¿Qué hacemos nosotros?
Ir simplemente hacia delante, sin cambiar el ritmo de nuestros pasos, no es una opción. No debió serlo nunca y sin embargo no nos hemos detenido a escuchar lo que se nos está gritando. Estamos matando mujeres. Estamos matando hombres. Estamos matando al planeta. Estamos caminando sin medir la diferencia, sin observar el efecto que tienen nuestras pisadas por donde pasan.
Estamos alienados sin saberlo, y cualquier conocimiento que tengamos del (los) problema(s), en tanto no se manifieste en nuestras acciones, tendrá un nulo efecto sobre la realidad. ¿Sabemos detenernos? ¿Queremos detenernos? No soy ese tipo de hombre o Es gente mala contra gente buena son argumentos cortos que no alcanzan a medir la gravedad del asunto, el estado de la cuestión, cuando se trata de la masculinidad.
Quebrar el cerco es difícil. Quedarse dentro y esperar que el cerco desaparezca, fácil, pero inútil. Quizá por eso sea tan común ver cómo le preguntamos a mujeres en redes sociales, ¿qué hacemos nosotros? en un intento “noble” de “ayudar”. ¿Cuántos le hemos hecho la misma pregunta a otro hombre?
Hacer. Qué hacer. Se pregunta casi como si hacer la pregunta fuera hacer algo. Preguntar algo en Twitter es más fácil (pero no por mucho) que comenzar a leer al respecto, hacerse una idea del panorama. Pero queremos respuestas simples, digeridas. Una recomendación de libros. Un hilo que nos diga qué hacer, cómo comportarse, qué hacer en caso de, o cómo actuar en respuesta a. Queremos un hilo que solucione las preguntas que no nos hemos tomado el tiempo de hacernos.
La realidad es que, para llegar a esas respuestas, hace falta tener conversaciones profundas y dolorosas, y abrirnos también a un tipo de sentimentalidad entre hombres que la masculinidad simplemente no puede aceptar. Podemos leer al respecto y evaluar nuestras acciones, pero en tanto no nos sepamos abrir a otros hombres sin escudarnos detrás del pacto patriarcal, difícilmente habrá un cambio.
Hoy estamos nosotros. Pero todos los días nos encontramos en espacios de hombres. No deberíamos tener que ir a círculos de hombres para poder hablar de cómo nos sentimos y para hacernos la pregunta con la que empieza todo: ¿Qué hacemos nosotros?
Será la primera de muchas, muchísimas preguntas que seguirán, que nos corresponden enteramente y que requieren de honestidad, empatía y cariño al momento de responderlas.
Pero son preguntas que podemos hacer todos los días. En los espacios que hemos utilizado para contar chistes o para hablar del fútbol. En la mesa con los amigos un viernes. Sí, implica pláticas más complejas, menos divertidas, pláticas incómodas que posiblemente cambien cómo nos vemos y cómo vemos a nuestras amistades.
No están las cosas como para voltear la mirada cuando no se trate de algo que nos agrada. Hay mucho en este mundo que es desagradable, y mucho trabajo que no hemos hecho. Pero podemos hacerlo, si lo hacemos juntos, críticos pero con ternura. Así como nos dijeron que no deberían ser los hombres.