A cien años de la muerte de Mark Twain, misterioso forastero
Ese libro lo escribió el señor Mark Twain y contó la verdad, casi siempre
Huckleberry Finn, Mark Twain
En alguna calle perdida del sur de la ahora desolada Ciudad de México, se lee en una de sus bardas: “El secreto de salir adelante es comenzar”. Debajo de ella puede leerse la identidad institucional de esta estrategia, quizás olvidada y efímera, que sin embargo da cuenta de que en el imaginario cultural la literatura pervive, cuando menos, en la pintura y en las brochas de algunos aventurados entusiastas.
Si bien no he encontrado con exactitud la cita, ésta se repite incesantemente en páginas electrónicas de autoayuda y motivación personal. ¡Peculiar destino para uno de los humoristas más consumados de las letras!
Y como para ser humorista es necesario ser cínico, hay que pensar en qué diría Samuel Langhorne Clemens al enterarse que su pluma se ha tomado para apuntalar discursos frívolamente moralinos, no muy distantes de aquellos, a los que el escritor mejor conocido como Mark Twain fustigara con dureza.
En sus Escritos irreverentes, Twain escribió: “el ser humano lleva en su naturaleza el ansia de saber, pese a que el sacerdote, como ese Dios a quien imita y representa, se ha dedicado desde el principio a impedirle saber nada que pueda serle útil”.[1] Y el aserto cobra relevancia en estos días en que el tiempo parece haberse detenido.
Mark Twain nació el 30 de noviembre de 1835 en Florida, Missouri, un par de semanas después del paso del cometa Halley, en un tiempo en el que las lesivas ansias expansionistas de los Estados Unidos comenzaban a emerger y la esclavitud no sólo era común, sino defendida.
No se olvide que Thomas Jefferson, padre fundador de esa nación, escribió a propósito de la barbarie de la esclavitud: “We have the wolf by the ear, and we can neither hold him, nor safely let him go. Justice is in one scale, and self-preservation in the other”.[2]
Si bien Mark Twain no podía escapar a su circunstancia y se enlistó brevemente a una unidad confederada —estas unidades estaban formadas por soldados de los estados que pugnaban por su separación de los Estados Unidos, pues contaban entre sus principales actividades económicas la pizca de algodón, para la cual consideraban imprescindibles a los esclavos negros— dejó constancia de su posición política e ideológica en The private history of a campaign that failed:
I was piloting on the Mississippi when the news came that South Carolina had gone out of the Union[…] My pilot mate was a New Yorker. He was strong for the Union; so was I. But he would not listen to me with any patience, my loyalty was smirched, to his eye, because my father had owned slaves. I said in palliation of this dark fact that I had heard my father say, some years before he died, that slavery was a great wrong and he would free the solitary Negro he then owned if he could think it right to give away the property of the family when he was so straitened in means. My mate that a mere impulse was nothing, anyone could pretend to a good impulse, and went on decrying my Unionism and libelling my ancestry.[3]
El antiimperialismo, los derechos civiles y las críticas a las instituciones fueron parte medular de la obra de Twain. Recuérdese que fue un esclavo quien le dio vida a una parte sustancial de una de las obras que Ernest Hemingway preconizó en uno de sus juicios más famosos, junto a los de escritores como Hawthorne, Thoreau y Henry James: “Mark Twain is a humorist. The others I do not know. All modern American Literature comes from one book by Mark Twain called Huckleberry Finn […] is the best book we’ve had . All American writing comes from that. There was nothing before. There has been nothing as good since”.[4]Jim, el esclavo que fue dos veces libre, primero por la vieja señorita Watson, y después por Huckleberry y Tom Sawyer, quien acaba siendo millonario por los cuarenta dólares que Tom le brindó por las molestias de haberlo hecho prisionero.
El recorrido de Huck y de Jim es una suerte de bildungsroman, pero sin el aprendizaje final, y no hubiera sido posible sin el conocimiento de Mark Twain del río Mississippi. Desde su juventud, y como dejó patente en Life on the Mississippi, su gran aspiración, y la de muchos de sus amigos, era ser un “hombre de barco de vapor”. Incluso, su nombre se debe a uno de esos hombres, Isaiah Sellers, a quien Twain describió como: “a fine man, a high-minded man, and greatly respected both ashore and onthe river. He was very tall, well built, and handsome; and in his old age—as Iremember him—his hair was as black as an Indian’s, and his eye and handwere as strong and steady and his nerve and judgment as firm and clear asanybody’s, young orold, among the fraternity of pilots”.[5]Según Samuel Langhorne Clemens, este capitán enviaba algunas notas del diario que llevaba al New Orleans Picayune, y las firmaba como “Mark Twain”. Como el mismo Clemens escribe, él era un joven periodista que necesitaba un “nom de guerre”, así que tomó el de su antiguo capitán y comenzó a firmar así. Mark Twain es una referencia marítima que significa, literalmente, “la marca de dos brazas”. Twaines un arcaísmo en lengua inglesa para decir “dos”, y estas dos brazas —casi cuatro metros— es la profundidad mínima que un barco de vapor necesitaba para poder navegar sin mayores contratiempos.
La travesía de Twain lo llevó de los barcos de vapor a las imprentas, de ser marinero a ser cajista que formaba línea por línea las noticias del Hannibal Journey, el periódico que se precia, hasta la fecha, de ser la publicación periódica más longeva de Missouri, puesto que se ha publicado, bajo diversos nombres desde 1841. Habrá sido esta profesión, quizás, la que lo llevó a invertir su capital en la Paige compositor, una máquina que reemplazaba al cajista por un brazo mecánico y que fue inventada por James W. Paige. Aunque era un adelanto formidable para la época, antes de que esta máquina estuviera perfeccionada, llegó el linotipo, que volvió inservible el invento en el que Twain había invertido su fortuna. El único vestigio de esta maquina está exhibida, ahora, en la casa museo de Twain, en Hartford, Connecticut, ciudad que fuera su última morada.
