40 AÑOS DE MIL MESETAS: UNA INVITACIÓN A SU LECTURA
Yo no tomo mi Deleuze derecho,
lo tomo en las rocas
Manuel de Landa
Cuarenta años de un libro no son nada comparados con los ciclos del crecimiento de las montañas o el proceso de la implementación de la moneda en el mercado para controlar los excedentes agrícolas e imponer impuestos a su abstracción en flujos financieros digitales. Este año se cumplen cuatro décadas del libro Mil Mesetas (1980) de Gilles Deleuze y Félix Guattari. Este es la segunda parte del dúo Capitalismo y Esquizofrenia. Tiempo suficiente para tantear qué sucedió en el pensamiento desde su publicación, cómo sigue generando ecos. Estos años pueden parecer poco, pero en retrospectiva es el mismo tiempo que agitó la política internacional con el mayo francés o el 2 de octubre mexicano, es decir el periodo en que se intensificaron las lógicas del capital, la desconfianza de los gobiernos y cierto desencanto con los alcances de las revueltas.
Un día, tal vez, el siglo será deleuziano dijo Foucault augurando el siglo XXI. El dossier que hoy se inaugura quiere honrar esta idea. A lo largo de una semana cada día un autor dará su punto de vista sobre las implicaciones o posibles lecturas de este libro-virus revolucionario. Importa, quizá, por que abrió el terreno para relacionar ciclos biológicos o geológicos con el dinero, las circunstancias del arte, la política, las flores y sus raíces con la amistad. Por eso merece la atención en medio del colapso medioambiental, la guerra civil en curso y la precarización de la vida.
Entre los textos que se presentarán, Martha Vázquez, en Fragmentos de un diario encontrado, recupera un diario cuya escritura fue atravesada por la reflexión del cuerpo y la filosofía francesa. Por su parte, Juan Pablo Anaya en Mil mesetas de humor geológico expone una lectura desde el humor donde geología y lenguaje conviven juguetonamente. Las imágenes de este texto no solo son afortunadas, sino que traen la reflexión desde lo visual: ese otro terreno que excede el discurso.
Stefanía Acevedo nos narra cómo se gestó el libro a partir de una rara amistad, la escritura automática desde la vigilia y la importancia, quizá dada en su génesis, de acercarse a estos libros con el acompañamiento amistoso sin figuras de autoridad, donde prima la experimentación y la libertad creativa. Esta filosofía nos lleva a desobedecer y hacernos responsables de la propia vida.
La idea de amistad tiene un eco en el texto de Natalia Durand, para quien la micropolítica se gesta en el encuentro de los amantes y los amigos. Desde una escritura fragmentaria, en segmenos, nos lleva a su intimidad política: esas amistades que la llevaron de la necesidad política hasta los acontecimientos afectivos. Ahí desfilan sus maestros, el desencanto, las amigas y uno que otro mentor. En fin, sus complicidades inconfesables. Finalmente, Rodrigo Ramírez nos acerca al acontecimiento del arte experimentado desde la filosofía y la poética de la deriva: construye imágenes que surgen del pensar.
Los textos que se agruparon en este dossier, del que este es un preámbulo, tratan de exponer qué sucedió con las ideas de Mil Mesetas, cómo es acercárseles materialmente y qué sigue latiendo de ellas. Refieren conceptos que suceden al interior del libro o su génesis, es decir, piensan al libro en su autonomía alejado del campo cultural y político.
Es por eso que en esta apertura quisiera trazar algunos de los brotes que surgieron posteriores a su publicación. No una historia, ni siquiera una línea de pensamiento ni mucho menos la totalidad de la recepción del libro, sino algunos retoños que han crecido en estos años. Sirven las notas siguientes como provocación para que cada cual dibuje su Deleuze y su Guattari, los dos juntos, mezclados o individuados.
El dúo Capitalismo y Esquizofrenia del que Mil Mesetas (1980) es la segunda y última parte abre el paradigma del deseo para la filosofía, la política, la economía y la guerra. No es que inventaran algo que no existía sino que dieron forma a un territorio desde donde posicionar la filosofía y el psicoanálisis frente al capitalismo: crearon una (micro) política. La política que engendraron tiene como armas la liberación del inconsciente edipizado en el que el deseo tiene un papel creador y no traumatizado y encerrado en el esquema familiar. Al liberar el deseo del triángulo edípico padre-madre-hijo su fuerza revolucionaria se vuelve socialmente potente en tanto creadora. Esta política del deseo que abren Deleuze y Guattari continúa en Lyotard, Economía libidinal y Baudrillard, El intercambio Simbólico y la muerte. Líneas que se cruzan y entremezclan con acontecimientos históricos: de Mayo del 68 a la guerra del Golfo. Búsquedas que comparten salir de las lógicas del capitalismo o hacer su crítica.
