Por la ciudad en las alas de Ángel
III
PANTALLA DE COMPUTADORA
ALGUIEN INTENTA TECLEAR SUS MEMORIAS
Vivir en México es jugar a la Ruleta Rusa Bizarra, porque el cargador siempre está lleno de municiones. El azar no existe en una sociedad surrealista, como la pirinola de una sola cara, donde todos ponen un rostro indiferente a las muertes que siembra la violencia, sobre el granero más grande del país llamado Sinaloa. Si tienes dinero compras seguridad, si eres Godinez participas en el Juego de la Oca inhábil de dados a cambio de balas, extorsiones, secuestros exprés y asesinatos…
Un dedo sin uña se posa sobre la tecla suprimir y el texto desaparece de la pantalla. Algo de lo escrito no convenció al Detective Walfredo Rondán.
- Qué caso tiene escribir este blog si a todo mundo le vale madre. A la raza nomas les gusta leer puras pendejadas, sería un hecho insólito leer más de cincuenta comentarios en la columna El Séptimo Día de Juan José Rodríguez.
A los 39 años hay hombres y mujeres que disfrutan su soltería. Los más, que son muchos en apariencia, se regocijan en el “Y vivieron felices por siempre”.
Otros, como Walfredo, compraron un condominio en el purgatorio porque la renta en el infierno se le hacía muy cara. Aunque su verdadero apellido era Roldán, él estaba harto de que la gente nunca supiera pronunciarlo, les era indiferente cambiar la letra “L” por “N”, así que, después de muchas discusiones y pleitos absurdos, prefirió cambiarse el apellido a Rondán. Walfre dejó de ser un tipo rudo años atrás. A sus casi cuatro décadas de vida, él podría asegurarle que visitó todos los países del mundo. Encaró a los matones, sicarios y torturadores de distintos clanes o sectas satánicas. Su especialidad era la extracción de almas en cuerpos puros. Tenía el conocimiento y la habilidad para realizar exorcismos, podía evitar que las Misas Negras se consumaran y salvar críos antes de ser dados en sacrificio al demonio. Él era un operador de HELL DOVES, el último y más joven que superó las pruebas de sus antecesores, a fin de obtener un lugar en el círculo selecto de “Operadores” que todavía servían a la Corona Británica, antes de que la Iglesia Católica perdiera el apoyo secreto de Bretaña. El error de Roldán o Rondán fue que se enamoró a los 30 años de una joven que rescató, que pudo ser víctima de un secuestro exprés pero los torturadores querían sacarle el corazón para entregárselo al líder de su secta. Una pista casi ilegible llevó al detective al paradero de la joven. Cuando esta fue raptada, ella conjuró un hechizo que deshilaba su alma como si fuera un cordel, sus captores no sabían que la chica tenía estos dones. Para Walfredo, resultó sencillo el haber captado la esencia de la joven, de nombre Minerva, pudo liberarla y los hombres que la tenían secuestrada fueron desollados, sus cadáveres aparecieron colgados de un puente peatonal. Ser agente de HELL DOVES tenía un precio alto: no comprometerse con nadie. El corazón podía interferir en el resultado de las operaciones. Cada agente juró con sangre este apartado. “¿Quieres ser operador? Déjala, entonces”, fue la primera advertencia que Rondán recibió de su superior. Durante una misión en Managua, donde el agente seguía la pista de un grupo paramilitar que rendía culto al demonio Belfegor, se enteró que Minerva esperaba una hija suya, no dudó sobre su paternidad porque un lazo místico los unía. Los nueve meses de embarazo pasaron rápido, el agente no descuidó su trabajo ni levantó sospechas entre sus jefes. Así transcurrieron cinco años, Walfredo, su esposa e hija vivían en una pequeña casa en el poblado de Tacámbaro, Michoacán. Como agente de HELL DOVES podía moverse con libertad por todo el país. Pero durante una llamada telefónica algo alertó a las personas que estaban del otro lado de la línea, el agente no se percató que desde otra habitación su hija lo buscaba. ¿Dónde estás papá?, decía la pequeña Sofía. Y lo que comenzó con amor terminó con dolor. No hubo un convoy de agentes en cubierto, tampoco camiones o una tropa de paracaidistas que aterrizara sobre los cerros michoacanos. Sólo llegó a Tacámbaro un hombre que vestía una Guayabera blanca, viajó en camión desde Morelia hasta el pueblo donde demoró menos de treinta minutos para encontrar a su agente. La reacción de Walfredo no fue de terror o asombro, sólo sintió que le robaría a Dios dos almas y se las entregaría a Satanás, un cambio de moneda nada más.
- Aquí siempre está nublado, verdad —le comentó el hombre de Guayabera blanca a Walfredo. —No me gustan los viajes rápidos porque no tienes tiempo de conocer todos los atractivos. Ahorita voy a desayunarme unos tacos de carnitas y me voy al mercado a comprarme unos dulces típicos. ¿Cuánto tiempo te gusta que me demore? ¿Unos treinta minutos? Bueno, ya sabes tú tarea, hazlo rápido porque nos vamos a Nuevo Laredo terminando aquí.