Las vivencias de Samuel Langhorne Clemens sirvieron para alimentar la pluma de Mark Twain. Su conocimiento de las redacciones de periódicos, imprentas, barcos de vapor, campañas bélicas y de la vida en general es el causal del reconocimiento que obtuvo con sus primeros cuentos hasta sus libros más celebrados, como los ya citados Huckleberry Finn yTom Sawyer o la mil veces versionada The prince and the pauper, al lado de obras un poco menos conocidas como los citados The mysterious Strangero A Connecticut Yankee in King Arthur’s Court. Estas obras son producto de una fina visión irónica del mundo:
Hay personas que sostienen que una novela debe ser sólo una obra de arte, que en ella no se debe predicar ni enseñar. Quizás sea esto cierto para las novelas, pero no lo es para el humor. El humor no debe adoptar la profesión de enseñar ni de predicar, pero debe hacer ambas cosas si quiere perdurar eternamente. Cuando digo eternamente, querido decir treinta años… [6]
El humorista parte de una contemplación que trastoca la moral de su época; su mirada, quizás la de un moralista, retrata las extravagancias del mundo que le rodea, acentúa los vicios, destaca los caracteres de sus personajes mientras que su escenario, el mundo, sigue su contradictorio curso. Para ello, Twain toma distancia, se aleja de la escena. Si no es un amigo quien le cuenta la historia, es un desconocido que le relata hechos extraordinarios. En su cuento “The Celebrated Jumping Frog of Calaveras County”, la historia de un apostador que pierde su dinero cuando le llenan a su invencible rana con perdigones, el pretexto es una visita a Simon Wheeler, como un favor a un amigo, para pedirle noticias de Leonidas W. Wheeler; sin embargo, el viejo Simon en vez de darle noticias, comienza la historia del apostador, Jim Smiley. Así, Twain es un mero relator de hechos, no toma partido y es ahí donde radica su peculiar humor. “Así como el verdadero humor tiene un aspecto serio, mientras todo el mundo ríe a su alrededor; el falso humor ríe de continuo, mientras que todo el mundo a su alrededor tiene un aspecto de gran seriedad”.[7]
En su cuento The Story of the Bad Little Boy, el lector siempre espera una redención del personaje, y Twain lo sabe y lo remarca en su texto, enfatiza que el pequeño niño de su cuento, si fuera personaje de un libro de catecismo o de moral, en algún momento se arrepentiría de sus faltas o tendría una revelación que lo haría enmendar el camino, a la manera de Roberto el Diablo o los exemplalatinos, pero la vida, simplemente, no es tan seria en sus cosas, así que Twain termina el relato:
And he grew up, and married, and raised a large family, and brained them all with an axe one night, and got wealthy by all manner of cheating and rascality; and now he is the infernalest wickedest scoundrel in his native village, and is universally respected, and belongs to the Legislature.[8]
El humor apela a la inteligencia del receptor, a sus expectativas culturales, a su imaginación, pero sobre todo, a sus prejuicios. El humor de Twain no es un espejo en donde reconocerse, es un lugar privilegiado para ver las extravagancias del carácter colectivo. El humor “tiene un secreto, oculta su ausencia, gusta de disfrazarse. Es algo serio y grave […] es risa equívoca, cohibida […] es suave y fina tristeza”[9], escribe C.F. de la Vega. Twain asume el compromiso del humor para señalar con su pluma flamígera lo que le rodea, sin miramientos. En How I Edited an Agricultural Paper, de 1870, la pluma de Twain se muestra, como la mayor parte de su obra, atemporal y dolorosamente vigente. Escribe:
Tell you, you corn-stalk, you cabbage, you son of a cauliflower? It’s the first time I ever heard such an unfeeling remark. I tell you I have been in the editorial business going on fourteen years, and it is the first time I ever heard of a man’s having to know anything in order to edit a newspaper.[10]
Y en estos tiempos de aciago confinamiento, las carroñeras plumas de los gacetilleros a sueldo y los comicastros devenidos líderes de opinión fueron vaticinados por Twain en el mismo texto: “and I tell you that the less a man knows the bigger the noise he makes and the higher the salary he commands”.[11]
Su perspicaz visión no dejaba escapar nada. Este forastero que viajó, vivió y escribió, lo mismo fue inversionista que editor de Walt Whitman y de Ulysses Grant y amigo de Thomas Alva Edison, murió el 21 de abril de 1910, el mismo mes que el cometa Halley pudo ser apreciado a simple vista. Como consigna Albert Bigalow, biógrafo de Twain, el escritor dijo:
I came in with Halley’s comet in 1835. It is coming again next year, and I expect to go out with it. It will be the greatest disappointment of my life if I don’t go out with Halley’s comet. The Almighty has said, no doubt: ‘Now here are these two unaccountable freaks; they came in together, they must go out together.’ Oh! I am looking forward to that.[12]
Y tuvo la fortuna de llegar e irse con el cometa. Mark Twain fue enterrado en New York, junto a su esposa, a los pies de un mausoleo de ocho metros de altura, es decir, de dos brazas: “Mark Twain”.
[8]Mark Twain, “The Story of the Bad Little Boy”, en The Complete Short Stories of Mark Twain, New York: Bantam Books, 1981, p. 6.