Tinjoroch, la vuelta que no se acaba
El tinjoroch es un juego tradicional de las infancias en Yucatán. Es un dispositivo hecho con una corcholata aplastada y un hilo de hamaca, o cáñamo, como le decimos en la península, que atraviesa su centro. La construcción es sencilla: se atraviesa un largo hilo en dos orificios previamente realizados en una corcholata aplastada, de tal manera que esta quede en medio y el hilo salga por los lados, como dos orejas. Una vez teniendo esta forma, el hilo se amarra y el juguete está terminado. Para accionarlo, solo es necesario posicionar las manos en cada extremo del cordel y tirar de las orejas para que la tapa se mueva en círculos al ritmo que le demos. A menudo sucede que nos podemos quedar viéndolo girar por horas, hipnotizados por su sonido característico, ese que solo podemos comparar con una sierra diminuta, o el aleteo de un insecto, o el paso sosegado del tiempo que transcurre en el pueblo.
Para nuestros abuelos más primeros, el conteo del tiempo era vital para su organización cultural y social. Esto no ha cambiado en esencia, pues para nosotros los mayas contemporáneos el tiempo sigue siendo fundamental para la organización. Es por ello que el cultivo de la milpa tiene una sincronía con la temporada de lluvias, así como el tiempo de la cosecha y la tumba del monte, entre otras actividades agrícolas, rituales, sociales y culturales.
La lectura del tiempo es una constante, aunque ya no se empleen las ruedas calendáricas que alguna vez usamos y que ahora se empolvan en diferentes museos repartidos en otras geografías. Nuestro tiempo es cíclico, es el tinjoroch en el que damos vueltas en katunes infinitos. Así que siempre volvemos, como una noria de viento que chifla los nombres de todos, hasta de nuestros muertos.
Quizá por eso aquí esperamos el aviso del regreso que sucede a finales de octubre. Ya desde fechas cercanas al Janal Pixano’ob (comida de ánimas), se susurran en las calles y en los encuentros el “ya estoy oliendo el Píib” o “ya se siente al aire de finados”, susurros que construyen una complicidad en quienes habitamos en pueblos mayas peninsulares, estemos vivos o muertos. Porque en la comida de finados, nos sentamos a la mesa con los que ya no están físicamente, así que nos preparamos para recibirlos con su comida y bebida preferida en un altar.
En la rueda del tiempo, la comida de finados es el punto en el que coincidimos con el tinjoroch. Es el momento de la vuelta en la que nosotros y los que están más allá de las ramas de la ceiba nos encontramos frente a frente. El tinjoroch representa la ciclicidad del tiempo. El Janal Pixano’ob es el testimonio de ese ciclo. En la península de Yucatán, algunos y algunas escritoras han manifestado la ciclicidad del tiempo a través de su escritura, como son Isaac Carrillo Can, Ana Patricia Martínez Huchim, Marcos Núñez Núñez, Hilario Chi Canul y Claudio Canul Pat. Es por ello que daremos tres vueltas al tinjoroch a través de estas voces que se han detenido a hablar desde el katún en el que la muerte, la vida, el ayer y el mañana, se conjugan en un vaivén de movimiento centrípeto.
Primera vuelta
Isaac Carrillo Can (1983-2017) fue poeta, narrador, dramaturgo y docente maya nacido al sur de Yucatán. Entre sus reconocimientos destacan el Premio Nacional de Literatura Maya Waldemar Noh Tzec (2007) y Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas (2010). Isaac jugaba con las letras y el tiempo como un niño que juega con tierra mojada y cortezas de árboles para construir insectos y ceibas. En el siguiente poema, titulado Neek’/Semilla (Círculo de lectura, 2017) nos arroja a la vuelta de la semilla que germinará, como una promesa de xooch’.
Neek’
In t’aane’,
jump’éel wóolis chak neek’ kin pak’ik tu tuuch lu’um,
Beyo’,
le kéen méek’a’ak xma uj tumeen u ts’ook jump’éel in áak’abile’,
yaan junkúulche’tal tu’ux ch’oj ch’íich’o’ob kun k’ayik in k’ajláay.