Estas filosofías del deseo abogarían por pensar otras formas de ordenar el tiempo diferentes a los revivals y los ciclos del capital, pero también nos hacen reconocer las topografías en donde acontecen formas de pensar y constructos materiales. Más que un homenaje para re-enaltecer un libro, creo que la serie de textos que publicará Tierra Adentro tienen la labor de reconocer un territorio que es necesario seguir explorando: re activar el flujo libidinal de una obra que es más que pertinente en tiempos aciagos.
La obra de estos filósofos franceses permite apropiársela, llevarla a otros planos de existencia. La esperanza, quizá, es que esos planos estuvieran siempre en el camino de la causa revolucionaria. La crítica no es algo que se realiza una vez, sino que se realiza cada vez y todas las veces. El objetivo es no universalizar la causa revolucionaria, entonces hay que ponerse en movimiento.
La lectura de Mil Mesetas produce una obsesión extraña. Parece que es posible explicarlo todo bajo el yugo de este texto o que al menos hay campos del saber que tienen relaciones que antes eran impensables. Dentro de esos lectores obsesos, el crítico de arte Fernando Castro Flórez recuerda continuamente una visita al pintor Carlos Alcolea, quien en la mesa de su estudio tenía los libros de Deleuze y Guattari subrayados de la primera a la última palabra con marcador fosforescente. Entre risas le preguntaron qué pasaba con esos subrayados, que si no creía que era demasiado. A lo que el pintor respondió: “A ver, dime algo que no sea importante”. Los tres se quedaron callados.
Incluso si todo lo que contienen estos libros fuera significativo, este enajene por el ritmo de la prosa y las trayectorias de imágenes y conceptos es producto de un lirismo fascinante. Junto a sus coetáneos posestructuralistas, Deleuze y Guattari dieron una dimensión estética a la glosa conceptual en sus escritos.
Más allá de la anécdota, late la idea de que sin importar si se es investigador, esta filosofía llega a ser significativa en la práctica de todo aquel que se acerque a los libros. AntiEdipo pretende ser una crítica al psicoanálisis en vías a desedipizar el inconsciente. En términos muy generales sus tesis son tres:
1) El inconsciente funciona como fábrica y no como teatro: produce, no representa.
2) El delirio es histórico y mundial no familiar.
3) La historia universal es la de la contingencia.
En algún punto dice lo siguiente: “Edipo es lo que nos hace hombres, aprendemos a vivir triangularmente (madre-padre-hijo). Para lo mejor, para lo peor”. Si AntiEdipo es la crítica producto del fracaso de mayo del 68 y causa lectores desencantados con actitudes de derecha, “Thatcherismo deleuziano”, Nick Land, aceleracionistas, paranoia, etc… Mil Mesetas estaría produciendo políticas de la amistad, máquinas de guerra que resisten los movimientos del capital, otros vínculos con la escucha de la naturaleza cuya repercusión frente al antropoceno y la actual reconversión global a la derecha aún está por verse. De lo que podríamos extrapolar juguetonamente: con Mil Mesetas aprendemos a vivir, para lo mejor, para lo peor. Este segundo tomo es un lugar en donde refugiarse.
El fenómeno Capitalismo y esquizofrenia tiene fuertes repercusiones en distintas expresiones del pensamiento y la creación humana. Al final de su obra, Deleuze tomó un camino que puede desembocar en el campo de las artes pláticas y el cine. Por su parte, la ruta Guattari correspondería a la política revolucionaria. Algunos de sus influjos se dieron en retrospectiva, pero Mil Mesetas es el punto de salida y entrada. Para el cine, Godard con su Histoire(s) du cinema encarna la teoría de la multiplicidad, la subjetividad y la repetición para la representación de la historia. Harun Farocki, por su parte, hace video-cine político de la transición de un régimen disciplinario hacia aquello que Deleuze ha definido como sociedades de control. Por el lado de Guattari hay una ruta hacia las resistencias llamadas por él minoritarias. Su acompañamiento de algunos movimientos como la causa palestina en 1976, los obreristas italianos en 1977 y Lula y la democratización brasileña en 1979 pusieron en marcha su teoría de la micropolítica. Del movimiento italiano se desprende su libro en colaboración con Toni Negri: Las verdades nómadas y del brasileño con Suley Rolnik: Micropolítica: Cartografías del deseo.
