La masacre de Texas, a cincuenta años de su estreno
Ante el calor insoportable que hay en la rural Texas, Kirk y Pam deciden apartarse de los demás amigos e ir en busca de un cercano y pequeño lago, pero ya no existe. Mientras coquetean y juguetean, en su camino ven una casa enorme y deciden ir hacia ella en busca de gasolina, pues, al parecer, hay un desabasto en el pueblo y a ellos les queda muy poca para continuar con su viaje.
Todo parece normal, pero el lugar se ve muy deteriorado y, además, hay varios autos como abandonados o destartalados que están medio escondidos en la parte trasera de la casa. Al llegar a la puerta principal, Kirk la toca. Saluda, pero nadie responde. La puerta se entreabre. El interior es oscuro, pero se pueden ver unas escaleras que llevan al segundo piso y, más al fondo, una pared llena de cráneos de reses y cabezas de otros animales. Kirk vuelve a saludar sin obtener respuesta y ahora escucha sonidos como de un cerdo, por lo que decide entrar al fondo de la casa a ver qué es, pero tropieza. En segundos, un hombre enorme y robusto que, al parecer, trae una máscara, aparece dándole un mazazo en la cabeza a Kirk, haciéndolo retorcerse en el suelo como un animal recién golpeado en el matadero. El hombre grande lo remata; lo jala hacia dentro y cierra abrupta y violentamente la puerta corrediza de metal, dejándonos con la incertidumbre de no saber quién es ni por qué hizo eso.
Aunque ya sabía que ese hombre horrible y enorme era el famoso Leatherface, esa primera aparición de él hizo que mi primo, mi hermano y yo saltáramos un poco, pues era la primera vez que veíamos esa película. Sobre todo, era la primera vez que observábamos en detenimiento a uno de los asesinos más reconocidos en la historia del cine de terror. Recuerdo que hasta pausamos la cinta para ver en su totalidad al monstruo texano que aparece con más detenimiento minutos después, trayendo consigo una máscara de piel humana, una camisa rosa de manga corta, una corbata y un mandil amarillo como de carnicero —todo eso muy sucio, sudado y percudido—.
Si bien nos sorprendió un poco la aparición tan tempestuosa de Leatherface, algunos eventos previos de la película ya nos habían incomodado, como las imágenes de cuerpos humanos desenterrados y en mal estado; o el hombre loco que el grupo de amigos recoge en la carretera y que termina navajeando a uno de ellos; así como también algunas escenas con acercamientos a nidos de arañas, animales o huesos que formaban figuras como de brujería.
En particular, me perturbó que, en el prólogo escrito de la película y narrado al inicio por el actor John Larroquette, se dijera que los hermanos Hardesty y sus tres amigos presenciarían un día lleno de “demencia y sadismo”; que lo que aconteció ese día “conduciría al descubrimiento de uno de los crímenes más atroces en la historia de los Estados Unidos”. Me hizo pensar a mis catorce años que, verdaderamente, los estadounidenses estaban muy trastornados.
Teníamos entre trece y quince años cuando pudimos conseguir la película. La compramos en un puesto de “cine de arte” en el Tianguis del Chopo, junto a otro clásico del gore y lo “prohibido” de ese entonces: Holocausto caníbal. Por esos años (1999), las copias de DVD aun no existían y comprarla original era imposible; solo nos alcanzó para pagar noventa pesos por cada película grabada en VHS. Aunque estábamos expectantes por una posible negativa del vendedor (pues realmente nos veíamos aun muy niños), este ni se inmutó cuando le pedimos ambas películas, a pesar de que una era clasificación R y la otra, D. Recuerdo que hasta le pedí que las probara para cerciorarnos de que la grabación se veía bien. Sin duda, el Chopo siempre nos facilitó el acceso a muchas cosas, aunque casi siempre abusaba de los precios.
Si bien al terminar de ver la película no se cumplió con todo lo que nos prometieron —pues no fue ni tan aterradora ni tan grotesca como se decía—, sí nos dejó con la intención de, en un futuro cercano, ver los títulos siguientes que tenía la saga, aunque las críticas no fueran del todo buenas.
Algo que de cierta manera no me gustó fue que, de vez en vez, la tensión alcanzada se rompía por momentos chuscos o surreales, que hacían que, más que miedo, el filme diera risa o repugnancia al ver que gente así podía existir —como la infantilidad de Franklin en todo momento; o la inocencia de todo el grupo de amigos que viaja en la furgoneta; aunado a cuando Leatherface se disfraza como su abuela para darle de cenar a su familia, pues hasta maquillado está, y ya ni qué decir del abuelo que está más muerto que vivo—. Entre la inmundicia y el caos, el director Tobe Hooper nos da pequeños respiros con estas cosas de humor negro que, en lo particular, siento que le quitan esa atmósfera tétrica y sombría que por momentos alcanza la película.
