Tierra Adentro
La colección: silencio, rumor, grito, Museo de Arte Moderno, 28 mayo-3 agosto 2014.

Para conmemorar los cincuenta años del Museo de Arte Moderno, se planteó un ciclo que destacará las fortalezas de su acervo y permitiera una reflexión crítica en torno a los procesos históricos de ciertos sectores artísticos mexicanos: La colección: silencio, rumor, grito, exposición curada por Octavio Avendaño. La muestra opera sobre dos ejes, el abstraccionismo y que las obras expuestas fueron creadas por mujeres. Por su parte, el Museo Tamayo apostó por una retrospectiva de la brasileña Jac Leirner, donde, aunque no hay un discurso de género explícito, se privilegia el arte abstracto, así como una latente crítica institucional. Confrontar ambas exposiciones le otorga al espectador un panorama en cuanto a los modos de hacer desde la periferia en el arte latinoamericano moderno y contemporáneo.

La selección de artistas en La colección: silencio, rumor y grito (entre ellas Magali Lara, Lilia Carrillo, Marta Palau, Carla Rippey, Helen Escobedo, Lucinda Urrusti, María Martorell, Cordelia Urueta y Maka Strauss) no parte del interés de bautizar un grupo o fichar una generación, sino de encontrar en el abstraccionismo un sentido de búsqueda estética y de posicionamiento político.

Las obras que conforman la muestra ponen de relieve diversos entrecruces del arte abstracto, visibles en sus cinco núcleos: abstraccionismo lírico, geométrico, figurativo, conceptual y monocromo y video. La agrupación temática sustenta la vigencia de esta corriente, que le otorga un nuevo orden a la realidad a través de sus representaciones subjetivas, por lo que se instauró como tradición en América Latina.

Este discurso se ve reforzado con la disposición museográfica de la muestra: los muros blancos evocan la figura del white cube que, al combinarse con los grandes formatos de las obras, articula un doble sentido: apela al carácter de las piezas de antecedentes plásticos, pero también las actualiza como presencias y agentes ineludibles de este momento.

Ahora bien, si esta relectura del abstraccionismo es motivo suficiente para sostener una exposición, ¿por qué limitar la selección a mujeres? ¿Cuál es la finalidad de este criterio curatorial? La decisión de Avendaño responde a una investigación exhaustiva del acervo del museo que arrojó una serie de lagunas a subsanar, tanto expositivas como de rescate, y la reconsideración de algunas artistas y sus obras, que abren paso a la reflexión en torno a la práctica de asociar una manifestación artística, con un género, y a la configuración de colecciones públicas.

En la exposición figuran obras de mujeres mexicanas y extranjeras, de diferentes periodos creativos, todas ellas ligadas a la escena artística mexicana. Hay nombres que resultan más familiares que otros; no obstante, el discurso curatorial desmantela las hegemonías de grupo. Si bien éstas son innegables, sería ingenuo no considerar que la consolidación de grupos artísticos parte de intereses y relaciones personales y políticas;  los entrecruces en la producción de estas mujeres son más sólidos a partir de una perspectiva estética que cuenta con el carácter de resistencia antes referido.

Sin embargo, lo interesante es comprender cómo es que las obras de estas artistas pasaron a formar parte de la colección del MAM. Son escasas las piezas provenientes de particulares, hecho que permite analizar con detenimiento esta configuración. Gracias al apoyo documental de la muestra, quedan al descubierto los andamiajes con los que el Instituto Nacional de Bellas Artes consolida sus acervos. Las fichas de registro originales, junto con cartas, contratos y legajos burocráticos ahí exhibidos, develan los procesos con los que se incorporaron dichas piezas al museo.

La exposición de estos archivos sirve para comprender que la formación de las colecciones públicas de arte sí responde a su contexto histórico, a la vez que da testimonio de su fragilidad. La mayor parte del arte creado por mujeres sigue posicionándose en un lugar periférico, aunque pertenecer a una colección reconocida lo legitime y canonice.

