¿Y Vientos de invierno?
El asunto con la paciencia, o mejor dicho, el asunto con esperar demasiado algo que se ha anunciado mil veces que “está por llegar”, es decir, con la impaciencia, es que termina por volverte loco.
Empecé a leer la saga de Canción de hielo y fuego en la preparatoria. Todavía no salía la serie de televisión que llevaba el nombre del primer libro, Juego de tronos, y el mundo era un lugar distinto. Habré tenido quince o dieciséis años e intentaba ocultar los pesados libros de George R. R. Martin debajo de la mesa del pupitre durante mis clases de química orgánica; desde luego, fallé un montón de veces, pero no importaba. Pronto terminé todos los libros que se habían publicado hasta el momento: Juego de tronos (1996), Choque de reyes (1998), Tormenta de espadas (2000), Festín de cuervos (2005) y Danza de dragones (2011), que leería unos meses después del estreno de la serie y esperaba con gusto los últimos dos: Vientos de invierno y Sueño de primavera. Y cuando el primer episodio de la serie llegó a la televisión, el mundo y yo nos convertimos en los espectadores ansiosos de la lucha de poderes dentro de Juego de tronos.
George R.R. Martin cuenta que comenzó a escribir la saga en 1991 cuando, mientras intentaba escribir el inicio de una novela de ciencia ficción que lo había eludido por años, llegó a su mente lo que se convertiría en el inicio de Juego de tronos: la escena donde los niños Stark encuentran a los cachorros de lobo huargo entre las nieves veraniegas. Los personajes le parecieron interesantes y escribió en tres días el primer capítulo. En ese tiempo, Martin era guionista para varios proyectos de Hollywood y se había tomado un descanso del mundo de los pilotos fallidos para televisión y los proyectos que nunca llegaban a concretarse para escribir lejos de la industria y su ritmo frenético.
Habiendo concluido de escribir el primer capítulo, guardó las páginas de esa fantasía medieval en su escritorio para seguirse concentrando en sus guiones, pero fue imposible. Sin importar el momento del día o el proyecto en el que quisiera volcarse, su mente seguía regresando a los Stark y a ese extraño mundo que había llegado a él de pronto. Siguió escribiendo.
Las páginas pronto se multiplicaron; 100, 200, 500, 1000 y el mundo crecía y crecía. Cuando le presentó el primer libro a su agente, lo hizo pensando en que sería una trilogía, aunque después se retractó y dijo que serían cuatro libros. Siguió retractándose hasta llegar a proyectar siete libros que se convertirían en la saga de alta fantasía más exitosa desde El señor de los anillos.
El encanto del primer libro, Juego de tronos, estaba (y sigue estando) en la complejidad de sus personajes y en la subversión de una de las reglas no dichas de la alta fantasía: el personaje principal siempre sobrevive, en Juego de tronos nadie está a salvo. El resto de los libros siguieron al primero y aprendimos a no encariñarnos con los personajes. O quizás a encariñarnos a sabiendas de que podrían morir de un momento a otro, de que sin importar lo justa que creyéramos que era su causa, nadie era intocable.
Dan y David
Era 2005 y se cumplían dos años desde el éxito en taquilla que había sido El retorno del rey. Hollywood estaba buscando su siguiente gran franquicia y Festín de cuervos (el cuarto libro de Canción de hielo y fuego) alcanzaba el primer puesto en la lista de bestsellers de The New York Times, que lo había reseñado como “Un mundo fantástico demasiado vil para los hobbits”. Entonces, Martin comenzó a recibir decenas de propuestas para adaptar Canción de hielo y fuego en una o varias películas, pero ninguna propuesta le parecía buena. Sabía que era dificilísimo adaptar sus libros para la pantalla grande sin cortar tramas o personajes, así que rechazó todas las ofertas que le llegaron, al menos hasta que conoció a David Benioff y Daniel B. Weiss. Aceptó reunirse con ellos y cuatro horas después (y un interrogatorio por parte de George sobre los conocimientos de los dos productores sobre su saga), se decidió que Canción de hielo y fuego sería adaptada como una serie de televisión. Entonces, nació Juego de tronos, la serie que cambiaría la televisión para siempre.
Era el inicio de un renacimiento televisivo. Los Soprano habían demostrado el enorme potencial de la televisión para contar historias de largo aliento y todas las cadenas estaban en búsqueda del siguiente gran éxito. Era la época de Breaking bad, Dexter, Lost y otras series más que harían historia; y ahí llegaba Juego de tronos, una fantasía medieval llena de intriga política, sexo, tensión, actuaciones excelentes y una producción inmensa. Esos fueron realmente los años felices.
Cada domingo nos sentábamos a ver expectantes a Sean Bean, Lena Headey, Nikolaj Coster-Wallace, Kit Harrington, Emilia Clarke, Peter Dinklage y el resto del enorme elenco de la serie que solo mejoraba temporada tras temporada. Lo que había hecho grande a Canción de hielo y fuego, adaptado con algunas modificaciones por parte de Dave y Dan, daba como resultado momentos llenos de tensión, drama y esa sensación particular, que había prevalecido en los libros, de que ningún personaje estaba a salvo. Fue un placer ver en la pantalla de la televisión lugares que solo habíamos podido imaginarnos antes: Desembarco del Rey, Invernalia, el Muro, Dorne, los jardines de la Fortaleza roja, el gran gigante de Braavos. Toda la serie era excelente: el vestuario, la banda sonora, las locaciones, el manejo de cámara, los efectos especiales, la coreografía, ¡el guion! Juego de tronos sabía ser inteligente e intrigante; dolorosa y tensa; masiva y atenta a los detalles. Parecía ser perfecta y llegó a ganar 59 Emmys y a ser considerada una de las mejores de toda la historia de la televisión. Fue la serie perfecta hasta que ya no lo fue.
El final de GoT
La serie empezó a decaer cuando alcanzó a los libros, de los que no había salido una nueva entrega desde el estreno de la primera temporada de Juego de tronos. En ese entonces Martin dijo que no esperaba que la serie llegara jamás a adelantarse a sus libros, después de todo, solo faltaban dos. En 2011 había proyectado que Vientos de invierno llegaría en 2014, a tiempo para el estreno de la quinta temporada, que además de contener partes de Danza de dragones y Festín de cuervos, empezaría a entrar en las tramas argumentales de Vientos de invierno, pero la fecha llegó y se fue sin noticias del nuevo libro. Entonces Martin prometió que la nueva entrega llegaría el año siguiente o el siguiente o el siguiente. Pero Vientos de invierno nunca llegó. Benioff y Weiss se vieron obligados a hilar por su cuenta las tramas que los llevarían al final que Martin había compartido con ellos y así, para el estreno de la quinta temporada, Juego de tronos iniciaba con un futuro incierto.
El declive fue gradual. Algo que no hacía mucho sentido por aquí, una trama extraña por acá, personajes listos comportándose de forma tonta, gente cruzando el continente en un abrir y cerrar de ojos en viajes que antes habrían tomado varios capítulos o incluso temporadas enteras, uno que otro hilo suelto, pero la serie aguantaba. Para la séptima temporada empezaba a sentirse por primera vez que los guionistas no matarían a nadie realmente importante, que este proyecto le quedaba demasiado grande a Benioff y Weiss sin la genialidad de los libros de Martin de donde adaptar los episodios. Sí, hubo escenas impresionantes, el vestuario, las actuaciones, las locaciones, los efectos especiales y casi todo seguía siendo excelente, pero el nivel de los guiones no volvió a estar a la par de los de las primeras temporadas. Entonces llegó el final de la serie, la octava temporada todavía sin Vientos de invierno, ni hablar de Sueño de primavera, el final de Juego de tronos.
Fue horrible. Los fans abucheaban a los creadores, nadie estaba contento, la última temporada nos había dado demasiado y demasiado poco al mismo tiempo y así, de pronto, todo había acabado. Los fans pidieron que se rehiciera la temporada, se firmaron peticiones, se dieron malas reseñas, pero ese fue el final definitivo de los ocho años de Westeros en la pantalla chica.
¿Dónde estuvo el error fatal que los llevó a ese final tan decepcionante? ¿Se debió quizás a la reducción de episodios por temporada que hizo que la serie se sintiera apresurada? ¿Fue la rumoreada prisa de Weiss y Benioff por dejar la serie para tomar un proyecto de Star Wars que Disney les había ofrecido y que luego nunca vería la luz? O quizás el error estuvo desde el inicio de la serie, desde la decisión de adaptar una saga inconclusa. El riesgo de que Martin no terminara Canción de hielo y fuego a tiempo para que Benioff y Weiss adaptaran sus libros para el final de la serie siempre estuvo ahí. Claro, Benioff y Weiss aceptaron adaptar la saga, pero nunca dijeron que ellos serían quienes la terminarían.