Y es que se dice que, con la finalidad de que la clasificación de la película fuera PG (con supervisión de los padres), Hooper eliminó algunas escenas que también podían generar más polémica, como en la que muestran a Leatherface escoger una máscara con peluca más femenina, para después verlo maquillarse con polvo, rubor y labial sobre su horrible máscara; o bien, una escena en primer plano de Nubbins Sawyer desangrándose con una cara repulsiva mientras, al fondo, se ve a su hermano Leatherface, corriendo e intentando atrapar a Sally. Sin embargo, nada de esto ayudó y la clasificación que se le dio al filme fue R, porque, más allá de esto, sí tenía mucha violencia, sangre y gore que, en ese entonces, no se veía con tanta frecuencia en las películas.
Cuando la vi por primera vez, no había acceso a internet como ahora; más bien, nos enterábamos de esta y otras películas similares por recomendaciones de conocidos, o por leer revistas que se “especializaban” en cine gore y de terror. Años después, descubrimos que lo que vimos no fue real y mucho menos ayudó “al descubrimiento de uno de los crímenes más atroces en la historia de los Estados Unidos”, sino que todo fue una estrategia del director para atraer a más público, sumado a que, en la década de los setenta, hubo un creciente número de casos de asesinos seriales y sensacionalismo con el tema, que se trataba en los medios y era muy común. Esto ayudó a que el director promoviera de ese modo su película. Lo que sí es real es que Hooper se basó en los asesinos seriales Elmer Wayne Henley y Ed Gein para crear a Leatherface y su familia: los Sawyer.
Por un lado, se inspiró en Henley para crear a la familia, pues este homicida participó en los “Asesinatos en masa de Houston” en los primeros años de la década del setenta y fue responsable, junto a Dean Corll y David Owen Brooks, de secuestrar, torturar y asesinar a más de veinte adolescente y jóvenes. Este caso es considerado uno de los más brutales de la historia de Estados Unidos.
En cuanto a Leatherface, Hooper se inspiró en Ed Gein (también conocido como “El Carnicero de Plainfield”), un asesino serial de los años cincuenta que mutilaba cadáveres, robaba tumbas y tomaba la piel y huesos de sus víctimas como trofeos. Cuando lo capturaron, la policía encontró varios objetos cubiertos con piel humana y huesos de sus víctimas, tal como lo vemos en la sala de la casa de los Sawyer. Cabe señalar que fue tal el impacto que tuvo Gein en la sociedad estadounidense, que también fue la inspiración para crear personajes como Norman Bates en Psicosis y Buffalo Bill en El silencio de los inocentes.
Hooper también cuenta que ponerle una sierra eléctrica a Leatherface viene de un pensamiento que tuvo cuando se encontraba en una tienda y se hartó de tanta gente que había, pues no podía salir; por lo que, al encontrase con unas motosierras en su camino, pensó en encender una para que las personas se dispersaran (cosa que, aclara, no hizo; solo lo imaginó).
Pero también hay un aura tétrica y de desgracia que rodeó a Hooper en la creación de toda esta película y su universo fílmico, pues, en el libro The Texas Chain Saw Massacre: The Film That Terrified A Rattled Nation, el escritor Joseph Lanza cuenta que Hooper estuvo presente cuando Charles Whitman disparó desde la torre del reloj del campus de la Universidad de Texas, matando a dieciséis personas e hiriendo a otras treinta y uno (además de también matar a su esposa y madre horas antes) el 1 de agosto 1966. Ese incidente es considerado como uno de los peores asesinatos en masa en un espacio público en la historia de Estados Unidos. Aparte, se trasmitió “en directo” por varios medios de comunicación. Lanza dice que esta tragedia marcó la visión que Hooper tenía del mundo.
