Los disfraces
Para escondernos del color azul fuimos al desierto. El día era una máscara de la noche, el cielo —lo sabemos incoloro— nos respiraba como a los restos de algo perdido.
Aprendimos a ser cóncavos para contener el cauce de la arena. Entretuve tu pensamiento en mi pensamiento, qué manera tenías de contar la respiración y los anillos de las serpientes.
Una formación de ceros, hormigas negras del cálculo, camina hacia el Este, horizonte rojo prendido con alfileres de la idea del azul.
Aprendimos a ser cóncavos para reflejar los espejismos.
Rodamos como animalitos, haciendo surcos en la arena. La memoria necesita girar para desvanecerse: