Una punzada en el alba de cada respiración
Para Luis Alberto Arellano
en su 5º. Aniversario QEPD
nacimos húmedos en el húmero hueso
de la batalla decidida
presurosos corremos al tibio frescor de la tumba
LAA (1976-2016)
Como consigna de vida en el trance de un episodio ruptura:
“no llegaré a los 40”, sentenció Luis Alberto al azar un día
de copas en el tugurio de Don Amado en Querétaro.
Ese pronóstico en vilo de un trago, un clavo ardiendo
en las palmas abiertas de la memoria, una punzada
en el alba de cada respiración mientras llegaba la hora.
Con la zozobra de cada día insistieron las pausadas horas,
las sedicentes horas índices al frente señalando el rumbo
de esa contienda desigual, vivir a expensas de un íntimo
clamor hacia lo oscuro, esa punzada en el alba de cada
respiración. Todo era cuestión de esperar . . . de esperar.
Todo era desdén hacia la luz y presagios, beber el sol con bríos
de entrega hacia el tesón suculento de la vida y las otras
de rigor para olvidar que estamos mientras nos dicta la hora,
ese íntimo clamor hacia lo oscuro, esa punzada en el alba.
Y más temprano que tarde la hora llegó relámpago desgraciado,
funesta advertencia de lo sabido en tus labios de sismo y catarata.
El golpe llegó cuando habíamos borrado tu presentimiento
de sábanas negras y la amistad era un inmenso frutero de suculentos
jugos en los veranos de tus amigos, llegó el latigazo de la muerte
cuando ya habíamos olvidado tu premonición de fuga,
tu íntimo clamor hacia lo oscuro.
Llegó en diciembre de eventos festivos y carcajadas, de abrazos fraternos
y lámparas. Llegó de súbito para el mundo un artero hachazo cuando
supimos de ti en retirada, pero de ti ni un ademán de despedida, porque
de ti ya no supimos nada.
Sobre tu aviso de ayer no hubo engaño cuando a todas luces vivimos
al par de tu generosa amistad, de la fronda fértil de tus poemas eternos,
de tu íntimo clamor hacia lo oscuro y de aquella punzada en el alba.