¡Mi raíz, oh mi racimo!
Vardiente, armagro, marcialiento, deshonrado cuello de embudo, hemorragia divina, raíz de páramo y selva, raíz y racimo: país-infierno, infierno enraizado, cruel río de asfalto, acre hierba llorosa. Raíz mía y nuestra, my bunch, bunch me, please!, como el desliz de tu patria perdida. Odio el refulgente rayo del cristal del edificio y la ceguera en el paso del campesino. Véanseles correr de noche y morir de día, xilemas, agonizar en tren o en la andada, floemas, morir de sed como se muere de angustia la lejanía. ¿Por qué corre aún la sangre en los versos caídos presos? Do you know what I mean? Mina de sombras, cofias que se hallan en la raíz y en el racimo, en el desliz. ¡Oh mi raíz! Hay miedo en tus caliptras y nadie escribe y nadie quiere saber nada de nada, si acaso las palabras serpentean huertas. Siñor, sí, Siñor, hermano mío, huero en la savia que solía llegar hasta los huesos. Sabía llegar sin GPS, sin Google Maps. Viva la mexicana fanfarronería mía, viva Mex-ínico, Viva su clorofila, su blanca memoria, y su roja poesía, que de a ratos se racima o se enraíza bajo la premisa de ser malditos: manzanas —vardientes, armagras, marcialientas— caídas no lejos del árbol.