La lección de canto
Hablando del Cangrejo, querido niño… ¿sabías que sus pinzas son así sólo por ti?
Su forma es el fruto que cae de un árbol; el árbol sale del amor entre la Gravedad y las curvas del mundo por el que hoy resbalas contento.
Pero ese amor es más que sonrisas entre una pelota y una señora invisible. También hay que tomar en cuenta el costal cobrizo donde caben todas las cosas con las que los amantes arman al cangrejo.
Podrá parecerte, la envoltura de un molusco, demasiado brusca y te preguntarás cómo pueden dormir así, con la armadura puesta. Es normal que pienses que es mejor tener piel de niño que piel de cangrejo pero no debes sentir pena por él. Él es feliz siendo lo que es pues no sabe que se puede ser otra cosa.
¿Sabes que un cangrejo es como un suéter tejido por una anciana? Sólo que no está hecho de estambre sino de enlaces químicos que van enredados del cuello unos con otros. Es una familia de enanos bailando alrededor del fuego en un claro del bosque. Cada uno tiene un nombre y una opinión sincera sobre cuál es la mejor manera de asar malvaviscos.
La forma de la pinza es admirable. Quiero que aprendas a verla. No es nada fea, lo que pasa es que tiene un gran corazón, el cangrejo, y su amor se le sale por las pinzas. Parece un gran accidente, tal vez. Una cadena montañosa en un planeta lejano donde todos se odian. Pero esto es porque el cangrejo, te digo, quiere mucho al mundo y cuando lo coge ya nunca quiere dejarlo ir.
Es como cuando yo te agarro y te detengo y te levanto alto sobre el altar de mármol. Recuerda la capilla junto al mar: tenía una cúpula, tenía una bóveda, y su nervadura era tan bella como las pinzas de un cangrejo.
Si el cangrejo te levantara sobre el altar, es verdad, te cortaría en dos —¡snip!—
te cortaría en dos aquí, por la cintura. Pero eso es sólo porque el cangrejo te quiere mucho y te quiere cerca, para poder admirarte. Sabes, su amor viene desde un lugar muy lejano. Viene con demasiada fuerza. Y sus manos cortan. Y tu piel es suave.
Por eso hay que darle las gracias. La forma de sus pinzas es un tributo a tu propia forma, que es divina. Y todos queremos coger a Dios y ya nunca dejarlo ir.
Ahora, mírame bien. Yo también tengo un corazón, querido niño. A mí también podrías aprender a admirarme. Pues cuando te levanto alto y te sostengo mi pulso es firme. El dorso de mi mano es rugoso y cuando oscurece mi puño podría aplastar cualquier pinza. Pero mis palmas son suaves. Sí, mi corazón no es tan grande como el de un cangrejo,pero mis palmas son suaves
Mis manos son así sólo por ti.