Hablando de la crítica que, desde luego, también hay en el filme, estudios e interpretaciones de especialistas muestran algunos subtextos que pueden verse. Y es que, más allá de que Leatherface y su familia eran unos caníbales y asesinos por naturaleza, la idea de jóvenes viajando por Estados Unidos al estilo hippie contrastaba con esta otra realidad que había y aun hay en ese país: lo pueblerino en su faceta oculta, conservadora y sanguinaria; estos habitantes alejados de las grandes urbes y de todo lo que eso conlleva. Se había generalizado un disgusto de estas poblaciones que nunca han salido de su entorno y que se ven fastidiadas y amenazadas por gente que llega de fuera; más aun si ponemos en contexto que, en esos años, Estados Unidos estaba inmerso en la guerra de Vietnam y, en estas zonas rurales o apartadas del día a día, eran muy mal vistos los jóvenes que no estaban trabajando o luchando (en la guerra) y se la pasaban “sin hacer nada”, criticando a su país y enalteciendo el lema “haz el amor no la guerra”. Se puede decir, en síntesis, que, en la película, se ven diversas contraposiciones como lo rural vs. lo citadino; la “clase trabajadora” vs. los hippies; lo moderno vs. lo antiguo; la guerra vs. la paz; el pasado vs. el futuro; y, finalmente, el bien vs. el mal, todo representado por los jóvenes que viajan vs. la familia Sawyer.
Otra crítica que hace la película es a la industria de la carne, cuando Franklin les narra cómo es que se mata a las vacas en los viejos mataderos: a partir de golpes con mazos en la cabeza, o bien, con armas de aire comprimido. Sus acompañantes se sienten asqueados, a lo que Pam responde: “Nadie debería matar animales para comer”. Esto —más los cuerpos humanos que la familia Sawyer mutilaba, comía y vendía— fue, quizá, la razón por la que Guillermo del Toro decidió ser vegetariano por un tiempo, luego de ver esta película.
De igual forma, La masacre de Texas fue un parteaguas que, en definitiva, sentó muchas de las bases del cine de terror que se haría en los años siguientes y hasta nuestros días. Quizás lo que más se nota en un principio es que el terror sobrenatural se cambió por un terror más terrenal y palpable, pues, en la película, los fantasmas, el diablo o los seres de otras realidades no son lo que provoca terror en los personajes ni en el espectador; más bien, lo que provoca miedo es ver a gente matando gente y disfrutando de hacer esto y otras cosas peores, dejándonos ver que el ser más peligroso que existe en la tierra es el ser humano.
Y es que fincar a todos los asesinos de la época (así como anteriores y posteriores) en Leatherface y su familia fue como hacer todavía más visible que estos seres existían y existen en nuestros entornos: criminales despiadados que nos hacen sentir miedo dentro de nuestra cotidianidad, dentro de los lugares que habitamos como punto primario, para sentir terror y desconfianza de las personas que nos rodean.
La masacre de Texas también fue parteaguas del termino final girls, que consiste en una chica que, a pesar de todo, sobrevive al final de la película mientras sus amigos y/o familiares mueren a manos de los sádicos asesinos de las historias, convirtiéndose en una especie de heroína: una figura que, al inicio, parece la más indefensa e inocente, pero que, al final, termina venciendo o escapando del psicópata. Así lo hace Sally Hardesty, quien, al final, logra huir de esta familia de temibles caníbales.
Cabe señalar que este término, final girl, fue utilizado por primera vez en 1992, en el libro Men, Women and Chainsaws: Gender in the Modern Horror Film, de Carol J. Clover, en el cual la autora abordó desde una perspectiva feminista el cine de terror y, en específico, el subgénero slasher.
Y es que, si bien la primera final girl que surge dentro del cine es Jess Bradford —personaje de la película canadiense Black Christmas (1974), que de igual forma sobrevive a un asesino dentro de una fraternidad femenina en un campus universitario— su película no tuvo la relevancia ni popularidad que sí tuvo La masacre de Texas, estrenada ese mismo año, por lo que se le acuñe a Sally Hardesty el título de la primera final girl.
Pero esta “chica final” no se queda solo en este par de cintas, sino que la veremos como una constante en películas de años venideros y consideradas ya clásicas, como Halloween, Alien: el octavo pasajero, Viernes 13, Pesadilla en la calle del infierno, Scream, Se lo que hicieron el verano pasado; y en películas más recientes que, de igual manera, se sitúan en el subgénero slasher, como Boda Sangrienta, Viernes negro, Feliz día de tu muerte, Camino hacía el terror, entre muchas y muchas más.
Como acotamiento, el subgénero slasher viene el anglicismo slash (que significa cuchillada) y tiene como característica principal la inclusión de un asesino enmascarado o sin rostro visible, que mata brutalmente en su mayoría a jóvenes que, generalmente, están fuera de casa y sin supervisión adulta, ya sea en viajes o fiestas en donde las drogas, el sexo y el alcohol son la tónica de su mundo. De igual manera y a grandes rasgos, este psicópata utiliza cuchillos, herramientas o cosas afiladas para cometer sus crímenes.