Y comenzó a caminar calle abajo el sujeto que cimbró al agente más joven de HELL DOVES, al último de su especie que sobrevivió a la Purga de Juárez y todavía tenía fama de sanguinario en Europa. Ese récord de vidas arrebatadas y encuentros cercanos con la muerte le engrosó la piel pero su corazón era débil. —Vamos a ver caricaturas papá —dijo la pequeña Sofía cuando miró la mano de su padre colocarse sobre su cabeza. La palma izquierda de Walfredo cubría el cráneo de la niña, sus dedos llegaban a rascarle la nariz con ternura. En su mano derecha, el agente tenía un anillo que brillaba con luz propia cuando una fuerza demoniaca lo acechaba. Él no podía asesinar a su hija, él jamás lo haría. Rondán cerró los ojos, respiró hondo y comenzó a susurrar unas palabras desconocidas para el oído común:
T’vogh im marminy lini k’vo gortsik’y, t’vogh hogis lini k’vo chanaparhy
Que mi cuerpo sea tu herramienta, que su alma sea tu tesoro.
El anillo de Salomón comenzó a brillar, su intenso titilar captó la atención de Sofía que lo veía con asombro. — ¿Es magia papá? —preguntó la niña esperando la respuesta de su padre. Un par de ojos negros la miraron desde arriba, todavía tenía la mano sobre la cabeza de la pequeña. CLACK. Un rápido movimiento de muñeca terminó con todo. El cuerpo con el cuello roto no alcanzó a caer al suelo, la sujetó de los cabellos y la cargó hasta la casa. A los tres minutos se escuchó otro CLACK. Lo acordado entre el Hombre de la Guayabera Blanca y su agente se consumió. Pasó la media hora y el mando superior regresó, comía un dulce de limón con coco rallado.
- Por eso eres un superviviente. Siempre tienes un plan B para todo. Vámonos temprano, quiero alcanzar a comprar unas ollas de barro en el mercado —dijo el hombre de Guayabera blanca y se marcharon.
De esto, pasaron casi cinco años, Walfredo se desterró. Ya nadie la contrataba pero seguía recibiendo su paga como agente HELL DOVE. Yacía en estado pasivo, hasta que llegara otra vez el momento de trabajar.
Walfre pasó sus últimos días en una cabaña de Teacapán, que su amigo Joaquín Hernández le rentó. Hoy desayunó Chicharrones de Pargo con frijoles puercos y de postre Cocadas al Horno. Sobre la mesa del comedor había un ejemplar del libro El Güilo Mentiras, del escritor Dámaso Murua con prólogo de Eduardo Antonio Parra.
Era su momento de relax en la Perla Camaronera de Escuinapa, un paraíso de bicicletas e historias comunes. El detective leía desde su laptop la página del periódico El Debate que se reía del Gobernador de Sinaloa, su mujer lo salvó del linchamiento masivo ante las demandas de cientos de ciudadanos que protestaron por el asesinato de un policía que era homosexual.
- La Señora Bonny tiene huevos; mira que ganarle ese volado al Gobernador, esta vieja se metió en un alacranero, la raza no perdona si no les cumples y menos cuando se trata de una vida, pobre bato.
Tocaron a la puerta de la habitación, era la administradora Hortencia Quevedo, para informarle que un hombre de guayabera blanca pregunta por él.
- Ésele Walfredo eres difícil de rastrear eh.
- Ese es mi jale Man, ser una sombra.
- Bájale, bájale pinche noir. Tienes trabajo, mañana te vas a presentar con el Gobernador y su señora, te van a encargar que investigues el caso del policía joto que mataron en Mazatlán.
- Y yo por qué dijo Fox?
— ¡PORQUE URGE!
- Pero yo trabajo con la mierda.
- Pues sí pero la Señora Bonny la cagó y te toca limpiarle las nalgas a la vieja, ni te estrujes porque esa madre seguramente es crimen pasional.
- ¿Y por qué sacas esa conclusión tan rápida Connan Doyle?
- Porque así se maneja siempre. Vas a trabajar en cubierto, mañana presentan a un grupo de güeyes que serán la cara de todo el pedo y seguirán mis órdenes, pero tú le reportas al Procurador.
La conversación era un cruzado de golpes sin conectar a nada. Ambos sujetos se respetaban y ninguno cruzaba los límites del otro.
- ¿Es cierto que estuviste en Catemaco haciendo un jale hace poco? —preguntó Walfredo a su superior.
- No sé de eso —el hombre de guayabera esbozó una fría sonrisa en su rostro, sin dejar de mirar a Walfredo.
- Nomás acuérdate Rondán que las palomas no vuelan en el infierno —dijo el sujeto que ya se despedía de su compañero.
- Pues por ahí dicen que están haciendo nidos otra vez —bromeó el agente, mientras el otro desaparecía a través de la puerta.
A Walfredo Rondán se le terminó su periodo de exilio. Sabía que, en unas horas, volvería a sentir en sus manos el delicado roce del metal de su arma. Pero antes de empacar todo, se dio cuenta que su visitante dejó un sobre amarillo sobre la mesa donde se leía Capitán Infierno.