Backstreet’s Back, all right!
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En 1995, escuchar la radio aún era una actividad popular. No conocíamos el término podcast, no existían las plataformas digitales audiovisuales. La radio era la versión sin imagen de la televisión, organizada en frecuencias que, a su vez, tenían estaciones con programaciones definidas. Ese año yo cumplí 10, y en casa se escuchaban Radio Variedades y la XEW. El 4 de septiembre de 1995 seguro practicaba mecanografía en la Olivetti roja de mi papá, por eso me perdí el lanzamiento de We’ve Got It Goin’On, sencillo con el que los Backstreet Boys se dieron a conocer en todo el mundo.
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Llegué tarde a los gustos de mi generación. En 1995 me sabía de memoria canciones de Los Acosta, Bronco, Bryndis, Los Bybys, Mojado y demás conjuntos de música popular de finales de la segunda mitad de los noventa. Cuando entré a la secundaria, en 1997, me encontré con una realidad dividida en dos: compañeros y compañeras a quienes les gustaba la música que se escuchaba en mi familia, y compañeras y compañeros que escuchaban la música adecuada para nuestra edad. En español sonaban solistas y bandas como Fey, Ragazzi, Mercurio, Lynda y OV7. Fue raro el encontronazo con el cambio radical de ritmos, imagen y representación. Fue aún más raro cuando me di cuenta de que había otra variable a partir de la cual se podía categorizar los gustos musicales: el idioma. Porque, claro, no era lo mismo escuchar a Magneto que a N’Sync. Y de ahí era fácil intuir que dentro de la música anglosajona también se podía jerarquizar. No era lo mismo N’Sync que los Backstreet Boys.
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Si bien Bryan, Kevin, Nick, A. J. y Howie llevaban varios años en la escena musical, no creo equivocarme al afirmar que Millenium, lanzado en 1999, fue el álbum que terminó de darlos a conocer. Estábamos en tercero de secundaria cuando la conversación empezó a incluirlos, y se volvió algo normal referir sus canciones, sus nombres, los videos musicales que se transmitían en canales de cable. Para mí fue un evento fortuito haber sintonizado el canal 34 de televisión abierta, a las 17:30 h, justo el día que ahí transmitían el video de “Show Me The Meaning Of Being Lonely”, tercer tema del mencionado álbum. Desconozco si las experiencias de otras conocidas fueron como la mía, pero la música en inglés me desagradaba no tanto porque tuviera una crítica sobre la calidad o el contenido, sino porque siempre he sido mala para los idiomas y mis dificultades para el inglés fueron el primer indicio de esa realidad. No obstante, la música es un lenguaje universal y a veces puede trascender el idioma. Este fue el caso. Yo no tenía idea ni de cómo pronunciar el título, pero la música por sí sola me daba indicios. Luego, al reproducirse las imágenes, me fue contada una historia a cuyas palabras yo tenía que hacer oídos sordos. Simplemente no entendía la letra, pero las expresiones, el lenguaje corporal, los gestos, la paleta de colores, todo en el video transmitía soledad.
En su libro La música como discurso. Aventuras semióticas en la música romántica, Kofi Agawu plantea que la música es una secuencia ordenada de eventos, que contiene un paralelismo entre música y lenguaje, y que de estos se parte para comunicar todas las interpretaciones que de ella se hacen. Luego propone una serie de elementos encaminados a la semiótica de la música: tópicos; comienzos, secciones centrales y finales; puntos culminantes; periodicidad; modos de enunciado; narración; tendencia tonal; el contrapunto estricto y la composición libre. Si bien puede hacerse un análisis de todos los anteriores, interconectados, formando un universo, también podemos pensarlos de manera individual, y veremos que de esta forma es posible prescindir del entendimiento de las palabras, como era mi caso, y aun así construir una interpretación.
Luego de aquello, copié la letra de la portadilla del disco compacto y la traduje. Con diccionario en mano, con errores clarísimos derivados de mi desconocimiento de expresiones y usos, pero tuvo sentido: enséñame el significado de la soledad. La reservé en mi memoria, con música y algunos retazos del video. Cuando se pusieron de moda los reproductores MP3, la incluí en mi repertorio, y cuando por fin se hizo extensivo de YouTube, empecé a reproducirla de vez en cuando.
4
Estaba en quinto semestre de la carrera cuando mi papá y mi mamá por fin decidieron separarse. Él no nos quiso más en su departamento y tuvimos que irnos. Además, nos retiró cualquier apoyo económico o ayuda. El novio con el que había pensado que iba a celebrar la graduación, a casarme y a tener hijos, terminó conmigo unos meses antes. Luego me enteré de que me había puesto el cuerno casi medio año. Me sentía perdida de muchas formas, y quizá lo único que me ofrecía una sensación similar a la de la tierra firme era la rutina de ir a la escuela, cumplir con mis múltiples “chambitas” para generar dinero (el cuidado del invernadero de propagación de cactáceas, los proyectos de bioquímica y genética, el aseo que hacía con mi mamá en otros departamentos de la unidad habitacional donde vivíamos) y la música. Escuchaba música todo el tiempo. Creo que lavaba la taza del baño de un señor soltero cuando escuché las primeras notas y luego la entrada: Show me the meaning of being lonely… De la nada me vacié. Por los ojos, por la nariz, por los brazos. Llevábamos menos de medio año con ese estilo de vida, entre la incertidumbre y el caos. So many words for the broken heart… Vivía con un apretón doloroso en el pecho, cada día, a cada momento, y me había acostumbrado muy rápido a sentirme así. So hard to breathe… Me preguntaba, y aún hoy me pregunto, si mi papá no pensaba en mí, si no sentía curiosidad por saber de mí, de cómo estaba, si ya había comido o si estaba enferma. Is this the feeling/ I need to walk with?… Sentía un miedo terrible al imaginar que toda mi vida se sentiría así. Tell me why/ I can’t be there where you are…
Recordaba a las amigas de secundaria y preparatoria cuyo gusto por la música de los Backstreet Boys estaba asociada al gusto particular que le dedicaban a alguno de sus integrantes, y sentía una profunda envidia. Tantas ganas de que una canción, una banda tan lejana a mi contexto, no me estuviera doliendo tanto.
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Escuché completo Millenium varias veces. Lo he escuchado antes de escribir esto. No encuentro algún elemento que dé cohesión a todos los sencillos que componen el álbum. Pensar en él es reducirlo a una sola canción que sentí hasta el alma en aquel momento. Me sorprendí contando 25 años desde que el disco completo salió a la luz, e hice memoria de lo que ha pasado en estos 25 años. Ya no me duele pensar en el significado de la soledad porque también he aprendido a habitarla. Ya no me pregunto si mi papá piensa en mí. Ya no vivo entre la incertidumbre y el caos. Justo esto que hago ahora, pensar y escribir, le da cauce a mi vida. Y escuchar música. Qué ganas de saber lo que me dirán las siguientes piezas que escuche, cuáles serán los siguientes procesos de significación. Qué será de mí en 2049, cuando Millenium cumpla 50 años de existencia.