Sentí el olor a carne putrefacta cuando me acerqué al apartamento y se me revolvió el estómago, no tanto por el asco, sino por la molestia que me invadió el cuerpo cuando imaginé lo que había pasado;—dejó basura pudriéndose en la cocina, como siempre —, dije para mí misma, casi segura de lo que suponía.