El arte de la guerra
En febrero de 2002, Donald Rumsfeld, entonces secretario de defensa de Estados Unidos, respondió al cuestionamiento sobre la falta de evidencia de armas de destrucción masiva en Irak con una enrevesada frase que causo polémica: “Sabemos que hay conocidos, que son las cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que hay conocidos desconocidos, es decir, cosas que sabemos que no sabemos. No obstante, también hay desconocidos, aquellas cosas que no sabemos que no sabemos”.
1.
El escandalo más degradante en el que Rumsfeld se vio implicado durante su gestión fue el de las fotografías de presos torturados en Abu Ghraib, una prisión a treinta y dos kilómetros de Bagdad. La cárcel era uno de los centros neurálgicos de la lucha contra el terrorismo que derivo en la caza de Saddam Hussein. Las imágenes se volvieron de incumbencia mundial por la crudeza de la que hacían gala: prisioneros obligados a masturbarse desnudos con las cabezas tapadas mientras un soldado sonriente los señalaba; militares sujetando a los presos con collares de perros y, la más infame, una pirámide formada por hombres desnudos apilados uno sobre otro. El asunto apareció en The New Yorker unos días después y la bomba mediática estallo, salpicando con sus restos a todo el gobierno norteamericano. Donald Rumsfeld rechazo tajantemente las acusaciones. La frase de Rumsfeld no se menciona en Standard Operating Procedure, documental dirigido por Errol Morris en 2008. hace porque la cinta decide no centrar su mirada en él. Al contrario: no hay funcionarios de corbata en todo el documental. Todos los entrevistados fueron soldados de a pie. Armado con el Interrotron, un dispositivo ideado por Morris que permite mantener el contacto visual con el entrevistado mientras lo filman, el director deja que los soldados narren sus versiones de los hechos, de una textura más bien rugosa; llenas de irregularidades e incongruencias, despojadas de la posibilidad de encajar entre sí. Los testimonios de los militares nos develan una idea más escalofriante que los mismos hechos.
Formalmente, Standard Operating Procedure parece rehusarse a tomar partido. Las entrevistas se complementan con algunas recreaciones de los sucesos en medio de ellas. Pero estas “recreaciones” podrían dar una idea equivocada de su naturaleza: no tienen nada que ver con las insípidas animaciones de un noticiario, o con los dibujos apenas móviles de un reportaje televisivo. Las recreaciones de este documental están a medio camino entre la abstracción y el impresionismo: vemos los dientes amenazadores y salivantes de un perro militar, una sucia pared con salpicaduras de sangre, las cartas de un soldado que escribe a casa. Todo aparenta estar a no más de medio metro de la lente, a una proximidad casi asfixiante.
2.
Los actores que intervienen en los conflictos bélicos son, en más de una forma, escurridizos. Y cuando se trata de genocidio es aún más complicado acercarse a sus artífices. The Act of Killing, de Joshua Oppenheimer, se aproxima a la matanza de más de quinientas mil personas en Indonesia llevada a cabo por militares en una cacería anticomunista. El documental examina a estos asesinos victoriosos, aceptados por un sistema también triunfante, y los hace recrear algunos de los crímenes que cometieron. En una escena, Anwar Congo, protagonista y líder del grupo de paramilitares, narra el método que ideo para asesinar a una persona sin derramar tanta sangre. En otra, muestra como mataron a un bebe, usando una muñeca de trapo, a la que abren en canal, como ejemplo. En otra más, ilustra como incendiaron un pueblo de supuestos comunistas, y para explicar el proceso quema un pequeño set.
The Act of Killing guarda ficción dentro de ficción; muy en el fondo de una de ellas parece existir una fracción real. Congo es un hombre incapaz de asimilar la otredad. Mato porque era lo que debía hacer, porque para eso se le había contratado; en ese sentido, su trabajo fue irreprochable. Las fuerzas que lo empujaron a hacerlo apenas se intuyen. Standard Operating Procedure y The Act of Killing parecen compartir cierta tesis (no en vano Errol Morris fungió como productor ejecutivo en ambas): los soldados, los asesinos directamente inmiscuidos en los conflictos, no son totalmente culpables. Existen fuerzas superiores que ordenan; pequeñas divinidades que emiten mandatos y hombres que los acatan.
