Meth Z: Una pieza sin final, aquí comienza el libro
Cuando Gerardo Arana montó Meth Z pasaba por un brote psicótico y a la vez estaba más lúcido que nunca. Y escribo montó porque todo Meth Z es el reciclaje de la narrativa que había escrito en sus últimos dos años. Un montaje perfecto, sin duda alguna. A una velocidad espectacular. Por aquel entonces Gerardo vivía en el andador Jesús García, en Querétaro, y desde ahí armaba una serie de proyectos que parecían no tener forma ni estructura. Aun así, logró terminar dos libros que ahora consideramos esenciales.
En varias de las visitas que le hice en su departamento, Gerardo me aseguraba que hacía una novela en tiempo récord. Escritura a tiempo real. Decía que las novelas podían escribirse desde el copy paste y contar una gran historia. Normalmente iba cada dos o tres días a visitarlo. Siempre encontraba acuarelas, piezas de madera, hojas, libretas y ceniceros. En ese lugar Gerardo me leyó Bulgaria Mexicali y atestigüé el armado de Meth Z, que en ese momento era el primer borrador de Pegaso Zorokin.
—Warpola —me decía con las manos llenas de tinta—, si juntas todos tus cuentos y todos tus mails, eres un escritor. Si juntas todos tus cuentos y todos tus mails y le gustan a Herralde, eres un escritor de Anagrama.
Con esta elocuencia y una clara línea narrativa, Gerardo logró una de las novelas más épicas y misteriosas de la literatura mexicana contemporánea. Una obra que logra sacar de quicio a algunos lectores e impactar a otros. La novela interminable, el final sostenido, todo envuelto en las muchas historias que se cruzan y se comunican de manera sublime, porque vienen de la misma psique.
Por estas razones, el proceso de Meth Z desde que comenzó a publicarse por entregas en la revista Radiador (dirigida por Emmanuel Vizcaya y Daniel Malpica) bajo el título Pegaso Zorokin, fue de naturaleza mutante y subdividida. Todo esto hasta que llegó la primera edición en Tierra Adentro, editada también por Malpica, quien unió la pedacería que nos dio la primera versión, ya de culto.
Sin embargo, a esa publicación le faltaba un último capítulo sin final llamado “Beatriz Destruída”, que hasta ahora ha aparecido únicamente en la versión apócrifa que hizo Yániz A. Secas, teórico de la obra araniana. Este capítulo sería la tercera parte de la novela, pero Gerardo no alcanzó a terminarlo. Esto es todo lo que se conoce de Meth Z, los demás son proyectos fuera de la intención de este libro.
En esta necesaria e imprescindible segunda edición de Tierra Adentro, se integra la última parte inédita junto con una restauración de erratas justificables por la premura y desparpajo de la obra de Gerardo. Asimismo, en esta versión revisada se entrega un texto que permite entender mejor el proyecto, sin alterar el trabajo original ni las experimentaciones textuales que el autor trabajó a conciencia.
Aquí termina la saga de Gerardo Arana, con una pieza sin final, desvanecida en negro, como él hubiera querido. “Pegaso Zorokin”, “Met Zodiaco”, “Copy & [Hack]” y “Beatriz Destruída”, es Meth Z, todo conforma esta única pieza que se armó en la vorágine de pocas semanas bajo el halo de la locura literaria y con la intención de derribar los procesos de los altos géneros.
Desafortunadamente ya no hay más obra inédita de Gerardo, pero sus letras permanecen con fuerza, y en esta edición definitiva se podrá acceder a su universo con la seriedad y la demencia que se merece.