Si bien una exposición de artistas mujeres puede percibirse como un mecanismo que victimiza y destaca a las creadoras por su género, más que por sus méritos, la propuesta de Avendaño hace visibles los procesos históricos a los que han estado sometidas las obras de estas pintoras y escultoras. La relectura y revaloración del arte abstracto no sólo repercute en el plano estético, sino que desemboca en reflexiones históricas, políticas y sociales. Como espectadores, solemos repeler las exhibiciones que seccionan y limitan, pero la riqueza yace en la presentación crítica de aciertos y errores de múltiples gestiones curatoriales y concepciones historiográficas.

A unos cuantos metros del Museo de Arte Moderno, en el Museo Tamayo se presenta la exposición retrospectiva por treinta años de carrera de la artista brasileña Jac Leirner, Funciones de una variable, que con la curaduría de Julieta González pretende otorgar una visión panorámica y sólida de su producción artística.

Frente a Silencio, rumor, grito, la obra de Leirner ha asimilado el abstraccionismo desde una búsqueda pictórica orientada al conceptualismo que se vale de materiales cotidianos y de desecho. Tal como lo remarca González, es evidente la presencia de un bagaje fincado en el concretismo brasileño, con una ejecución destinada a la crítica de prácticas sociales, generalizadas y particulares. A través del reciclaje y las seriaciones, los valores de los objetos se sobreponen, se anulan y se reinterpretan: pierden su fin práctico al tiempo que se convierten en reflejo de nuestros comportamientos sociales. Por tanto, sus referentes, en el sentido de un posicionamiento político, son mucho más transparentes.

En piezas como Skin (2014) existe un vínculo directo con el abstraccionismo geométrico; sin embargo, la carga semántica del mural escultórico está en su materialidad: erigido efímeramente a base de papel para liar cigarros, la obra ejerce una crítica sobre el acto de fumar vinculado con el consumo. Las series Corpus delicti, Os cem y Nomes parten de esta misma intención: apelan a la historia de los visitantes desde su manera de consumir dentro de un sistema económico y social, ya sea positiva, negativa o neutra, mientras que Leirner disecta y explora nuevos sentidos plásticos a través del desmembramiento físico y la reconfiguración de los objetos.

El lenguaje verbal es otro de sus materiales predilectos. Apegada a la tradición de la poesía concreta, la artista rescata la plasticidad del texto, usado tanto para generar formas y alejarse de su dualidad sígnica, como para cuestionar los parámetros referidos anteriormente a través de mensajes inconexos pero poderosos, que dan atisbos de violencia en la irrupción de su continuidad y fin comunicativos.

Jac Leirner no sólo cuestiona y se aproxima a la cotidianidad desde una perspectiva crítica, también vuelve su mirada a los procesos y prácticas del circuito cultural y artístico. En obras como Foi um prazer (1997), devela vínculos y relaciones políticas del mundo del arte al acomodar y seriar de una manera específica tarjetas de presentación de agentes culturales involucrados en la escena artística brasileña e internacional. Pero Cédulas (Colección Museo Tamayo, 2014) es la obra que retoma el tema de la configuración de colecciones al ejercer una crítica focalizada a la institución que alberga su retrospectiva. Esta pieza consiste en la agrupación de casi seiscientas cédulas que refieren al número total de obras que componen el acervo del Museo Tamayo. La seriación pone al descubierto una paradoja: hay devaluación, pues todas las cédulas son idénticas, pero se da una valoración a partir del contenido, donde quedan al descubierto las obras que en este grupo selecto tienen el derecho a legitimarse institucionalmente. En primera instancia son cédulas sin referente, una serie vacía que no dice nada, pero que evidencian la razón de ser de dicho museo o galería. Aunque no es la primera vez que Leirner pone en marcha esta pieza, resulta relevante que sea una artista invitada quien desnude el acervo de una institución.

Los entrecruces entre estas dos exposiciones son interdependientes. En la exposición de Leiner no hay una intención por reivindicar el trabajo desde el género, pero sí desde el reconocimiento de una trayectoria, que se vale del abstraccionismo para gestar un posicionamiento estético y político más transparente, inconcebible sin la lucha plástica sostenida por las pintoras y escultoras de Silencio, rumor, grito. Ya sea desde el planteamiento curatorial o desde las piezas mismas, ambas exposiciones desembocan en una crítica hacia los circuitos artísticos. 

Jac Leirner: funciones de una variable, Museo Tamayo, 30 abril-17 agosto 2014.

Jac Leirner: funciones de una variable, Museo Tamayo, 30 abril-17 agosto 2014.