Regando la imaginación
He pasado toda mi vida cerca de la costa de Bosaso, Somalia. No conozco ninguna otra región. Mientras que la gente de barco, aquellos que anhelan nuevos hogares en lugares como Londres y Luxemburgo, arriesgan sus vidas en buques cargueros, yo me planto firme sobre la tierra y cuento historias. Les cuento a mis hijas historias acerca de reyes y reinas guerreras, gente que lucha por la libertad y poetas. Cuento estas historias para recordarles a mis hijas y a mí misma que Somalia es una tierra fértil en historia y mitos. La única semilla que requiere ser regada con regularidad es nuestra imaginación.
Mi hija más grande, Suldana, está enamorada de otra mujer. Tiene dieciocho y pasa los días trabajando en nuestro kiosco, donde vende leche y huevos, y por las noches se escabulle rumbo a la playa para ver a su amante. Se arrastra de regreso a la cama al amanecer, con olor a mar y a sal y a perfume.
Suldana es hermosa y envuelve esa belleza en torno a ella como una manta de estrellas. Cuando sonríe se le marcan unos hoyuelos y es inevitable sentirse cautivado. Cuando camina por la calle los hombres la miran y chiflan y sufren. Pero no pueden tenerla. Todos los días llegan proposiciones de matrimonio con ofertas de grandes dotes, pero las rechazó. Nunca hablamos de estas cosas como se supone que deben hacerlo las madres con sus hijas; respeto su privacidad y le permito vivir su vida.
En la cultura somalí hay cosas que suelen no decirse: cómo amamos, a quién amamos y por qué amamos de ese modo. No sé por qué Suldana ama de la manera en que lo hace. No sé por qué ama a quien ama. Pero sé que al respetar su privacidad le permito soñar de una forma en que mi generación no era capaz.
Le permito alcanzar algo que ninguna de las dos puede articular.
Así que llevamos nuestras voces y nuestras historias al mar. Cada tarde caminamos por la orilla y escribimos nuestros sueños y anhelos en pedazos de papel. Envolvemos piedras con esos papeles y los sujetamos con ligas. Después lanzamos esas piedras cargadas de nuestros sueños y esperanzas al océano. Mi madre y la madre de mi madre solían hacer esto. Para nosotras es una manera de expresar algunas de las cosas que no podemos verbalizar. Es una manera de compartir nuestros más íntimos secretos sin pena ni miedo. Al hacerlo hemos creado nuestra propia mitología e historia.
Suldana debe tomar esa historia y forjar su propio futuro. Y cuando lo haga, yo honraré mi promesa como su madre e iré con ella. No miraremos atrás.