La silla ausente
Jorge Téllez llama la atención acerca de la importancia que tiene analizar no sólo las añejas representaciones de las mujeres en la literatura nacional (como la romántica figura de la prostituta y otras recurrencias que se mantienen desde el siglo XIX), sino también su presencia y capacidad de decisión dentro de los diversos espacios culturales. Para empezar, evidencia algunos números en premios e instituciones de gran prestigio en México que resultan bastante significativos, lo suficiente como para impulsarnos a hacernos más preguntas y a realizar tareas concretas: visibilizar, analizar formalmente la disparidad entre hombres y mujeres en estos campos.
I. Sexo oral y nociones de métrica latina: cincuenta pesos
Estamos en 1833.
A 22 de julio, para ser exactos.
En la primera página del periódico La Libertad se publicó el artículo “La educación de la mujer y la prostitución”.[1] Su autor, el periodista, escritor y diplomático José Tomás de Cuellar escribió, a la vez orgulloso y consternado, sobre la cada vez más creciente presencia de las mujeres en las escuelas y, por lo tanto, en el mundo profesional. La aparición de abogadas, doctoras, periodistas era para él motivo de celebración, pues comprobaba que “la mujer puede ir tan lejos como quiera, y que acepta y seguirá aceptando de buen grado, y con provecho, las ventajas prácticas de la instrucción, que liberal le ofrece el sexo fuerte”.
Aunque la cita merece por sí misma un largo comentario es necesario seguir porque, muy rápidamente, la alegría por la inserción de la mujer en el ambiente público desaparece para dar paso a una preocupación: que en los últimos veinte años, dice el artículo, las ciudades más cosmopolitas han padecido aumentos alarmantes en la práctica de la prostitución. La aparente desconexión de estos dos datos se soluciona sin problemas. Para José Tomás de Cuéllar, estos veinte años concuerdan precisamente con “el periodo en que ha ido en proporción ascendente la instrucción de la mujer”. Listo –debió pensar el autor–, una vez explicada la hipótesis, es posible seguir el camino hacia el análisis de casos.
Caso 1: En los Estados Unidos, conocido por el “carácter varonil y resuelto de las americanas”, el número de infanticidios va en aumento y esto, está claro, se debe a que la emancipación de la mujer genera egoísmo y olvido de las tareas maternas, “matando el hogar y destruyendo la familia”.
Listo –debió pensar el autor–, con un caso nos basta. Ya estamos listos para la conclusión: “Como dato colectivo, y como hecho innegable, la estadística universal pone de manifiesto que la prostitución en el mundo ha aumentado en razón directa de la ilustración de la mujer”. Y es que, por supuesto, la lógica del autor es infalible: cuando las mujeres carecían de acceso a la educación, la clase ilustrada no estaba interesada en contratar los servicios sexuales de mujeres iletradas; sin embargo, en el momento en que “al atractivo físico pudo la mujer agregar la educación”, ya no hubo pretexto para no pagar por sexo si, además y por el mismo precio, el galán en turno podía también discutir, qué sé yo, la obra de Homero o de San Agustín, por decir algo.
La educación de la mujer genera vicios y su presencia en la vida pública se restringe a un espacio marginal y moralmente reprobable: “¿Cómo podrán entonces los hombres borrar esa mancha, o al menos disimularla, cuando instruyen y prostituyen a la mujer al mismo tiempo?”.
II. Bellas y talentosas
Estamos en 2014.
A 8 de marzo, para ser exactos.
Para mucha gente, al parecer, éste es el día internacional de improvisar frases estúpidas sobre por qué se conmemora el día internacional de la mujer. En el periódico El Universal, un artículo celebra la ocasión con perfiles de mujeres emprendedoras y con puestos públicos bajo el título: “Bellas y talentosas”. En Facebook, el amigo de una amiga se queja amargamente: “¿Por qué sólo hoy festejamos el día de la mujer? ¿Qué no nos deleitan las mujeres todos los días del año?”. En Twitter: “Si no quieren que les diga feminista, entonces no me digan machista”.
