Decálogo para la hija que todavía no tengo
1.- Los regalos y los favores hay que hacerlos como si se estuviese apenas sirviendo un vaso de agua.
1.- Procurá vivir de modo tal que termines el día como se terminan esos en los que se llega a casa tarde y una se da cuenta de que se la pasó con el saco al revés desde temprano.
1.- La contradicción es el arte de mantenerse vivo mientras los otros nos pretenden muertos.
1.- Tener enemigos es muy caro y nadie es tan rico.
1.- Nunca elogies a alguien antes de pedirle un favor.
1.- Un favor a medias es una afrenta completa. Si no lo querés hacer, no lo hagas. Decir «no» requiere de valentía pero también de generosidad. Y no sólo con una misma.
1.- Tener razón no es tan importante. Al menos nunca es lo más importante entre todas las cosas que compiten en importancia en medio de una discusión.
1.- No se habla de música mientras suena la música, ni siquiera para introducirla.
1.- No hay mejor estrategia para no hacerse cargo de un problema que quejarse con estridencia sobre ese problema como si la culpa fuera ajena.
1.- No te sientas orgullosa por la maravilla que les ocurre a los gajitos que dejaste en agua, al sol, como si hubiese sido mérito tuyo y no del agua, del sol.
1.- El silencio es el único modo en que una victoria no se vuelve ofensiva. La envidia y el resentimiento son efectos naturales del curso de las cosas.
1.- Predicá con el ejemplo. Si no podés predicar con el ejemplo todavía, predicá con la palabra y con vergüenza. Que la vergüenza te carbonice el alma hasta que puedas predicar con el ejemplo.
1.- Debería darte vergüenza sentir vergüenza ajena: nadie tiene derecho a un sentimiento como ese.
1.- Todos llegamos al mundo a mano unos con otros. Es importante irse del mismo modo.
1.- La amistad es posible sólo a condición de que jamás se pronuncien reclamos. Cuando aparece el reclamo, desaparece la amistad. Un amigo es alguien que no nos debe nada, a quien nada debemos, y ante quien, así y todo, pronunciamos: que haya comercio entre nosotros.
1.- Todo tiene solución, dice mi papá. No es cierto, por supuesto, pero él se pasa la vida repitiéndolo y la vida le da la razón una y otra vez, como pidiendo perdón por no estar a la altura de la sentencia de ese hombre bueno.