Los campos de California: 30 años sin César Chávez
La historia de la hoy casi extinta UFW (United Farm Workers of America/ Unión de Campesinos) se extiende a lo largo y ancho de la extraordinariamente diversa topografía del estado de California. Esta topografía, como todo lo que nace bajo el sol de la región, no es algo estático, sino que es producto de enfrentamientos y de cambiantes fuerzas subterráneas: las tensas placas tectónicas y la gran falla que recorre el estado, desde el mar de Cortés hasta la costa de la punta norte, moldean las dos enormes sierras que enmarcan y empujan la costa de California hacia el mar. El resultado es una serie de valles larguísimos, deltas pantanosos y una enorme bahía. La constancia de los incendios y los sistemas de alta presión que castigan en forma de vientos (los famosos “vientos de Santa Ana” en el sur o, en el norte, el “viento del Diablo”) también transformaron los bosques en tierras baldías pero sumamente fértiles. A su vez, la presencia de los primeros colonizadores españoles, después mexicanos y finalmente anglosajones, transfiguró una vez más el territorio para crear tierras de cultivo y ganadería productivas. A mediados del siglo XX, California se convirtió en la zona agrícola más capitalizada de la historia de la humanidad.
Los valles de California a menudo se olvidan en el imaginario costero del estado, que suele enfocarse en las industrias masivas que han prosperado en las ciudades que se fundaron frente al Océano Pacífico. Detrás de las icónicas colinas de Hollywood y de sus exportaciones culturales, más allá de los intrépidos surfistas surcando las enormes olas, del camino real que sigue la ruta de las misiones, de los vivaces colores de las casas victorianas en las colinas de San Francisco y del corazón de la innovación tecnológica en Silicon Valley, se encuentra la California agrícola, donde los trabajadores del campo producen más del 35% de las verduras y hasta el 75% de la fruta y nueces que se consumen en los Estados Unidos.
En el mapa del desarrollo de la UFW destacan tres valles: el Valle de Salinas, ubicado al oeste de la Sierra de la Costa Central; el Valle Imperial, situado al sureste de Los Ángeles; y el Valle Central, que se extiende entre la Sierra de la Costa y la Sierra Nevada. De los tres, únicamente el Valle de Salinas cuenta con un clima mediterráneo y es naturalmente fértil, lo que permite cultivar verduras hasta diez meses al año. Los otros dos valles, por su parte, fueron producto de la intervención de la ingeniería y el capital.
En el sureste del estado, el gobierno federal transformó una enorme sección del desierto de Colorado en el fértil Valle Imperial, cerca de la frontera con México, mediante un proyecto de ingeniería que incluyó la construcción de cuatro represas para irrigar el desierto. Asimismo, en el Valle Central se financiaron veinticinco represas con recursos federales y estatales para canalizar el agua necesaria para el cultivo de uvas, algodón, tomates y arroz en la zona.
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César Estrada Chávez nació el 31 de Marzo de 1927 en una pequeña propiedad familiar en las afueras de Yuma, Arizona. El abuelo de César, Cesario, había sido un domador de mulas de Chihuahua que se asentó y construyó una propiedad para trabajar la tierra en el desierto de Colorado tres años antes de la fundación del estado en Arizona. Librado, el padre de César, tenía tres años cuando su padre se asentó en la región. A pesar de formar parte de la tercera generación de migrantes en los Estados Unidos, César mismo seguía considerándose a sí mismo como mexicano y estaba orgulloso de haber crecido hablando español y de haberse establecido en un territorio que en algún momento le había pertenecido a México.
César Chávez tenía tan solo doce años cuando presenció la destrucción de la casa donde nació, luego de que un terrateniente anglosajón, quien tenía el título de la tierra aledaña y le cobraba impuesto a los Chávez, enviara un tractor para saldar una deuda pendiente. La familia Chávez, desterrada, se vio obligada a abandonar su tranquila vida en Arizona y emigrar a California para trabajar en los campos ya desde entonces dominados por compañías agroindustriales. Para el joven César, esto significó no solo la pérdida de su comunidad, familia y niñez, sino también el inicio de su carrera laboral.
En busca de trabajo en las cosechas, la familia Chávez se incorporó al circuito migrante que se extendía entre el Valle Central y Oxnard, al norte de Los Ángeles, durante una de las épocas más difíciles de la agricultura en California. Después de la Gran Depresión, los salarios eran miserables y miles de trabajadores competían por empleos insuficientes en los campos. A pesar de los intentos de organización y sindicalización en la década de 1930, las perspectivas de mejoras para los trabajadores agrícolas eran sombrías. La Ley Nacional de Relaciones Laborales (NLRA) de 1935 no excluía a los trabajadores agrícolas de sus cláusulas y protecciones, por lo que no carecían de garantías y derechos para la organización colectiva y no quedaban a merced de las grandes corporaciones.1
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Desde joven, César Chávez se enamoró de los libros y aprendió a leer tanto en inglés como en español gracias a la influencia de sus tíos. Aunque nunca le entusiasmó la educación formal, César se interesó apasionadamente por diversos temas a lo largo de su vida y se comprometía enteramente a leer, cuestionar, escuchar y aprender. Así como César no aprendió a leer en la escuela, tampoco se dejó influenciar por las doctrinas religiosas de la iglesia. Su madre le enseñó sus primeras oraciones, así como el poder de la caridad y de evitar la violencia. Ella era la líder espiritual de la familia y transformó su catolicismo popular, lleno de dichos, en una sensibilidad moral que moldeó a los Chávez. Además, la guía moral de la familia estaba respaldada por el catolicismo formal de la abuela de César, quien pasó varios años en un convento y le enseñó a sus hijos oraciones en latín e historias de la Biblia.