Hay una línea clara en la representación de la mujer en la literatura –aunque no sólo en la literatura– que va de las Décimas a las prostituta de México,[2] un pequeño legajo de 1707 con noventa y tres poemas que se encuentra en el Archivo General de la Nación, hasta la magnífica novela Canción de tumba de Julián Herbert, publicada en 2011. Esta representación, usualmente idealizada, está sucintamente explicada en el título de un artículo que la revista electrónica Cuadrivio publicó a finales de diciembre del año pasado: “De putas y madres. La mujer y el melodrama prostibulario en México”.[3]
Esta constante en la representación literaria de la mujer provoca diversas reacciones. La más común es la indiferencia y parte de un modelo formalista mal interpretado que propone la literatura y, por lo tanto, la representación literaria, como algo “autónomo”. Según esta idea, lo que sucede en los libros se queda en los libros y su relación con el mundo referencial no es relevante. El problema con este modo de leer es que niega la agencia del artista para ofrecer un punto de vista sobre lo que está representando. Claro, se puede escribir una novela cuya historia suceda antes de la abolición de la esclavitud sin que por ello el texto se convierta en una obra pro-esclavista. Una película sobre los nazis no es necesariamente pro-fascista. Un poema sobre una prostituta no es necesariamente machista. Pero esa delgada línea está basada en el punto de vista que presenta los materiales.
La concepción literaria de la mujer como una madre o una puta es un tópico y como todo lugar común reproduce una manera de ver el mundo. Pero los lugares comunes existen por tres cosas: porque son útiles, porque funcionan, y porque le permiten al artista partir de un mismo lugar, común, conocido, para llegar a otro muy distinto, propio. Si hoy, en 2014, alguien escribe una novela en donde el personaje cuestiona el acceso de la mujer a la educación, eso se puede hacer mediante un tono y un punto de vista que refleje que han pasado algunos años desde 1833 y que el mundo, alguna parte del mundo, ya no es así. En cambio, si no hay en la escritura de ese personaje más que esa idea, y si esa idea no pasa por el filtro del énfasis, o de la sátira, o de la hipérbole, entonces lo único que hay es la reproducción de las mismas tonterías que se escribían hace más de un siglo.
Lo que quiero decir es que un personaje misógino no hace misógino el texto, de la misma manera en que una tormenta en el libro no hace que hablemos de literatura acuática –o eso espero–. Sin embargo, un personaje machista sin un filtro que vindique o cuestione ese machismo, ése sí, es una reproducción burda de estructuras heredadas. De manera rupestre lo explica el lugar común de los actores de Hollywood: si la historia no justifica el desnudo, entonces es pornografía.
III. “Libertad por el saber”
La pregunta que no responde este texto es si la representación literaria nos dice algo sobre el lugar que ocupan las mujeres en el sistema literario y cultural mexicano, sobre hábitos de escritura y de lectura, sobre acceso a publicaciones y, en su caso, a diferencias de circulación. Se trata de pasar del tema de la representación de la mujer al de su presencia en la esfera literaria y cultural. La otra pregunta, quizá más importante, es: ¿para qué?
Recientemente, la organización Vida: Women in Literary Arts realizó un censo en el que se concluía que, en los principales suplementos y revistas culturales del mundo anglófono, el número de mujeres reseñistas y reseñadas es considerablemente inferior al de hombres.[4] Valdría la pena hacer un ejercicio parecido en México, pero una rápida revisión de medios de acceso a la publicación o al medio literario y cultural ofrece un adelanto de cuáles serían los resultados:
-El Colegio Nacional, cuyo lema es “Libertad por el saber”, fue fundado en 1943. Desde ese año ha tenido noventa y cuatro miembros; tres han sido mujeres[5].
-Del total de miembros en activo y electos de la Academia Mexicana de la Lengua, veintisiete son hombres y seis son mujeres.[6]
-Desde su fundación, el Premio Nacional de Ciencias y Artes, que otorga el estado mexicano, ha premiado en su categoría de “Lingüística y Literatura” a sólo cinco mujeres en sesenta y cuatro entregas.[7]
-Un premio tan prestigioso como el Alfonso Reyes ha premiado a tres mujeres en treinta y siete ediciones.[8]
-El Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para obra publicada, desde 1980, ha sido otorgado a ocho mujeres en treinta y cuatro entregas[9].