Hacia el final del documental, que a esas alturas ya ha sabido emparentarse con el género del horror, la creatura se humaniza: Congo vomita y llora un poco. La duda surge mientras lo vemos padecer: .y si ese arrepentimiento es parte de su actuación, del acto de matar? Con todo, uno puede identificarse por momentos con Anwar Congo y sus colegas: el reflejo que parecía proyectarse al principio de la película como ajeno y lejano, conforme avanza la cinta parece definirse para que nos hallemos en él. La guerra como dualidad, como espejo agrandado: cada guerra es distinta, pero es siempre la misma.
3.
El peón, aunque esencial para la estrategia, es prescindible. El soldado raso puede ser sacrificado en cualquier movimiento estratégico: esa es su función principal. Arriba esta quien dicta las ordenes: a menudo una silueta borrosa. La mayoría de los peones no conocen a quien mueve las piezas. .Como salvar la distancia entre ellos y la sombra? The Unknown Known, de Errol Morris, intenta ese acercamiento a través de la figura de Donald Rumsfeld, denunciado por crímenes de guerra cometidos en Abu Ghraib y Guantanamo. Gracias a una larga entrevista entre Morris y Rumsfeld, ilustrada con mapas, recreaciones e imágenes de archivo, el ex secretario aparece como una figura más tangible, pero igualmente borrosa. Rumsfeld recibe las preguntas con aplomo y las contesta con un alarde de retórica pocas veces visto. A cuestionamientos expresos contesta con generalidades. Sin embargo, suelta algunas verdades aparentes: “en retrospectiva, todo es histórico”, “uno no puede controlar a la historia, pero tampoco puede dejar que la historia lo controle”, “todos sabemos que en todas las guerras hay cosas que evolucionan, que no pudieron ser anticipadas, y ocurren cosas que no deberían”. El secretario de defensa apela constantemente al diccionario y exige a sus interlocutores definir con precisión los conceptos que utilizan. Todo es relativo: los hechos se antojan inasibles; el lenguaje, manipulable. Sin embargo, detrás de toda esa maraña discursiva que parece alejarnos constantemente de la verdad, aparece un Donald Rumsfeld que cree que hizo lo correcto; un político y estratega convencido de que las medidas que tomo eran las únicas posibles, las más sensatas en ese momento. Rumsfeld, como Anwar Congo, derrama algunas lágrimas hacia el final de la cinta que protagoniza —su autenticidad es algo que está reservado solo a el—. Uno de los artífices de la guerra contra el terrorismo se nos revela como un hombre convencido de sus acciones. La voz que daba órdenes a los ídolos iracundos de Standard Operating Procedure y The Act of Killing no es más que un anciano de ochenta y tantos años con una confianza exacerbada. El espejo se agranda, dejando ver una posibilidad que parece terrible: no existe tal cosa como el mal en el mundo, sino gente convencida de que hace lo correcto o, peor aún, gente que no cuestiona si lo que hace está bien o no. La historia no es una sucesión de conflictos entre buenos y malos, sino una serie de enfrentamientos entre seres humanos seguros de perseguir el bien común.
4.
Las tres cintas abundan en técnica cinematográfica: mientras que Standard Operating Procedure está conformada por una serie de entrevistas (con personas hablando frente a la cámara, lo que se conoce como talking heads) con algunos cortes y acercamientos que bien podrían ser un subrayado o una forma de agilizar los testimonios, The Act of Killing se manifiesta exuberante, con elaboradas secuencias de baile de clara influencia onírica, casi lyncheana, y teatrales recreaciones de crímenes y asesinatos. The Unknown Known, por otra parte, está dotada de una aparente sencillez, que no simpleza: casi toda la cinta está formada por la imagen de Donald Rumsfeld hablando frente a la cámara desde diversos ángulos. Esto no significa que la película omita la elaboración: hay recreaciones casi expresionistas (nieve cayendo, archivos de memorándums interminables) y largas tomas que sobrevuelan la superficie del mar.