Ahora, quizás, esas cosas ya no tienen importancia. Han pasado cinco años desde el final de Juego de tronos y no parece que Vientos de invierno vaya a salir pronto. ¿Habrían sido distintas las cosas con la serie si Martin hubiera terminado a tiempo sus libros? Quizás. No hay manera ahora de saberlo. Solo sé que cada año que pasa es un año más sin el nuevo libro y, honestamente, ya no espero que salga, pero quizás por costumbre sigo haciendo la misma pregunta:
¿Y Vientos de invierno, George?
En 2011 dijiste que el libro saldría en 2014 y, de acuerdo, te creímos porque acababas de sacar Danza de dragones y hasta ese momento la espera más larga entre libros había sido de seis años. Tres años sonaba bien, sonaba optimista, incluso, pero la espera más corta había sido de dos años, así que era totalmente posible; pero la fecha llegó y se fue y no entregaste el libro, George, ¿y el libro?
Dijiste que querías publicarlo antes de 2016, que cancelarías entrevistas, dejarías de escribir guiones, ir a convenciones, escribir otras novelas. Te enfocarías en el libro, pero esa fecha tampoco se cumplió. Admitiste haber ignorado fechas límite con tus editores una y otra vez, era evidente, George, era evidente que las estabas ignorando.
Para 2018 habías publicado alrededor de cinco libros (contando libros de los que fuiste coautor y sin contar los que editaste) que no eran Vientos de invierno y para 2019 dijiste que te podíamos encerrar si no habías terminado para julio del 2020. Eso, desde luego, no pasó porque te retractaste en 2020 y dijiste que ya no te pondrías fechas límite.
En 2021 dijiste que todavía te faltaban cientos de páginas y en 2022 aceptaste que Vientos de invierno no había sido tu prioridad, pero que solo faltaban alrededor de 400 páginas por escribir. Ya es 2024 y sigue sin haber noticias del libro, quizás sea hora de aceptar que no va a llegar pronto. Mientras tanto sigues escribiendo guiones, produciendo series, dando entrevistas y asistiendo a convenciones y eso no está mal, es tu vida, desde luego, puedes vivirla como quieras, pero no puedo evitar esta sensación de deuda; este reclamo cada vez que te veo haciendo algo que no tiene nada que ver con escribir Vientos de invierno.
George, una vez dijiste que eras un escritor-jardinero, no un escritor-arquitecto, lo que sea que eso signifique, y que ibas a escribir lo que quisieras escribir, lo que te inspirara y no lo que te hiciera sentir obligado. Lo que yo creo, George, es que eres un escritor-procrastinador. Te metes en responsabilidades que no puedes cumplir, te vuelas las fechas de entrega, escribes cosas para evitar escribir otras. Escribiste Juego de tronos en lugar de la novela de ciencia ficción que querías, eso tiene que significar algo. Sobre todo, creo que nos parecemos y que por eso me enoja tanto tu tardanza porque yo también hago eso. De alguna manera, George, si tan solo te pusieras a escribir y entregaras el libro sabría que también hay un escape para mí. Por otro lado, quién soy yo para reclamarte nada o para proyectar en ti lo que sea.
No me gusta lo que la espera por este libro me hace sentir. Me vuelve un poco loquita, me pone un poco frenética, me hace stalkear por internet a un señor de 75 años cada cierto tiempo, por lo menos cada cuatro meses, y juzgarlo cuando vive su vida, cuando da entrevistas, cuando hace cualquier cosa que no sea publicar el libro. Lo más fácil para todos sería admitir que Martin no va a poder terminar la saga y una parte de mí ya lo ha hecho, pero eso tampoco me gusta. Sin su final, ¿qué queda? ¿El final de la serie? Me rehúso.
Incluso si el libro saliera este año, todavía faltaría otro para concluir la saga; con su edad y el ritmo con el que escribe los libros de Canción de hielo y fuego, parece poco probable que termine. La opción es enfrentarnos a la realidad, por más desagradable que sea y por poco que nos guste. Aceptar que si obtener una conclusión para la saga es el final feliz, pensar en que lo obtendremos es, recordando Juego de tronos, no haber estado prestando atención.