-El Premio Bellas Artes de novela José Rubén Romero, desde 1978, ha sido entregado a 8 mujeres en 34 entregas[10].
Un dato interesante es el del Premio Bellas Artes Juan Rulfo para primera novela, en el que el número está mucho más proporcionado: doce mujeres en treinta y dos ediciones[11]. Llama la atención porque se trata, como lo dice su nombre, del primer acercamiento que pueden tener jóvenes narradores con la industria de los premios y con el mundo institucional de la literatura. ¿Qué pasa después? ¿Cuáles son los mecanismos que interceden para que la balanza se desnivele tanto? Hay que enfatizar que los números por sí mismos no bastan, y que su relevancia consiste en que además de mostrar desequilibrios, aluden a una realidad que existe. No basta con, por ejemplo, elevar el número de premios dedicados especialmente a las mujeres, ni sería suficiente con, mágicamente, equilibrar el número de premiados y premiadas. Los números no son la enfermedad sino el síntoma de una realidad. Tampoco se trata de negar la diferencia, ni de imaginar un discurso vacío en el que todo lo que hagamos, todo, tenga que ser sometido al recuento y la estadística. Cierto, transcribir números no soluciona el problema ni tiene por qué hacerlo. Si para algo, hablar de estos desequilibrios puede ayudar a que se desnaturalice ese machismo enraizado, petrificado, del que sí hablan los datos.
De estos apuntes se desprenden tareas. ¿Qué pasaría si se contara y analizara información sobre la cantidad de mujeres que publican con respecto a la cantidad de hombres? ¿Y cuántas mujeres trabajan en posiciones de poder y decisión en las editoriales con respecto a los hombres? ¿El lugar común de que no se lee a mujeres proviene del desequilibrio entre mujeres y hombres publicados o de algo mucho más profundo que tiene que ver con prácticas sexistas en la lectura?
Hay algo evidente en las prácticas culturales que está hablando, mal, sobre nosotros. Para intentar arreglarlo, primero tenemos que verlo.
[1]El artículo se puede consultar en línea en la siguiente dirección http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080046422_C/1080043727_T20/1080043727_T20.html
Agradezco a Luz América Viveros, especialista en literatura del siglo XIX, por sugerirme el texto.
[2]Al respecto se puede revisar el trabajo “El amor venal en las décimas a las prostitutas de México”, en la página web del Círculo de Poesía, publicado el 24 de diciembre de 2008 en la siguiente dirección: http://circulodepoesia.com/nueva/2008/12/el-amor-venal-en-las-decimas-a-las-prostitutas-de-mexico-i/
[3]El artículo de Susana López Aranda, publicado el 29 de diciembre de 2013 se puede consultar aquí: http://cuadrivio.net/2013/12/de-putas-y-madres-la-mujer-y-el-melodrama-prostibulario-en-mexico/
[4]La información del censo se puede consultar aquí: http://www.vidaweb.org/the-count/
[5]Datos consultados en la página web de El Colegio Nacional: http://www.colegionacional.org.mx/SACSCMS/XStatic/colegionacional/template/content.aspx?se=miembroslistado&t=1
[6]Datos consultados en la página web de la Academia Mexicana de la Lengua: http://www.academia.org.mx/Academicos y en el sitio: http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Miembros_de_la_Academia_Mexicana_de_la_Lengua
[7]Datos consultados en la página web del Premio Nacional de Ciencias y Artes: http://www.pnca.sep.gob.mx/Historico_Galardonados.html
[8]Información disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Internacional_Alfonso_Reyes
[9]Datos de la página web del Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para obra publicada: http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=71:premio-bellas-artes-de-narrativa-colima-para-obra-publicada&catid=86:convocatorias&Itemid=71
[10]En dos emisiones, el premio se declaró desierto. Datos de la página web del Premio Bellas Artes de Novela José Rubén Romero: http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=65:premio-bellas-artes-de-novela-jose-ruben-romero&catid=86:convocatorias&Itemid=71
[11]No se registran ganadores en dos emisiones:1987 y 2012 (declarado desierto). Datos de la página web del Premio Bellas Artes Juan Rulfo para primera novela: http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=63:premio-bellas-artes-juan-rulfo-para-primera-novela&catid=86:convocatorias&Itemid=71