Escribir televisión en México
El Centro de Capacitación Cinematográfica es el semillero más grande de guionistas jóvenes en México. Con la inquietud de saber qué tan difícil es entrar al mundo de la televisión nacional, Hipatia Argüero Mendoza charla con profesores del CCC para discutir sobre el campo laboral más amplio para guionistas mexicanos: las telenovelas.
En enero recibí una llamada de un exprofesor del Centro de Capacitación Cinematográfica, quien es guionista y productor de cine, para invitarme a participar en un proyecto de televisión. Acepté feliz. Algunos días después de concluir la primera etapa, biblia y piloto, me encontré a un par de colegas recién egresados del CCC que me preguntaron cómo era la vida de guionista después de la escuela. Además de escribir algunos cortos por amor al arte, no había hecho mucho como guionista. Ahora, con la promesa de una serie en puerta, pensé en la posibilidad de un futuro como escritora de televisión. El prospecto me gusta, pero ¿qué tan difícil es entrar en el mundo de la televisión mexicana?
El curso de guión del CCC cierra con un mini taller de telenovela, impartido por Sergio Schmucler. Si lo que se quiere es escribir televisión en México, la posibilidad de escribir telenovelas es grande. Una vez eliminados los prejuicios comienza la verdadera ciencia: la matemática de los triángulos amorosos y la química inalterable de la telenovela. Todas esas emociones desbordadas y casualidades que muchas veces me callaba por temor a caer en un cliché o una solución aparentemente fácil, eran bienvenidas y aplaudidas en la clase de telenovela. Fue por esa razón que decidí escribir a Schmucler para preguntarle cómo se llega a escribir televisión en México.
En un correo electrónico me respondió que, en su caso, antes de estudiar guión en el CCC había estudiado Antropología Social. Dirigió una revista de cuento y poesía con sus compañeros de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, llamada La intemperie, y un número donde publicaron un cuento suyo llegó a manos de Germán Dehesa, entonces responsable del desarrollo de pilotos de series para Televisa. Dehesa lo contrató, anota Schmucler: «Era un taller para pensar nuevas ideas y ponerlas al servicio de los productores que no hacían telenovelas».
Después le pregunté sobre el perfil de los escritores de televisión en México. «En general no provienen de un ámbito académico. Un guionista no es un profesional de los medios, es un escritor que desarrolla su oficio vinculado a un género específico, el televisual», me respondió. Eso, dijo, se ha modificado conforme las escuelas de cine le han dado más importancia a las carreras de guión, aunque por ahora la incidencia de los egresados no es muy grande. «No ocurre lo mismo respecto a productores, directores de escena y actores que, en términos generales, sí proceden de escuelas y universidades», aclaró.
Le pregunté cómo había sido su incursión en la telenovela. «Al principio fue difícil porque tuve que aprender los códigos del género, que son complejos. Sólo se puede escribir bien una telenovela cuando se deja de tener miedo de mostrar sin disimulo lo que se siente, como en los sueños, donde nos animamos a llorar desesperados, de rodillas y con gesto implorante por un novio o novia».
La hegemonía de la telenovela es una realidad, pero, desde hace mucho, sobre todo en años recientes, la producción televisiva mexicana ha intentado alcanzar otro público. ¿Hay lugar para otros productos? «El panorama de la producción televisual se ha complicado en la última década por la aparición y vertiginoso desarrollo de los nuevos sistemas de distribución de contenidos a nivel global. Una empresa que sufre de gigantismo como Televisa no está bien preparada para enfrentar este cambio», respondió Schmucler.
Sin embargo, el mercado existe. Esto me llevó a consultar sobre su experiencia en la escritura de televisión a otra escritora, Silvia Pasternac, guionista de Capadocia, Pacientes y Niñas mal. «La escritura de televisión en México es muy amplia. Además de telenovelas y series, en nuestro país se producen programas de entrevistas y concursos, documentales y reality shows, así como noticieros, reportajes y revistas», comenzó.
«Un guión de cine te puede llevar entre seis meses y un año y nunca sabes si se va a filmar. Es un trabajo largo que te permite vivir ese año, pero nada más. La tele funciona de otro modo porque hay urgencia. En México se nota en particular porque la escritura de series no es sistemática», explica. «Mi experiencia en Bizbirije de Canal Once, por ejemplo, fue que cada semana había que sacar cinco programas. En la televisión aprendes a generar ideas a toda velocidad o te echan a patadas. Lo más interesante para un escritor de televisión es trabajar en series», dice Silvia. En el país todavía es incipiente. Ha habido intentos de Televisa y algunas series de Canal Once o Canal 22 que han tenido cierto éxito. «Existe la creencia de que el mexicano no puede ver series porque no puede esperar una semana para ver el siguiente capítulo. Y eso provoca que cuando se intenta hacer una serie ésta termine en formato teleserie, un híbrido muy parecido a la telenovela; la diferencia es que los temas son más diversos».
