La eternidad de Elena Garro
El 22 de agosto de 1998, en un hospital de Cuernavaca, Morelos, la gran Elena Garro falleció. Hacía algunos años que se había mudado a la ciudad de la eterna primavera, ella, su hija y sus gatos. Vivía retirada y relegada del ambiente literario mexicano. Había vuelto en 1993 de París en donde se encontraba exiliada desde hacía veinte años. Su situación económica era precaria. Padecía enfisema pulmonar.
Según la crónica de Merry Mac Masters publicada en La Jornada al día siguiente del triste suceso, narra de su funeral que: “Apenas siete arreglos de flores blancas, rosas, crisantemos y margaritas, rodean el féretro donde reposan los restos de Elena Garro”. En la misma nota dice que al cierre de la edición de ese día había aún muy pocas personas. En la “agencia Gayosso había más reporteros que dolientes” y menciona la presencia de algunas autoridades culturales y sus familiares cercanos, entre ellas su hija, Helena Paz Garro: “Helena da un sorbo a su Coca Cola Light, suspira, pero en su rostro no se asoma ninguna lágrima, aunque sus primos tienen a la mano una caja de pañuelo desechables: “hay que hablar de mi madre. ¡Quiero hablar de mi madre! Muchos dicen que ella es la mejor escritora de este país, pero yo diría que no sólo es la mejor escritora de habla hispana, es la mejor del mundo; es magnífica y no lo digo porque sea mi mamá, ¡eh! Es la mejor escritora del Siglo XX, del mundo. Es mucho mejor, incluso, que Virgina Wolf”.
En la gran mayoría de las notas de la prensa del 22 y 23 de agosto de 1998 se hace referencia a la trayectoria literaria de Elena, como se hace siempre que un escritor muere. También se mencionan algunos de sus libros y sus premios (solo el Villaurrutia por Los Recuerdos del porvenir), su exilio en París después de ser acusada de instigar la revuelta estudiantil de Tlatelolco en 1968, aunque también haya sido galardonada con el Premio Juan Ruíz de Alarcón, el Sor Juana, el Grijalbo de Novela y el Nacional de Narrativa Colima.
La nota del periódico El País refiere fuertemente la relación sentimental con Octavio Paz desde la cabeza del breve texto pasando por las declaraciones que la hija de ambos hiciera después de la muerte de su padre, unos meses antes, en las que acusara a María José Trianin, de “concubina” y centra su atención en eso. 1
Otras notas del 23 de agosto de 1998 menos afortunadas, ni siquiera logran poner correctamente el año de nacimiento de la escritora y reproducen algunas de las declaraciones más radicales de Elena, como esa en la que dice: “Me atribuyeron puras estupideces. Hasta llegaron a decir que era una espía del Vaticano y que trabajaba para Fidel Castro”, dotándola de esa imagen de mujer desquiciada y poco paciente que se le ha atribuido.
No es de sorprenderse, cuando Garro murió tenía encima muchas cosas que no favorecían que su obra se leyera y se respetara como hoy en día. Entre ellas sus ideas controversiales, como lo refiere en una entrevista Patricia Rosas Lopateggi: “Elena es una figura muy contestataria, muy irreverente, anti-institucional. A Elena Garro hay que verla dentro de su contexto histórico. Comienza a escribir periodismo en los años 40, en una época muy cerrada en donde todos los medios estaban muy controlados por el Estado. Y Elena nunca va a pertenecer a ninguna camarilla en el poder. El círculo en el que ella se movía, como esposa o ex esposa de Octavio Paz, era el círculo de los llamados intelectuales de izquierda. Elena se movía en ese círculo, pero no le pertenecía: ella iba a contracorriente de esas camarillas en el poder. Elena va a hacer un periodismo sin concesiones, va a criticar la hipocresía, la falsedad de los intelectuales dizque de izquierda que en realidad estaban al servicio del erario. Eso es lo que ella les va a señalar una y otra vez de una manera además mordaz, muy aguda, inteligente y brillante. Nunca va a pactar con el poder”2
Tuvieron que pasar algunos años para que Elena tuviera la relevancia y los lectores voltearan a sus libros. A lo mejor su vindicación viniera a raiz del centenario de su nacimiento, casi veinte años después de su muerte, en el 2016. Con ese motivo empezaron los homenajes, los conversatorios y circularon diversas antologías que hicieran que la atención a su trabajo se reactivara, esto también propició que surgieran diversos estudios entorno a su obra. Algo de sobra merecido.
II
1998 fue un año que pudo haber pasado sin pena ni gloria. De no ser por Francia 98 y Ricky Martin con su “Copa de la Vida” difícilmente tendríamos algún otro referente. Algunos nostálgicos aún recordamos muchas de las cosas que lo atravesaron, películas como Armageddon o Tienes un e-mail, discos de pop y uno que otro acontecimiento político. Pero al 98 en México también lo define la pérdida de dos de las figuras literarias más importantes del Siglo XX, quiero decir, las muertes de Octavio Paz y de Elena Garro. Quienes además de compartir el año de muerte también compartieron muchos años juntos y una hija.
