Tierra Adentro
Ilustración de Luis Ham

La videopoesía es fronteriza, también, porque en ocasiones se cruza de ilegal y es perseguida por la lógica de alguno de los lenguajes de que se compone (palabra, imagen y sonidos). Además, sufre de un tipo de “racismo” o “xenofobia”, de ahí que a muchos poetas (de lo puramente escrito) o a los videastas-cineastas (contadores de historias en lo visual) no les guste, la desprecien o le teman. Dicen que no habla su idioma, por lo tanto debe ser encarcelada, perseguida, desechada.1

Alberto Roblest

 

 

Hoy más que nunca la literatura multimedial nos reclama su exclusión de los anales. Su marginación se manifiesta en el desprecio que las expresiones de arte popular enfrentan ante sistemas de poder hegemónicos. Desde la escritura primigenia, la literatura multimedial —las llamadas literaturas “alternativas”: literaturas de rupturas, experimentaciones, reivindicación— ha transitado las fronteras entre palabras, gestos, coreografías, músicas e imágenes, en forma de jeroglíficos, códigos, textiles, danzas y oralidades donde las cosmogonías se registraron como parte de la historia de los otros, que invariablemente son el nosotros de cada día.

En la historia contemporánea de la literatura, las prácticas de producción y consumo, sin duda, siguen vinculándonos a esa marginalidad fundacional. ¿No es esa la historia del arte, un ir a contracorriente, para inundar de cuestionamientos la incertidumbre de los tiempos, el sentido de la vida? La videoescritura se ha convertido en recurso y testimonio de lo periférico, como lo fuera la poesía visual para las vanguardias del siglo XX.

https://www.youtube.com/watch?v=9aVUEyetc8M

Desde las representaciones iconográficas, la poesía y sus poéticas han intentado objetivar el lenguaje, aprehender los signos. De ahí sigue que en esta búsqueda concreta de la espacialidad, el uso actual del video como medio de escritura dialoga con los signos audiovisuales y verbales para llegar a un público más diverso, dando pie a la creación del subgénero literario de la videopoesía, a su vez un género de la literatura fronteriza, y una rama del videoarte.

La videopoesía nos reúne en este artículo por ser el formato que cohesiona el movimiento de los signos, para evidenciar u ocultarlos, dotándolos de un sentido comunitario, hoy urgente en nuestros manifiestos políticos como actores sociales.

Las comunidades evalúan los acercamientos hacia lo poético, de acuerdo a su historia y tradiciones críticas, pues el lenguaje poético también es social, aunque cabe una aclaración pertinente: además de los elementos extra-lingüísticos en una obra, lo que los conforma (lo inter o intralingüístico) es el fundamento central.

La poesía contemporánea viene a desestructurar el mito de la literatura, donde ésta es vista como una creación ex nihilo, donde el superyóico autor transmite la tan anhelada verdad a la parte social de su comunidad, del mundo; una concepción de lo literario que totemiza la literatura, volviéndola un dogma. Con la videopoesía, la literatura se desacraliza.

La crítica de Roland Barthes refresca la visión de la literatura y del papel del escritor, cuando él mismo sentencia “la muerte del autor”; se relegan a tercer plano las andanzas del poeta, se le desacraliza y comienza a verse el trabajo del literato como un oficio, igual que cualquier otro, con el que el escritor describe su contexto social y se dedica a ese ser social al que pertenece. El desbordamiento de la poesía, más allá de sus fronteras, en el caso de la videoliteratura, necesariamente, la ha llevado al trabajo en colectivo: el autor ha muerto.

Hay una forma de concebir la obra de arte y el lenguaje que proviene del inconsciente colectivo de la frontera. Si el hombre se ve-siente-concibe a sí mismo como un punto dentro de un cuadrante —imaginario— en el que rota gradualmente, transgrediendo esas líneas divisorias —líneas discontinuas—, su lenguaje será, a sí mismo, su laboratorio; en él, expresará las discontinuidades y la multidimensionalidad de los entrecruzamientos que experimenta, como cohesiones, relaciones y brechas. Así como el cine es un producto de la modernidad, la videopoesía lo es de la era electrónica-digital, manifiesto del límite de las cosas, que ha generado nuevos tipos de percepción, entre lo analógico y lo digital, para contrarrestar la escritura alfabética como medio de convencional y arbitrario (un símil de la vida y el arte), apoyándose en la cultura oral y la acústica.

Es más que evidente que los nuevos rumbos de la literatura se basan en la espacialidad, es decir, en la dimensión. La videopoesía es una neta expresión de la virtualidad verbicovisual.

En su lectura, el texto visto en una pantalla es leído en distintos canales (niveles) de forma simultánea, en un proceso que decodifica texto, sonido e imagen. Por tanto, la generación de valores estéticos y editoriales toma nuevos rumbos, pues también debemos aprender a leer las imágenes, del mismo modo en que aprendemos a leer palabras.

El caso de la videopoesía no comparte camino con la argumentación mediática, pues el objetivo no es la venta o convencimiento, sino el apelar al pensamiento y las emociones, partiendo de la economía del lenguaje, la transgresión de la gramática y manipulación de signos verbales y no verbales, así como el uso del espacio, es decir, la iconización.

En este sentido, la videopoesía, como toda literatura fronteriza, trae a la mesa de disección el planteamiento de una nueva relación entre la teoría y la práctica, mucho más fragmentada que antes, pero que no ha dejado su afán totalizador dentro de un centro particular de poder. Eso es lo que la literatura fronteriza busca: invertir dicho poder, ligado al secreto, pues “el discurso de lucha no se opone al inconsciente: se opone al secreto.”2 ¿Qué secreto? El del autor. La videopoesía es un ejemplo de subversión y confraternidad, que reintroduce el tema de las diferencias y en el que el observador también es un creador; una utopía, vaya, que desde los años 80 los artistas mexicanos han comenzado a transitar profesionalmente, para entender ese pasado del nosotros de cada día.

 

  1. Roblest, Alberto. (11 de diciembre de 2007). Mientras tanto.  Para más detalles de su obra, consultar: http://www.torrevisual.com/alberto-roblest/.
  2. Michel Foucault, Los intelectuales y el poder, p. 85