La sangre también es relativa
Los siguientes tres poemas forman parte de un proyecto titulado “La sangre también es relativa”.
SEÑAS NO PARTICULARES
I.
Qué fácil es recordar mi rostro más antiguo;
una bola de estambre con forma de piedra,
una radiografía olvidada sobre el piso,
los pliegues de incógnitas en un mapa arrugado.
II.
Qué placer es olvidar el futuro,
desvanecer sus letras
sin tocar sus contornos.
Y qué fácil se desdibujan;
un hilo tras otro
en la persecución
del presente.
IV.
Cuando digo presente
no me refiero a este regalo de moño rojo
con bordes afilados.
Hablo de este espejo subcutáneo
cuya carne le queda corta.
Cuando digo presente
hablo desde la dermis
cuando el tiempo, contorno
dibujado a pulso vital,
le queda grande.
V.
Qué fácil es para mí cerrar los ojos
soñarme en boronas
y despertarme granada.
PARA FALSIFICAR UNA RESONANCIA
Hay que respirar profundo
para burlar a la muerte. Hay que llevar
una pulsera de plástico en la muñeca y
tener facilidad para intuir el revés
y el derecho de las batas sin fondo.
Hay que tener el pulso firme
para ponerse en el lugar de los huesos;
hay que pedirles a las venas que estén en silencio
cuando alguien pase con una linterna
y pregunte por ellas en sus profundidades.
A nivel celular, hay que hablar quietos
y sólo en el idioma de la casualidad;
dominar la plática pequeña
antes que nuestras verdaderas intenciones hagan eco.
Como en cualquier retrato,
hay que ponerse del lado del espectador:
intuir sus líneas, sus montañas y mesetas
como un paisaje para esconder imperfecciones.
Hay que evadir temblores y risas,
y cualquier lágrima rebelde
que venga desde adentro,
para que nuestro público crea que
afuera hay alguien esperando.
No romper la concentración
entre boca y vientre.
Alinear cada poro
una vez más,
el tiempo que nos tome
convencer al mundo
de que estamos vacíos.
Mirar al fotógrafo a los ojos
para que se ría cuando le cuente
que sólo su respiración inalterada
me recuerda que estoy viva.
TANTA AGUA
Mi fantasma flota
al fondo de un vaso vacío
o a medio llenar.
Esta es mi voz, un fondo retornable
donde toda oración se contiene
en el mismo vidrio que la rompe.
Medio llena o desbordada,
dependiendo de cómo se le mire.
Espuma de mar
de baja densidad.
Nadie lo sabe, pero todos
somos hijos de la misma
depresión salina.
Venas perforadas por esa manecilla salada
que preferimos callar por miedo a invocarla.
Nunca pude inventar un nombre
para las pausas incómodas.
Para las largas esperas
o los muros que las abrazan.
Nunca pude invitarlas a mi mesa
y darles buena compañía.
Mi moneda de cambio
es esta sed que me embarca.
No me preocupa el viaje,
sino el volver a casa.
Dos corcholatas de cerveza oscura
reposan sobre mis párpados.
Me besan la frente, destapan otra ronda
y dejan que me vaya flotando.