Si bien el slasher se dio a conocer masivamente con La masacre de Texas, el subgénero su funda en películas como Psicosis, Peeping Tom, Dementia 13, Profondo Rosso y Bahía de Sangre, que presentaron algunas de sus primeras características. Un boom más amplio se dio en la década de los ochenta con películas como Halloween, Viernes 13, Pesadilla en la calle del infierno, Chucky: el muñeco diabólico y, desde luego, ya en los noventa, con toda la saga de Scream (que, de igual forma, utiliza a la final girl como un elemento fundamental en su historia).
Como toda buena película que impactó a gran parte del público que la vio por primera vez, La masacre de Texas se volvió toda una franquicia de la cual se desprendió una saga que ha dado a luz a un total de nueve películas —entre continuaciones, remakes y hasta nuevas interpretaciones— que han hecho imposible olvidar al psicópata asesino con la máscara hecha de piel humana.
Si bien ninguna de las películas posteriores logró superar a la original de 1974, sí hay algunas cosas interesantes o particularidades que aparecieron en estas, como la actuación de un joven Viggo Mortensen como Tex Sawyer (hermano de Leatherface) en La masacre de Texas 3 (1990); o las actuaciones de los ganadores del Óscar, Matthew McConaughey y Renée Zellweger, interpretando a Vilmer Sawyer (pariente de Leatherface) y a Jenny (la final girl de esta entrega) en una de la peores películas de la saga —si no es que la peor—: La masacre de Texas: la nueva generación (1995).
Una nueva entrega producida por Michael Bay y protagonizada por Jessica Biel (La masacre de Texas del 2003) fue un buen intento de revalorizar la franquicia, pues, a partir de esta y su buena crítica, se programó una trilogía que se vería truncada por la muy mala precuela que hicieron después, titulada Masacre en Texas: el inicio (2006).
Finalmente, un intento más reciente que revivió de nueva cuenta a Leatherface (luego de cinco años) y que, a mi parecer, no fue tan malo como la crítica lo dice, fue la última entrega hecha por Netflix, titulada de la misma manera que la de 1974: La masacre de Texas (2022). Este filme ignora todas las películas y universos hechos en la saga; la ponen como una continuación de la primera, pero cincuenta años después. A grandes rasgos, el psicópata de la máscara estuvo escondido todos esos años y reaparece para matar a un grupo de jóvenes influencers, que destruyen su pasividad y entorno en el que, al parecer, vivía tranquilamente, al querer comprar e invertir en un poblado semi-abandonado de Texas, para remodelarlo y convertirlo en una nueva zona exclusiva y de moda (muy común en estos días).
Esta película tiene una crítica muy visible y abarca muchos de los problemas que hay en Estados Unidos actualmente, como la violencia y asesinatos en masa dentro de las escuelas; la facilidad al acceso y compraventa de armas; la gentrificación y, desde luego, las nuevas juventudes, a las que solo les interesan los likes, los streamings y sus redes sociales. Ante esto último, el director crea una escena muy buena y con mucho humor negro en la que se ve a muchos de estos hipsters grabar cómo Leatherface los está matando con su motosierra. Los vemos más preocupados por grabar lo que les pasa que por salvar sus vidas o ayudar a alguien. Un plus de esta película es que reaparece Sally Hardesty, la única sobreviviente de aquella matanza del 73, pero ahora como una guardabosques que ayudará a los nuevos jóvenes en problemas y, de paso, intentará vengar la muerte de sus antiguos amigos.
Realizada con un presupuesto de apenas 140 mil dólares y con tan solo cuarenta días de rodaje en el calor extremo del verano de Texas, esta película, a pesar de ser censurada en países como Australia y Reino Unido y cancelada en muchos cines alrededor del mundo, logró recaudar 30 millones solo en Estados Unidos en sus primeros años, y más de 300 millones de dólares en ganancias a la fecha, convirtiéndose en un clásico que sigue cautivando y atrapando a viejos y nuevos amantes del terror a cincuenta años de su estreno.
Como Michael Myers, Freddy Krueger, Jason Voorhees, Charles Lee Ray o Art The Clown, Leatherface siempre estará dispuesto a regresar cuando menos lo esperemos, ya sea en una secuela, precuela, serie, o bien, una nueva interpretación, porque bien sabemos que el mal de estos seres monstruosos (además del dinero que generan) nunca se va, nunca muere del todo.