Semilla
Mi voz, mi palabra,
es una semilla roja que siembro en el ombligo de la tierra,
así,
cuando mi última noche abrace a la luna,
será un árbol grande en cuyas ramas, pájaros azules canten mi memoria.
Para Isaac, la palabra es la semilla del regreso, pues cuando esta se escucha, se siembra en el ombligo, o como decimos aquí, en el tuuch’ para que no nos perdamos en el regreso a la casa de la memoria.
Segunda vuelta
Ana Patricia Martínez Huchim (1964-2018), narradora y recopiladora de tradición oral maya. Fue Premio Nacional de Literatura Indígena Enedino Jiménez, con el libro U k’a’ajsajil u ts’u’ noj k’áax. Recuerdos del corazón de la montaña, y autora de libros de gran impacto para la literatura maya contemporánea, entre los que destacan U yóol xkaambal jaw xíiw. Contrayerba (2013) y Tsíimin tuunich, Jwáay miis yéetel Aluxo’ob. Antología de relatos orales mayas (CDI, 2015).
X’Pati es la mujer de las mil voces; como un ajtóojol prestó sus manos y su palabra a la comunidad en su más amplio sentido, ese que se extiende más allá del antropocentro, pues en su producción literaria se presentan las voces de los animales, de los muertos e incluso de las cosas de los muertos. Ejemplo de ello es el cuento Jpaax sa’e’ yéetel jpaax k’óol/Desventuras de aquellos músicos del atole y del k’ool (CDI, 2018) en el que realiza un homenaje al universo de los músicos del pueblo, que llenan de vida las fiestas. En este cuento, narrado desde la perspectiva de un saxofón cuyo músico ha muerto, nos presenta una mirada de los velorios en los pueblos, esos llenos de recuerdos, comida, convivio y bebida.
Jpaax sa’e’ yéetel jpaax k’óol
Te nak’lika’, te peka’aneni’ yóok’ol jump’éel xla’ kisibche’, táan in paktikech chúumuk naj yanech, te tuts’kinsa’anechi’ yóok’ol jump’éel mayakche’ yéet u chéen sak nook’il. Yaan kants’íit kib t’aba’antako’ob yéetel ya’ab nikte’il a báak’pachil. A wu’ulabo’obe’ ken okko’obe’ ku ch’enebtiko’ob a wich te tuts’kina’anech. Tene’ mixmáak ku naats’al tin wiknal. Mantats’ bey úuchij, kex múul paaxnako’on chéen teche’ ka papaxk’abtal, ka bo’otal xane’, tene’ ma’.
Beooráa’ yaan máake’ ku kapik taak’in tu k’ab a watan leti’ tun choj uya’il u yiche’ tun k’amik a tak’ine’. Bey úuche’, ken k paaxnako’on ka ki’ kaltal, teech ka láaj xuupik a náajal, ken k’uchkech ta wotoche’ ku ya’alik ti’ teech a watane’:
—Le beya’, nuxi’, tu’uxan u tojol a paax.
—Ma’ tin konaje’, jets’ekba’alo’ —ka tuch’liken.
—Ma leti’ kin k’áatik techi’, jets’ekba’alo’ -ka tuch’liken.
—Ma’ leti’ kin k’áatik techi’, jeta’an mejen, ma’ patkabaj; tin k’áatke’ u tojol úuchak a bo’ota’aj.
—¡Ay xnuuk, lelo’ tin láaj xuupaj!
Desventuras de aquellos músicos del atole y del k’óol
Arrinconado sobre un viejo banquillo, veo que te han encaramado en una mesa con mantel blanco, en medio de la casa. Cuatro velas encendidas y muchas flores te rodean. Cuando las visitas llegan, van adonde te han colocado para contemplar tu rostro, a mí nadie se me acerca. Siempre fue así… aunque tocábamos juntos, sólo a ti sólo a ti te aplaudían y sólo a ti te pagaban.
