Tierra Adentro
Fotografía de arquitectura de Kioto por Laura Tomàs Avellana, tomada de Flickr.

Recientemente aparecieron dos libros de Clayton Eshleman, Mecha de enebros (Aldus, 2013) y Sealoque (Mantis editores/Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, 2013). Luis Alberto Arellano pone esas obras en contexto al tiempo que dibuja un perfil de este peculiar autor y de sus búsquedas creativas, que encuentran en la escritura una indagación del mundo y de uno mismo.

 

Tres actividades marcaron, de manera indeleble, la estancia de Clayton Eshleman (Indiana, 1935) en Kyoto durante el año 1962: la traducción de los poemas de Cesar Vallejo al inglés; la lectura y estudio de William Blake y las fuentes de su imaginería; y el tutelaje de Cid Corman, como editor y poeta.

La poesía de César Vallejo fue un proyecto que Eshleman recorrió de punta a punta durante más de cuarenta años. En 2006 apareció su versión de la poesía completa del peruano. Eshleman le ha dedicado varios textos esclarecedores y de una emoción muy intensa a este trabajo. El más sobresaliente es el ensayo, incluido en su libro Archaic Design (2007), “A Translation Memoir”, una lección moral sobre el trabajo del traductor. También es el itinerario de una obsesión escritural y las maneras en que esta toma forma en distintos momentos.

Sobre la poesía de Blake y sus fuentes cabe señalar que este encuentro lo llevó a considerar una suerte de imaginación primigenia que se expresaba en la aparente heterodoxia religiosa y moral de Blake. Esta indagación constituye la corriente central de la vida poética de Eshleman. En un primer momento, el mundo de Rabelais, desde la óptica de Bakhtin, alimenta esta dimensión simbólica. Pero el paso siguiente es la imaginación del paleolítico.

La tercera actividad que traza una ruta en el pensamiento y la obra de Eshleman es la colaboración con Cid Corman, de quien abreva algunos de sus intereses, tales como la traducción y la idea de un origen común de las imágenes que alimentan el arte universal. Corman estaba en Kyoto en esos años ocupado en dos cosas, principalmente: traduciendo a Basho y, por otro lado, editando la revista Origin. Una vez a la semana, Eshleman caminaba o conducía su moto hasta un café de tipo occidental en el centro de Kyoto, The Muse, donde Corman ocupaba una mesa como si se tratara de su oficina. Ahí recibía gente, seleccionaba textos, transcribía, traducía, formaba páginas, respondía correspondencia. Origin es una revista singular, sus índices revelan una vocación volcada a la discusión poética. Los ejemplares se distribuían gratuitamente por correo a quien la pidiera. Eshleman aprendió en esa mesa de café los elementos que lo llevaron a animar él mismo dos revistas en diferentes momentos de su vida: Caterpillar (1967-1973) y Sulfur (1981-2000).

Mecha de enebros (Aldus, 2013).

Mecha de enebros (Aldus, 2013).

El pupilaje de Corman le sirvió para definir su poética y su centro espiritual. Descubrió que la poesía de Corman le era totalmente ajena: sus poemas están volcados hacia la experiencia de la muerte. Eshleman, interesado más en Blake que en Basho, más en el psicoanálisis de Reich que en el budismo zen, encontraba demasiado frío y racional este tipo de poemas. Los intereses de Eshleman lo guiaban hacia la indagación de la irracionalidad primigenia de la mente humana. Convencido de que existe un sustrato común a los hombres y a las épocas, Eshleman indagó en los elementos simbólicos e imaginarios que lo pueblan. Su paso en los años setenta por las cavernas del sur de Francia lo llevó a afirmar que este sustrato tiene sus raíces en el paleolítico, y que debe su fuerza original a una necesidad del hombre por separarse del mundo animal, así como a una nostalgia por ese mundo común a humanos y bestias. En este punto Eshleman señala el nacimiento del chamanismo, pero también de todas las concepciones de la sexualidad humana y de la irracionalidad como fuente creadora. Los más de treinta años de indagaciones sobre el tema se agruparon en un libro de una belleza y complejidad únicas: Juniper Fuse (2003), editado en México este año por Aldus con el título Mecha de enebros. Poderoso y singular, este libro es el itinerario de una intuición llevada a escena por diversos textos: poemas, entradas de diario, ensayos, notas. Todos ellos dan cuenta de algo que se antoja raro para el panorama mexicano: la escritura es una indagación. No hay distinción genérica porque lo que importa es que la escritura es un viaje al interior de un tema y de uno mismo. Y el tema de Eshleman puede ser enunciado de una manera clara: que anima la imaginación asociada con el arte. Cómo todas esas poderosas imágenes llegan a ser un sustrato irracional que nutren el arte humano a través del tiempo. La labor de Hugo García Manríquez al traducir el libro es impecable; las diversas dificultades de una escritura que constantemente recurre a neologismos o a vocablos especializados que vienen de la antropología, el psicoanálisis o la historia del arte no detienen una versión en castellano que deslumbra por su fuerza.

Sealoque (Mantis editores / Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, 2013).

Sealoque (Mantis editores / Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, 2013).

Casi al mismo tiempo apareció, en Mantis Editores, Sealoque (Everwhat en inglés), en traducción de José Manuel Velázquez. Este libro es una recopilación de poemas sueltos que tienen en común ser ajustes de cuentas con diversos pintores o poetas con los que Eshleman guarda una relación. En un ensayo aparecido en la revista Poetry Flash, Eshleman habla de ocho fuentes del fuego sagrado que alimentan su trabajo. Pues bien, Sealoque es una forma de reconocimiento de algunas de estas fuentes. Textos dedicados a Michaux, Bacon, Picasso, Omar Cáceres y Vallejo forman una galería de temática múltiple que vuelve una y otra vez a la preocupación central del trabajo de Eshleman: los resortes y temas de la imaginación artística. Apartado especial merece el texto llamado “Darger”, en alusión a Henry Darger, el titánico autor de In the Realms of the Unreal, un manuscrito de más de quince mil páginas, publicado de manera póstuma, que da cuenta de la historia de un planeta de fantasía donde se desarrolla la historia de las siete Vivian. Darger también dejó una gran colección de dibujos, recortes y collages que visualmente ilustran la historia relatada en su manuscrito. Al parecer, el trabajo de Darger cubre un arco temporal de más de cincuenta años, los mismos que estuvo encerrado en un sanatorio mental, dedicado a labores manuales, sobre todo de intendencia. El poema de Eshleman es una apuesta por los motivos y la experiencia límite que lleva a Darger a dedicarse, exclusivamente, a la elaboración de un mundo imaginario de tal complejidad y magnitud. Es en este texto donde ambos, autor y traductor, logran la temperatura más alta de la colección de poemas.

Estos dos libros de reciente publicación son una muestra del interés que existe actualmente por el trabajo de Eshleman. Un trabajo de una complejidad y de una altura que permite un diálogo inteligente y novedoso con sus lectores futuros.

 

 

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