Entre los ejemplos de series con formato de un capítulo por semana están las realizadas por HBO. «Mi experiencia es con Capadocia. El pago era muy bueno pero diez veces menor a lo que gana un guionista de HBO en Estados Unidos». Cuando se trabaja en este formato de trece capítulos y temporadas «el tiempo es distinto, hay más cancha para trabajar. Sólo estuve en la primera temporada, escribí tres capítulos. El tono era evidente de telenovela porque estaba pensado para un público mexicano. Los diálogos y ciertas situaciones iban mucho hacia el melodrama». Canal Once, por ejemplo, ha hecho series como XY, Paramédicos y Pacientes. «En general hay poco dinero pero, a pesar de las dificultades presupuestales, es un esquema que puede funcionar bien», dice Silvia, creadora y jefa de escritores de Pacientes. «Tener pocos capítulos te obliga a ser inteligente. No tienes ciento veinte para inventarte cualquier cosa, tienes que construir una historia y personajes y llevarlos de un punto a otro». Para Silvia, Pacientes fue una experiencia fantástica. Le pregunté si la idea era suya. «Sí, se supone que íbamos a hacer una mexicanización de In Treatment», que HBO adaptó de BeTipul, serie israelí creada por Hagai Levi, Ori Sivan y Nir Bergman. «Como la serie es una franquicia, había un problema de contratos y Canal Once, que tiene fondos del gobierno, no podía pagar los derechos porque el gobierno no sería dueño de la serie», explica Silvia. «Pero ya existía la lana y había que hacer una serie sobre psicología de cuarenta y cinco capítulos de media hora con un presupuesto moderado. Todo, o casi todo, debía ocurrir en un consultorio». Tiempo después llamaron a Silvia de Corazón Films para decirle que la adaptación no se podría hacer pero aún necesitaban una serie. Ella propuso hacerla de terapia de grupo. A Corazón Films le gustó la idea. «Fue un trabajo de escritura en libertad y un goce de la mente», dijo Silvia.
Su otra experiencia fue Niñas mal 2, de MTV. «La serie tenía limitaciones y prohibiciones porque al público meta de MTV, chicas adolescentes de entre doce y dieciséis años, no le interesa muchas cosas». Casi siempre los escritores son contratados para desarrollar, escaletear y dialogar historias (en muchos casos adaptaciones de series de otros países) que ya han sido formuladas y vendidas.
Esto último me llevó a pensar en la serie que comenzamos a escribir a principios de este año. El creador del proyecto, Edgar San Juan, guionista y productor de películas como Norteado y Chalán, me contrató para desarrollar la idea y los personajes que llevaba un buen rato cocinando. Así conocí a Pablo Aramendi, quien ha trabajado en varias series en España, incluyendo Los hombres de Paco y El internado, en televisoras como Antena 3, Televisión Española y Paramount Comedy. Unos días después se estrenó la última serie que Pablo había escrito en España, Algo que celebrar. Pablo estaba un poco ansioso: la audiencia del día del estreno marca el futuro de la serie. Al otro día llegó con buenas noticias, o al menos eso creímos San Juan y yo. «Fuimos lo más visto del día», dijo, pero no se veía convencido.
El equipo de escritores de Algo que celebrar realizó trece guiones de los cuales sólo se filmaron ocho. Si a los cuatro o cinco capítulos transmitidos la serie no tiene una cantidad de espectadores sustancialmente mayor al del resto de la programación, los cinco capítulos restantes no se graban y la serie termina, sea o no «lo más visto del día». A diferencia de México, en España la gente consume series nacionales (quizá ellos sí sean pacientes) y las prefiere sobre las internacionales. Pablo me explicó que si las televisoras obtuvieran los mismos ratings con series compradas de otros países que con las producciones nacionales, no dudarían en dejar de producirlas, pues la inversión de la compra es muchísimo menor. «Las cadenas prefieren que funcione una serie gringa a que funcione una serie española. No producen series porque les haga ilusión hacer una serie española. Les cuesta diez veces más que una gringa. Si una serie gringa se acercara a la audiencia de una serie española preferirían la gringa». En pocas palabras, existe una gran demanda que hay que satisfacer. El problema en México es que el público de series nacionales no se ha consolidado del todo e invertir en ellas representa un riesgo mucho mayor al de, digamos, seguir produciendo telenovelas, cuyo éxito se ha comprobado hasta el cansancio.
El estado de la televisión mexicana en cuanto a la producción de series de ficción es resultado de muchos factores. Si bien el panorama comienza a diversificarse, la producción de series es escasa y su impacto relativo. El problema más grande es la aparente falta de consumidores, cosa que se ha desmentido con series como Soy tu fan, que fue trending topic en Twitter durante su capítulo final.
Alguna vez escuché que, así como tenemos el gobierno que merecemos, vemos la televisión que merecemos. Esto me pareció erróneo en muchos sentidos, pues el público general no tiene voz ni voto a la hora de elegir ninguno de las dos. También he escuchado a quienes creen que si la gente se conforma con ver historias repetitivas y producciones mediocres, no tiene sentido gastar en algo mejor. Estas actitudes suenan más a pretextos que a realidades, sobre todo ante los cambios que enfrentan los medios de comunicación en esta era de internet y televisión on demand. Ahora es más fácil que el público alce la voz. Sólo queda esperar que quienes toman estas decisiones la escuchen.