Ahora, algunas personas ponen billetes y monedas en las manos de tu esposa que llora. Siempre fue así… cuando teníamos tocata, con gusto te emborrachabas y gastabas todo tu pago y al llegar a tu casa tu mujer te exigía:
—Viejo, ¿dónde está el producto de tu música?
—No lo vendí, allí está —y me señalabas.
—¡No te pregunté eso, mejen kisin, no te hagas!, me refiero a tu pago
—¡Ay, vieja, lo gasté todito!
Para Pati, la muerte se engarza necesariamente a la vida, a la risa, a la celebración. Este cuento fue escrito en honor a su padre, quien en vida fue un músico de la región oriental de Yucatán.
Tercera vuelta
Esta tercera vuelta gira a varias manos. Referimos al relato oral Le ku’uk wayak’naje’/La ardilla que soñó (Ideazapato, 2013). Este relato oral fue documentado por Marcos Núñez Núñez, quien en 2012 obtuvo mención honorífica en el concurso de ensayo Alfonso Villa Rojas, con el texto: El discurso profético. La identidad étnica en la narrativa oral de los mayas de Quintana Roo. De la mano de Hilario Chi Canul, realizó la recopilación y traducción a lengua maya, respectivamente, de la historia sobre este relato compartido por don Claudio Canul Pat. El relato transita sobre la muerte y la importancia de los sueños. A continuación, presentamos un fragmento.
Le ku’uk wayak’naje’
—U’uyej, Maam —ku ya’alik— ¿te’exe’ ba’ax ka beetike’ex?
—Aj, táan ak beetiko’on jun p’éel chan kibilil, tumen kíinsa’ab le óotsil Maama’
—¿Jach jaaj?
—Jach jaaj, ti’ yaan te’elo’, óotsil, kimen. ¿ma’ wa uts ta wich a láak’intiko’oni’?
—Ma’alob… ma’alob —ku ya’alik le tsuubo’.
—Chen ba’ale’, Maam, k’a’ana’an a síijik jun p’íit a payalchi’ ti’.
—¡Chan tsuub! ¡chan tsuub! —ku ya’alik le tsuubo’, tumen bey u payalchi’ le baj yéetel le tsuubo’, ku ya’alik u k’aaba’ob.
La ardilla que soñó
En aquel lugar estuvieron los tres animalitos haciendo ese chan velorio, pero pasó tanto tiempo que la pobre ardillita comenzó a pudrirse. Como ya olía mucho, al ratito llegó un zopilote.
—Oyes, Mam, ¿qué están haciendo?
—Ah, Mam… ¿sabes una cosa? —dijo la cigarra—. Mataron a esta pobre Mam y le estamos haciendo su chan velorio.
—¿Sí?
—Sí. ¿quieres acompañarnos?
—Claro, ¿por qué no? —dijo el zopilote, que se unió a la cigarra, la tuza y el sereque para seguir velando a la ardilla que tuvo un sueño terrible.
Cada una de estas tres vueltas nos envuelve en una impresión de huracanes, de fragmentos de rompecabezas que combinan los caminos de la ceiba que conecta a los vivos con los muertos, de lenguas de pájaros, de la muerte que se encuentra en los sueños, en la comida, en la siembra y en aquellos sueños en los que se recuerda la vida: la vida en su sentido más digno, aquel que se esconde en la dignidad y en la permanencia, en la semilla que no saben que somos.
El tinjoroch es una fuerza centrípeta que busca su centro, que camina sobre los cuatro puntos cardinales y visita en katunes a chik’in, lak’in, xaman y nojol. ¿Qué voces traerá este año?, ¿qué montes recorrerán los finados convertidos en animales e insectos? ¿Cuánto tenemos que jalar las orejas de la memoria para sentarnos en la mesa? Porque como dijo el poeta maya k’iche’, Humberto Ak’abal, “Si el tiempo es un ciclo, caminar hacia adelante solo nos lleva al olvido”.