De un perdedor a otro: un poema para Murakami
Ni tú ni yo ganaremos un nobel.
Quizás te vuelvas best-seller de nuevo,
quizás yo termine un libro al fin
pero ni tú ni yo cambiaremos al mundo
con nuestras palabras.
Nuestros bolsillos eternamente
albergarán migajas de papel,
jamás el dinero sueco
de una academia extranjera
que jamás conoceremos.
Quizás te asalte una idea.
Quizás me asalten en serio.
Y entonces diremos, kyōdai,
“¿Qué puedo darte?
¿Qué te llevarás, de mi cartera
las polillas, el polvo?
¿Las pisadas mismas
que nos trajeron aquí?”
Hoy y siempre
compartiremos la sombra
de mil palacios, de mil reyes
europeos con quienes nada
tenemos que ver.
Murakami, ¿tienes hambre?
¿Deberíamos conseguir
que nos invite alguien la comida
en un lugar sin periódicos,
noticieros, sin libros?
¿Murakami, cómo pagaremos la renta
sin premios dolorosos y viejos,
que se cansan de tanto leer?
Dime que me equivoco,
que todavía queda algo por hacer
entre los tornillos sueltos
de nuestros escritorios sucios
y los trajes millonarios
que jamás se cortarán
con nuestras páginas.