Tierra Adentro

 

En los ochenta, el nombre de Laurie Anderson, poeta, artista visual y música, fue sinónimo del éxito experimental que le otorgó su primer y único sencillo, «O Superman», aunque ahora permanezca en el olvido. En este ensayo, Bartolomé Delmar analiza la fuerza de esta pieza que parte de lo primitivo y llega a lo posmoderno, en la que la fuerza por sobrevivir se mezcla con la desolación de un mundo tecnológico y despersonalizado.

 

De todos los aventurados en el mundo de las llamadas artes multidisciplinarias, Laurie Anderson es, sin duda, uno de los nombres que han figurado durante más tiempo, con mayor resonancia y alcance en términos de sus enfoques disciplinarios: músico, artista plástica, videasta y poeta, por tirar al aire sólo algunos. La estadounidense saltó a la fama con la publicación del seminal Big Science, un ejercicio de narrativa sonorizada que, extrañamente, alcanzó a hacerse lugar en las listas de popularidad con su primer y único sencillo, «O Superman».

Pensemos primero en la letra y el poema como parte de un proceso integral, aunque quizá sea el asunto central de la pieza:

O Superman. O judge. O Mom and Dad. Mom and Dad.
Hi.

I’m not home right now. But if you want to leave a message, just start talking at the sound of the tone. Hello? is is your Mother. Are you there? Are you coming home? Hello? Is anybody home? Well, you don’t know me, but I know you. And I’ve got a message to give to you: here come the planes. So you better get ready. Ready to go. You can come as you are, but pay as you go. Pay as you go.
And I said: OK. Who is this really? And the voice said: is is the hand, the hand that takes. Here come the planes. They’re American planes. Made in America. Smoking or non-smoking? And the voice said: Neither snow nor rain nor gloom of night shall stay these couriers from the swift completion of their appointed rounds. ’Cause when love is gone, there’s always justice. And when justice is gone, there’s always force. And when force is gone, there’s always Mom. Hi Mom!

So hold me, Mom, in your long arms. So hold me, Mom, in your long arms. In your automatic arms. Your electronic arms. In your arms. So hold me, Mom, in your long arms. Your petrochemical arms. Your military arms. In your electronic arms.
La pieza se encuentra armada por un cúmulo de referencias complejas, adecuadas conforme a un sentido de contraste, de contradicción. Pensemos:

Un punto de partida, sujeto a lo musical y a lo poético: el aria «Ô Souverain, ô juge, ô père» de Jules Massenet. Oh soberano, oh juez, oh padre. Esa línea establece una relación directa entre la autoridad política, el yugo de la ley, el patriarcado (en Anderson contrapuesto a lo femenino), que tiraniza lo familiar. Al hablar de Superman podríamos pensar en la figura nietzscheana, en el icono del cómic (Laurie Anderson, como una princesa tecnificada de la cultura popular) o en la combinación de ambos. Clark Kent representaría el ánimo de la superación social.

Lo primitivo. Una voz en calma repite, bajo la lógica musical del rito vernáculo, algún monosílabo. Interesa mucho que, circa 1981, lo más básico de la expresión humana se haya tecnificado para confrontar las bases propias de la pieza: la organización social de la tecnología, el principio jerárquico de la acción política (y aquí hablamos del Estado, pero también de la familia) y el amor materno. Lo primitivo ante la dinámica de la tecnología en la sociedad. Contraste.

Neither snow nor rain nor gloom of night shall stay these couriers from the swift completion of their appointed rounds. Anderson se obsesionaba con los hechos de la globalización lustros antes de que se pensara como doctrina. La frase está inscrita en el edificio del Servicio Postal neoyorquino y parte, a su vez, de una frase de Herodoto en la que se alude a los servicios postales de los persas. «O Superman» es un esfuerzo integrado a esa gran obra que es The United States, espectáculo performático y multimedia en donde la artista trataba, en verdadera vanguardia, de dar cuenta de los fenómenos relacionados con las telecomunicaciones dentro de su país.

La figura materna. En esta apuesta entre lo primitivo y la locura tecnológica aparece la madre, una suerte de madre omnipresente y universal sobre la que se advierte, con la calidez del vocoder, que conocemos muy poco, ante el peligro de alguna partida aeronáutica. Resulta ser «una mano que quita», una fuerza que debilita y acecha distante desde la frialdad de una grabadora de voz.

¿Mi madre, despersonalizada, sonando desde una caja? ¿Mi madre que no es una madre, sino muchas, y aun así es negligente? La imagen, por contrastante, resulta increíblemente hermosa: aquí estamos ante la locura de los United States, sus frenéticos años de desarrollo tecnológico, en el lamento primitivo de una mujer que nos prohíbe el refugio y nos castiga con la despersonalización.

De pronto todo cambia: la voz poética regresa a la de la hija, que desenvuelve hacia el final la conclusión imaginaria de esta historia:

Tómame madre, en tus brazos largos.

En tus brazos automáticos.

Tus brazos electrónicos.

En tus brazos petroquímicos.

Tómame en tus brazos militares.

La madre es el Estado, es la particularidad histórica, es la brutalidad de la enajenación (soberano, padre, juez); y, sin embargo, dada la calidez melódica y de texturas con la que se canta, nunca nos hemos sentido más reconfortados. Aun con brazos electrónicos, la madre abraza. Pocas veces en la historia de lo escrito, en combinación con lo musical, se ha logrado una imagen más impactante.

Tan bien responde a su contexto histórico que «O Superman» llegó a los primeros lugares de popularidad cuando fue lanzada en Inglaterra. Quizá tocó esas fibras. Ahora ya nadie la recuerda; encuestas a los escuchas delegan a «O Superman» la responsabilidad de haber sido el peor sencillo de ese año de 1981.

Capítulo 38 del Tao: «Cuando se pierde el Tao, siempre existe la bondad. Cuando se pierde la bondad, existe la amabilidad. Cuando se pierde la amabilidad, existe la justicia. Cuando se pierde la justicia, existe el ritual. Ahora, el ritual es el obstáculo de la fe y la lealtad, es el comienzo de la confusión».

En el párrafo parafraseado por Anderson hay una solución, distinta a la del «ritual»: la madre. Aunque mucho se haya hablado de la Madre.

«O Superman», pieza central del clásico Big Science, nutre uno de los experimentos narrativos y musicales más extraordinarios de la historia reciente. Hablamos de una artista en toda la extensión de la palabra. Pocas veces contamos con el privilegio de decirlo así.

 

 

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