Sería difícil y errado tratar de encajar un libro con tantas fugas e intensidades en un esquema o práctica específica, pero como he dicho, Mil Mesetas, Deleuze y Guattari dan una serie de rutas y herramientas desde las cuales es posible fincar tierra firme. No se edifican estos autores como monumentos, pues la hipótesis de estos es la fuga y los saberes nómadas, sino que abrieron un vasto terreno desde el cual seguir pensando.
El epígrafe de esta nota es del mexicano Manuel de Landa, figura estelar de uno de los múltiples embonajes entre Deleuze, la cibernética y la filosofía por venir. Esta filosofía estaría encarnada en el nuevo realismo.
De Landa es artista y profesor en Nueva York. Representaría de alguna forma la recepción norteamericana de la máquina de guerra que encarna el dúo Capitalismo y esquizofrenia. La escuela filosófica norteamericana no suele incurrir en el desgaste y los excesos. Es una filosofía moderada que tiende a lo pragmático. Basta recordar la carta que firmaron veinte académicos de altos vuelos para que Derrida “escribiera bien” en términos de rigor y claridad. Sin juzgar moralmente, los americanos tienden a sintetizar hacia lo útil las filosofías. Cuando de Landa dice que él no toma su Deleuze derecho sino en las rocas está diciendo que elimina el riesgo que implican los desplantes de su filosofía.
El filósofo mexicano explica que el Deleuze que le interesa es sistematizado y claro. En parte como respuesta a los abusos hiperteóricos antes mencionados. De Landa toma de Deleuze su ontología en la que desaparece el sujeto y lo que hay son fuerzas y sentidos, que es fundamental en su libro Mil años de historia no lineal (1997) para pensar al mundo con capacidades morfogenéticas propias tanto en escenarios culturales como biológicos o lingüísticos.
Una de las más recientes improntas que recupera a Deleuze y Guattari, y ya para cerrar una enumeración que se podría abrir al infinito, es el Aceleracionismo. El Aceleracionismo podría leerse como un concepto que creció en rizoma rápidamente y quebró una lógica lineal de la historia. El término fue acuñado por Roger Zelazny en su novela Lord of Light de 1967 y puesto en circulación en 2013 con el “Manifiesto por una política aceleracionista” de Nick Srnicek y Alex Williams. Desde ahí se abrió a debates sobre la transición al postcapitalismo, una relectura de la historia estética y política que recorre las vanguardias, el comunismo ruso, el Cyberpunk y la crisis económica de 2008. Estas repeticiones y variaciones del aceleracionismo tienen como mantra un fragmento de Deleuze y Guattari:
“Pero, ¿qué vía revolucionaria, hay alguna? ¿Retirarse del mercado mundial como aconseja Samir Amin a los países del tercer mundo, en una curiosa renovación de la ‘solución fascista’? ¿O bien ir en sentido contrario? Es decir, ir aún más lejos en el movimiento del mercado, de la descodificación y de la desterritorialización (…) No retirarse del proceso, sino ir más lejos, ‘acelerar el proceso’, como decía Nietzsche: en verdad, en esta materia todavía no hemos visto nada”
El libro que nos convoca en este homenaje, desde su publicación, abrió una línea de esperanza revolucionaria y creadora que hoy continúa. Si Nietzche fue, según cierta lectura, el ideólogo del nazismo y los soldados alemanes lo leían en la trinchera, pienso que hoy Deleuze y Guattari lo es de quienes luchan por otras formas de vida. No abogo por una izquierda radical lectora, como ya mencioné hay un ala más reaccionaria de lectores, pero sí creo que sea cual sea la causa, estos trayectos conceptuales abren mundo.
Me gusta el ir y venir de un concepto a la materia y de la idea a la forma. El concepto que abre Mil Mesetas es el Rizoma, en este se plantea la metáfora agrícola para conceptualizar las imágenes del pensamiento. Tal vez como augurio, pero la forma rizomática es el punto de entrada para pensar los trazos de este libro. Los ensayos que hoy comienzan a publicarse son, en este sentido, un destello que desea encontrarse con aquellos otros que en el pensamiento se encuentran afectivamente desde la amistad, la risa y el desconsuelo.