Tierra Adentro

La artista Fritzia Irizar oscila entre la alquimia y el tabú. Con su obra Naturaleza de imitación, encontró un motivo para observar críticamente fenómenos rituales que van desde el espectáculo político y la culpabilidad mundana hasta la idea de inmortalidad y la trascendencia simbólica.

En una compañía estadounidense llamada Infinity Diamond se fabrican diamantes a partir del carbono que se extrae del pelo natural. La creación de esta piedra preciosa tiene, entre otros objetivos, funcionar como un recuerdo postmortem que se materialice en algo más allá que las cenizas del fallecido, pues este elemento contiene todas las propiedades biológicas de una persona. Irizar utilizó este nuevo método con diversos miembros de la comunidad rarámuri, quienes donaron su pelo cuando la ayuda de organizaciones internacionales y de caridad estuvo presente en la zona durante el periodo de hambruna.

Aquí comienza el tabú: la utilización de un momento mediático y una comunidad vulnerable para generar arte; una acción que se podría interpretar como una profanación a los principios éticos de un pueblo indígena o un acto que se asemejaría a la pérdida de fuerza de Sansón, cuando Dalila lo traiciona cortándole el pelo.

Aunque el pelo, entendido como un elemento que tiene virtudes regenerativas se ha utilizado desde culturas milenarias tanto como trofeo y ornamento, como un mecanismo para la seducción y la memoria. Y el diamante, símbolo de poder, explotación y colonización es una ostentación que aún hoy en día tiene connotaciones éticas y ambiguas.

Aquí comienza la alquimia: Al transformar el pelo en diamante, la artista parte de la idea de permutación de una forma a otra desde un acto simbólico. A medias entre el trofeo y la ofrenda, el diamante representa la perpetuidad de un hecho que se rememora y se olvida. Con ello, Irizar señala las implicaciones éticas y económicas de un acontecimiento histórico desde un objeto de lujo y poder. Irizar no pretende disimular una transacción dadivosa ni ser un agente social de cambio para los rarámuris. Su intención es que el diamante se inserte dentro del circuito del arte contemporáneo como cualquier objeto de consumo y así, participe del mercado.

Este diamante consecuentemente es testimonio y documento, una especie de voto que se podría asociar a las pelotas de barro con pelo enterrado que se utilizaban en el antiguo Egipto y que eran colocadas junto con los difuntos. Una ofrenda que se convierte en una representación eterna de la inmortalidad a pesar de la inopia.

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