mensajes divinos estaba destinado a obtener cierto favor de cierta deidad, trabajo equiparable a (y antecedente de) la labor que realiza el poeta para encaminar al lector hacia el placer estético. La palabra, labrada para llamar la atención sobre sí misma, era la palabra sagrada por la cual la humanidad era capaz de dirigirse a una entidad superior; de ahí su importancia. Posteriormente, estableciendo un tipo de comunicación similar, la humanidad se concede a hablarse a sí misma con aquella laboriosidad con la que le hablaba a las deidades. Ahora bien, ¿qué nos puede decir este origen sagrado sobre la poesía contemporánea, aparte de explicar el fenómeno literario como un antiguo acto ritual?

En 1980, el poeta mexicano Abigael Bohórquez (1936-1995) publica su libro Desierto mayor en la ya extinta Federación Editorial Mexicana. En esta obra en particular, los orígenes sagrados de la palabra poética explican o rodean la enunciación lírica, de tal manera que dichos orígenes se utilizan como recursos estilísticos. Así, el pasado histórico de la poesía es puesto en evidencia, otorgándole, además, una clara función estética. Desierto mayor es, pues, un libro contemporáneo sobre la palabra sagrada, heredero innegable de los rituales donde lo que se enunciaba estaba en conexión directa con las deidades. Sin embargo, existe un rasgo contemporáneo en el libro de Bohórquez: la comunicación que empieza el poeta/chamán es una exaltación no de los dioses, sino de la cotidianidad terrenal. La escritura de Bohórquez hace homenaje a lo cotidiano configurándolo dentro de la categoría de lo sagrado.

En  Reconcilio es en donde se desarrolla, en su máxima expresión, la configuración de un aspecto de la cotidianidad como sagrado: la oralidad. El poema comienza con un epígrafe que reafirma la confirmación del hablante lírico al espacio del desierto y se le confiere a la memoria el poder de llevar a cabo ese reconcilio: Hay ahora lucidez paternal, implicando que en el pasado de la enunciación no existía este claror, sino que es en el recuerdo donde aparece. Inmediatamente después del epígrafe, la voz poética empieza a configurar el ámbito de lo sacro:

En la llanura pápaga vivieron mis abuelos Ángel y Adela y el aire era amarillo: [..] ninguno amó como ellos el desierto, su insignia de combate era el lucero que desplaza las sombras: mi abuela era cantora de Semana Mayor, mi abuelo, silvestre obrero de la casta trigal, profeta de la lluvia santísima nuestra señora holocáustica y madre; mis tíos, gallardos y tribales, alto albedrío del árbol coterráneo, comieron a mi lado las cosas que aprendimos del desierto […]

La genealogía del hablante está claramente rodeada de elementos que no solamente los acercan a lo divino, sino que son ellos mismos partícipes de lo sagrado; la abuela, cantora de Semana Mayor, tiene un lazo tanto con la palabra, a través del canto, como con lo divino, gracias a la festividad religiosa. El abuelo, por su parte, es un profeta, mientras que los tíos participan en la comunión de los alimentos. El poema va in crescendo al seguir configurando la genealogía del hablante hasta llegar el punto del clímax, cuando la voz poética se declara capaz de pronunciar estas palabras sacratísimas/ con su sabor antiguo, ejidal y purísimo:

-Adela, parece que te escucho-: chicharra, bichicori, chora, calichi, péchita, mochomo, cholla, cachora, churea, chilicote, chapo, sopichi, cochupeta, bichi, apupuchi, chiriqui, cuitlacochi, subterráneos imanes, dígitas soledades, sombra casi luz sólida, oh, desierto, oh, inmensidad, oh, espacio de las girasoladas quemaduras, oh, Tú, Poesía, profundísimo hueco, carne viva, ahora estás conmigo.

El poeta ha conseguido, a través de la palabra, configurar a la oralidad lejos de lo profano. Incluso, la palabra poética ha logrado esa capacidad que sólo ella puede: llamar la atención sobre el lenguaje mismo, recordando la función poética de Jakobson. La palabra vuelve a esa calidad que el chamán le daba originalmente: un mensaje, críptico para los no iniciados, que se conecta con lo sagrado. El recuerdo del habla de Adela es pronunciado a manera de fórmula sobrenatural para desembocar en la comunión como la poesía (ahora estás conmigo). Más allá del significado literal de sus palabras sacratísimas, se les ha configurado a éstas como un habla especial. La cotidianidad se sacraliza.


Autores
es licenciada y maestra en Literatura hispanoamericana por la Universidad de Sonora. Su tesis de maestría es un estudio de la poesía confesional y autobiográfica de Abigael Bohórquez. Actualmente estudia el Doctorado en Humanidades en la misma institución y es becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora, categoría Jóvenes creadores, con el proyecto titulado: El Occidente apropiado: referencias e influencias canónicas en la escritura de Abigael Bohórquez.
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