Intentar descifrar el panorama cultural de entonces sin ambos resulta inútil, pues aunque murieron con algo más que una enemistad de por medio, los trabajos literarios tanto de Elena como de Octavio son piezas que se leen como partes complementarias como lo es la luz de la sombra: “Hablar de ella es hacerlo de quien fue el envés, obsesivo y doloroso, de Octavio Paz. Contra él vivió, contra él escribió. Pero no agotó su biografía en la lucha contra el tótem. Su proximidad al PRI y su servicio secreto, y, sobre todo, sus errores ante la matanza de Tlatelolco, la volvieron una escritora maldita”, dice Jan Martínez en su columna en Babelia.3
No obstante, la obra de Elena es algo más, como dice el escritor Geney Beltrán, Elena Garro “buscaba diferentes soluciones técnicas y estructurales para asuntos que le interesaron muchísimo y uno de los grandes asuntos presentes en su obra es la situación de la mujer de clase media mexicana, enfrentada a una sociedad patriarcal y machista; Elena Garro es autora que abrió camino a las nuevas generaciones de escritoras”.
Actualmente tanto Rosario Castellanos como Elena Garro han sido tomadas como estandartes para revindicar la escritura de las mujeres mexicanas contemporáneas. Sus obras se han puesto en la mesa como figuras tutelares a la hora de romper el silencio y visibilizar el trabajo de las escritoras.
III
A decir verdad, por estos tiempos, pocas cosas me hacen sentir orgullosa de ser igualteca. Entre esos orgullos están: la comida, mi familia y Elena Garro. Muestra de ello es el retrato al óleo que custodia mi casa. Es el cuadro que el pintor guerrerense Enrique Barrios hiciera para mí como regalo de cumpleaños. Una Elena jóven y sonriente desde lo alto de la pared principal de mi departamento, mirándome todos los días desayunar, comer y cenar, escribir, beber y cantar.
Me gusta que así sea pues siempre que algún invitado llega por primera vez a mi casa, sobre todo aquellos que no están familiarizados con ella o con su obra me da la oportunidad de bromear diciendo que es una tía o es mi abuelita cuando era jóven.
Algunos me han dicho que es muy bonita, otros tantos queriendo agradarme incluso han querido encontrarnos parecidos físicos. Después de un rato les digo que es la gran Elena Garro y los mando a leer Los recuerdos del porvenir o la Semana de colores según adivino en su temperamento sus gustos lectores o sus necesidades. Los pocos que me han hecho caso, luego me lo comentan y siento que retribuyo así un poco de lo que me ha dado Elena a lo largo de todos estos años leyéndola.
Aunque Elena Garro nació en Puebla en 1916, pasó muchos años de su vida en Iguala, Guerrero. Su infancia. Vivió en la calle de Alarcón, una de las principales del centro de mi ciudad natal. Entre 1926 y 1931. Afuera de la casa hay una placa y es todo lo que hay aunque una de sus obras más importantes se haya alimentado de las memorias del tiempo que pasó en Iguala.“En 1953, estando enferma en Berna y después de un estruendoso tratamiento de cortisona escribí Los recuerdos del porvenir como un homenaje a Iguala, a mi infancia y a aquellos personajes a los que admiré tanto y a los que tantas jugarretas hice” dijo la misma Elena en una entrevista al periodista René Avilés Fabila. 4
Confieso que me entristece un poco la omisión de este suceso como parte de la historia y la cultura de Iguala. La lectura de la obra de Elena debiera ser algo obligado en las escuelas secundarias o preparatorias y no lo es. Quiero decir que yo me acerqué a su obra por voluntad propia y no porque mis maestros de literatura me la hayan recomendado. Sus libros no se conseguían en las librerías igualtecas hace casi quince años que yo aún vivía ahí. Las pocas que había estaban dedicadas a distribuir periódicos, revistas, libros de texto, guías de estudio y best sellers. Dudo que eso haya cambiado inclusive ahora que Elena y su trabajo tienen por fin el lugar que siempre merecieron aunque me gusta creer que tarde o temprano la justicia poética alcanzará también a la Iguala del porvenir.
- https://elpais.com/diario/1998/08/23/cultura/903823203_850215.html
- http://www.cicloliterario.com/ciclo47abril2006/lamaldiciondeelena.html
- https://elpais.com/cultura/2016/10/13/babelia/1476359923_131235.html
- René Avilés Fabila, «Elena Garro, por ella misma», en La Crónica, 26 de septiembre de 2016. https://www.cronica.com.mx/notas-elena_garro_por_elena_garro-987536-2016.html