Performance art, performatividad y nuevas teatralidades
Voy a empezar por el cuerpo. El cuerpo del actor cuando se deja ir. Dejarse ir cuando de pronto uno es sólo eso: Cuerpo que piensa, siente y quiere. Voy a explicarlo diferenciando las capacidades cerebrales del cuerpo en el que residen nuestros «tres» cerebros, apoyándome en el trabajo de Claudio Naranjo que comparte:
Estamos dotados de un cerebro reptiliano, que es el más primitivo y podemos llamar instintivo. Luego hemos desarrollado esa parte del cerebro llamado «cerebro medio» o sistema límbico, que hemos heredado de los mamíferos, junto a la maternidad y al amor materno; y en el amor materno podemos reconocer la raíz biológica del amor al prójimo pues se trata de una relación en que un individuo percibe al otro y se comporta hacia tal otro como hacia un otro yo más que hacia un extraño (y es a este otro que no es propiamente un otro que llamamos un «tú». (Lo que los santos y las distintas tradiciones espirituales tienen de especial, es que han logrado desarrollar esta cualidad del amor materno hasta su límite extremo, haciéndolo universal o incondicional). Por último, hay esa parte del cerebro propiamente humana: el neocortex, íntimamente asociada a la función intelectual, que nos hace homo sapiens.
El cuerpo sería ese instrumento con el cual nosotros podemos movernos; el movimiento puede estar relacionado con el lenguaje de palabras en el momento que utilizamos nuestro cuerpo para crear, estas tres partes (anteriormente descritas) trabajan de diferente manera. Así, cuando un intérprete de música ejecuta una pieza escrita a priori para ser interpretada, el cuerpo entra en resonancia con la partitura para lograr una conexión con el otro.
Clásicamente, la ejecución, interpretación y, específicamente en teatro, a la representación, son sinónimos en español de lo que inglés se nombra performance, que es distinto al nombrado performance art. Éste último es aquel arte donde el cuerpo es el principal creador, no se interpreta un texto previo y no media un director o una partitura; es sólo el instante y el cuerpo que ejecuta y piensa al mismo tiempo la acción.
Esta idea de performance art que se realiza desde hace muchas décadas y que se desarrolló dentro de las artes visuales y desde otras disciplinas —también escénicas como el trabajo de Jonh Cage—, tiene toda una historia que lo legitima. Desde el arte visual buscando salir de lo objetual para mostrar el proceso, el presente de la hechura de la obra (por decirlo de alguna manera) y los segundos dentro de las artes escénicas, también abarca su salida por completo de la estructura, del texto y del director o partitura, para desprenderse de la materialidad de la obra (o de la idea de obra) y a partir del espacio y el cuerpo busca, hasta hoy, un nuevo modelo para crear obra en presente.
A partir de esta ruptura moderna, el performance art comenzó a dialogar con todas las demás artes porque tenía la necesidad de desposeimiento, necesitaba que la mente se despojara quizá de su cerebro intelectual y se conectara con el cuerpo, y esta sensación de las pasiones —que subyacen en la pelvis y el torax— es compartida por bailarines y actores por igual. La necesidad de bajar el texto —de que las cosas vengan desde el coxis— es lo que ha llevado a la exploración de la inteligencia del cuerpo o «de la verdad» del cuerpo sobre el pensamiento. Así, sentir, desear y querer no es lo mismo que pensar, ya que a partir del movimiento se crean verdades que no son evidentes a la mente racional.
El objetivo de lo que en nuestro país se conoce como performance (no tenemos necesidad de diferenciar performance, como ejecución, de performance art, el arte de la acción), al arte que se le adjudica —por sus principios y su propia historia— la búsqueda de la libertad en la ejecución presencial. Tiene que ver con la improvisación (aunque ésta última tiene sus derivaciones como la Impro, género teatral creado a partir de ciertas reglas de estructuración dramáticas, o la improvisación con máscaras). Podríamos decir que, al menos de la forma clásica, hay una especie de texto o textualidad para la ejecución de estas ramas.
Es decir, en el momento en el que el texto deja de ser parte fundamental de la puesta en escena (alejamiento del textocentrismo) el espacio teatral toma forma de espacio para el cuerpo, y entonces sucede la libertad de creación desde una acción creadora de sentido, de signo, de lenguaje.
El cuerpo comienza su recorrido en esta búsqueda de verdad, de comunicación directa y en presente sin la mediación de un director o de un texto, es decir sin la mediación de una creación a priori que estructure la presencia del cuerpo en el espacio. A esta acción se le denomina hoy performatividad, pero ésta se da sólo cuando realmente no hay mediación, y cuando hay una exploración sobre el lenguaje del cuerpo y lo que él mismo nos puede decir sobre un concepto o idea. Es así que el teatro de presentación (o teatro posdramático) utiliza lo performativo dentro de su estética.
Lo performativo sería entonces esa libertad del actor de crear en el instante, a partir de su cuerpo e incluyendo voz, un lenguaje. La diferencia que encuentro entre el teatro y el performance art como tal, es que en el teatro la acción casi siempre va encaminada a ser parte de una estructura dramatúrgica que recrea un universo poético y que, a su vez, puede generar un concepto o una trama no necesariamente aristotélica.
El performance art no busca cánones dramáticos, es más huye de ellos para ir a otro espacio del cuerpo.
Entonces, las nuevas teatralidades tienen la posibilidad de utilizar las herramientas de los lenguajes del cuerpo como el clown, las máscaras, la comedia del arte y la improvisación, para llevar la elaboración fuera del drama hacia lo performativo y es ahí donde nos encontramos con la danza, la música y el performance art, que sin duda dota de otras búsquedas a la dramaturgia y a la teatralidad en sí misma.