Tierra Adentro

Conserva de chilacayota

pasen a gustar,

conserva de naranja,

pasen a tomar.

¡Conservaaaaaa…!

(Pregonaba por las calles don Hermenegildo

para vender sus nieves y conservas.)

Fue durante el año de 1833 cuando la gran última epidemia de cólera morbus en México arrasó con la población a velocidades inimaginadas. Por el índice de muertos, cuentan los historiadores, recordaba a las epidemias que habían convulsionado el mundo en los siglos XVI y XVII. Un año antes de la colérica y mórbida devastación, en el pueblo de Purísima de Bustos, frontera entre el Estado de Guanajuato y el Estado de Jalisco nació un genio muy raro: Hermenegildo Bustos.

Del libro de don Pascual Aceves Barajas, transcribo: “Bustos fue un insatisfecho, en todos sus retratos traía añadido a su nombre, que sistemáticamente empezaba con una cruz, ‘de aficionado, pintó’. (En su autorretrato, que terminó el 19 de junio de 1891, cuando tenía 59 años y era dueño de una personalidad pictórica cuajada y de una técnica completa, puso esta frase, que refleja su modestia y su humildad: ‘Me retraté para ver si podía’, a semejanza de Jan van Eyck, pintor flamenco, que ponía ‘Als ik kan –como yo puedo– ’, que fue protector del arte gótico y forjador del altar mayor de Gante.)

Mujer con libro. Pintura de Hermenegildo Bustos.

Mujer con libro. Pintura de Hermenegildo Bustos.

En esta nota, a través de diez poemas breves, hago un humilde homenaje a uno de los pintores realistas más interesantes del siglo XIX en México: Don Hermenegildo Bustos.

I

Un coro infantil
revela:

Fue un artista modesto
al óleo;
nato al temple,
y auténtico
cuando retrataba
con algún producto derivado
de hormigas muertas.

De joyería discreta
y atuendo sobrio,
al reverso de un cuadro escribió:
“Me retraté para ver si podía.”

II

Las figuras,
los semblantes,
los retratos,
casi siempre costumbres.

Campanario de pueblo,
provincia enterrada,
el canto del gallo
dentro del alhajero.

De rutinas nobles: nevero, escenógrafo,
orfebre, músico, carpintero y pintor.

Los retratos de Hermegildo
cuentan
las historias que nunca
pudieron escapar de su mirada.

III

Hay pocas maneras
para retratar las expresiones de los niños.
Lo sabe muy bien el sirviente,
el aficionado,
el demonio,
el ángel,
la esposa,
el pintor.

Es más fácil
—a veces—
pintar cometas
o eclipses:
fenómenos.

IV

Hubo entierros, casamientos,
festividades, desgracias y glorias.

Entre globos de cantoya,
cuetes, pólvora y tambores,
el pueblo
se alegra de haber tenido un pintor
que los inmortalizara,
que los inscribiera al mundo.

Cada sitio necesita un par de ojos
que lo mire:

En el desierto frente al mar,
en el bosque, en la sierra,
en el valle, en la tundra.

La historia, de verdad, casi nunca sucede.

V

Hermenegildo
pintó a los vivos,
recordaba a los muertos,
pintó de memoria
las profundidades
de un gesto transitorio.

Hubo aguaceros,
luego, pasó por su casa dos veces la Historia,
hubo sequía, hambre, sed.

Se cuenta
que con la escarcha
que recolectaba por las mañanas
de las plantas del maguey,
el pintor hacía nieve de muchos,
frescos, magníficos,
deliciosos, visibles,
sabores.

VI

Hacer una mezcla
proporcional
entre la psicología,
la clara de huevo,
la cochinilla,
hormigas,
agua,
tierra
y fe.

Lo negro de las telas.
Lo negro de los templos.
Lo negro de dios.

Pigmentos.

VII

Entre santos,
exvotos,
parroquia,
pabilos,
veladoras,
lluvias de estrellas,
grillos,
enfermedades crónicas,
fenómenos del cielo,
procesiones,
máscaras,
mascarones,
misas,

hubo siempre un pincel
trabajando
en silencio.

VIII

Fino, como las puntas del pincel:
el trazo.

La intensidad expresiva,
casi secreta
y las combinaciones:
lámina, óleo,
lienzo, temple.

Temple.

IX

El color negro,
— casi azul—,
lustroso y tibio
del zanate.

El rojo oscuro acontecer de la cochinilla
y su nopal en vilo.

Amarillo como la tierra,
pero ocre.

Bruno el canto del pájaro y su pico despostillado.

No sé decir del color blanco que todo lo suma.
No sé decir.

Pero escribo su nombre.

X

Pienso
en el esplendor
con que los retrató,
así,
igual de necesario
es construir,
—escribir —,
un puente
hacia
ningún lado.


Autores
(Guanajuato, 1973). Realizó estudios de licenciatura en Diseño Gráfico y la maestría en Estudios Socioculturales. Ha publicado los siguientes libros: Libro del Aire (Editorial De la Esquina, 2011), Okupas (Letras de Pasto Verde, 2009), Todas estas puertas (Tierra Adentro, 2008), Entre las líneas de las manos (en el libro Tres tristes tigras, Conaculta, 2005) y Bravísimas Bravérrimas. Aforismos (Editorial De la Esquina, 2005). Participó en el Laboratorio Fronterizo de Escritores/Writing Lab on the Border (2006), participó en el Festival de Poesía Latinoamericana LATINALE 2007 con sede en Berlín. Recibió la beca del FONCA para escritores en 2007. En Mayo de 2012, participó en las jornadas literarias “Los límites del lenguaje” con sede en Moscú. Su trabajo escrito y gráfico ha sido incluido en varias antologías así como en revistas nacionales e internacionales. Desde el año 2001 vive en Tijuana. Ama la música y ama dibujar.