Máquina de pan
No utilice la máquina como fuente de calor.
(Del instructivo Máquina de pan)
Quizá siga en casa de mi tío
el maltratado instructivo de la máquina de pan.
Texto empolvado que utilizó como manual de vida.
Me leía fragmentos como si fueran mantras.
Mi tío recién divorciado compra una máquina de pan.
De todas las cosas importantes para llenar un departamento,
se fija simplemente en esa máquina.
No tenía refrigerador. No tenía una cafetera. No tenía un
horno.
No tenía nada que se le pudiera llamar cocina.
—Por algo se empieza —decía mi tío.
Una máquina y un hombre que empiezan desde cero.
Mi tío se comportaba de una forma extraña.
Dejó de comer carne
—el hombre que varias veces vi atragantándose en el asado—
empezaba una nueva dieta de pan y soledad.
Toda la familia conocía la historia del divorcio,
el alcoholismo, los golpes,
las gemelas que estaban tristes.
Yo solo sabía que mi tío
se obsesionaba con una máquina de pan.
No sé si pueda decir que mi tío era panadero.
Todos sus panes los preparaba la máquina.
Él solo ponía los ingredientes
uno por uno,
luego la máquina hacía el trabajo.
Una noche sonó mi teléfono,
eran las 3 y algo de la mañana.
Escuché a alguien decir:
“Se quemó el pan, se quemó el pan”.
Sonaba triste el tipo.
Recordé un cuento de Carver
“Parece una tontería”.
Los mantras que mi tío prefería
se encontraban en el apartado ‘Consejos prácticos’.
“Conecte con la máquina.
La máquina de pan debe estar conectada a tierra de forma segura.
No utilice la máquina como fuente de calor”.
Uno encuentra el alcohol,
pero extravía el manual donde aparece
la guía de solución a problemas técnicos,
el qué hacer cuando golpeas a tu esposa,
cuando abandonas a tus hijas,
“cuando las medidas incorrectas
se traducen en resultados inadecuados”.