Estas dos características de César, su pasión por aprender y su compromiso con la justicia social, lo acompañaron a lo largo de toda su vida. Fue gracias a un sacerdote católico que César comenzó a interesarse en la política hacia 1950. En ese momento, con apenas 23 años, César ya era un veterano de la Segunda Guerra Mundial que intentaba abrirse una senda en el mundo. Cuando tenía diecisiete años, César se enlistó en la Marina de los Estados Unidos, “sobre todo para poder escapar del trabajo agrícola”. Después de ser ayudante en un barco en el Pacífico y pintor en Guam, lo dieron de baja. Regresó así a los campos y trabajó en la cosecha de melones, uvas, algodón y chabacanos. Intentó formar parte de un grupo de cortadores de apio, en donde se pagaba un salario más alto, pero no pudo aprender lo suficientemente rápido y mantener el ritmo.
En 1948, César se casó con Helen Fabela, hija de una familia de trabajadores agrícolas de Delano, California, lugar que se convertiría en el epicentro de las primeras campañas de la UFW. Pronto, la pareja tuvo dos hijos y César, ahora un hombre de familia, no sabía cómo se iba a ganar la vida ni qué rumbo iba a seguir. Por eso, cuando el padre Donald McDonnell tocó a su puerta con su sotana y estola, hablando español y solicitando su ayuda para establecer una iglesia en el barrio mexicano de San José, César, sin dudarlo, ayudó. El padre McDonnell, apenas cinco años mayor que César, empezó a inculcar a su nuevo discípulo en los principios de la llamada “Acción Católica”.
La Acción Católica se basaba en las enseñanzas de las encíclicas del papa León XIII y Pío XI, Rerum Novarum (“De las cosas nuevas”, de 1891) y, Quadragesimo anno (“En el cuadragésimo año”, de 1931), respectivamente. Rerum Novarum reconocía la lucha entre la clase de los “ricos” y del “proletariado”, defendía la propiedad privada, atacaba al socialismo y promovía la caridad de los ricos. Al mismo tiempo, alentaba la creación de asociaciones sindicales de trabajadores, preferiblemente católicas, con énfasis en la “justicia social”. Esta encíclica fue la base de la autoridad papal para fundar los movimientos de la acción social católica. En 1931, Pío XI escribió Quadragesimo Anno, cuarenta años después de Rerum Novarum, en medio de la depresión económica mundial. Esta encíclica habla del “carácter social de la propiedad”, se opone al individualismo y fomenta todo tipo de asociaciones sindicales de trabajadores para “regular las relaciones económicas conforme a las leyes de justicia conmutativa”.
Es por eso que cuando César Chávez fundó la Asociación de Trabajadores Agrícolas en 1962 (Farm Workers Association) la llamó asociación y no “union”, sindicato, porque el catolicismo sirvió como elemento de cohesión para los trabajadores agrícolas, además de que dominó gran parte de los símbolos e ideología de la asociación y de la posterior UFW. La membresía en estas organizaciones no solamente era una lucha por mejores salarios y beneficios, sino que también se consideraba, como enfatiza César, algo “bueno para el alma”. Según Chávez, a través de los sacrificios, los trabajadores se convertirían en mejores personas y estarían más cerca de Dios. Por eso, gran parte de la estrategia de la UFW consistía en movilizar la buena voluntad de los más afortunados y obtener protecciones del Estado.
La otra gran influencia religiosa formativa en la vida de César Chávez en el período anterior a la fundación de la asociación fue el movimiento cursillista. Los cursillos de cristiandad fueron desarrollados por jóvenes laicos para preparar a los adolescentes para el peregrinaje a Santiago de Compostela, pero su objetivo principal era inspirar y preparar a los futuros líderes del “ejército de militantes cristianos” para combatir al enemigo de la “cristiandad sin vida”. De hecho, el himno de los cursillistas, la canción “De colores”, se convirtió en el himno de la UFW. De tal manera, la UFW tiene en sus orígenes todos estos elementos que César Chávez absorbió en sus años formativos: prefiere y acepta una organización jerárquica, se opone al socialismo, tiene un compromiso con la justicia social y adopta una visión militante.
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Si quisiéramos encontrar las raíces de las estrategias de organización comunitaria de César Chávez, habría que leer con cuidado el Tratado para radicales: manual para revolucionarios pragmáticos de Saul Alinsky. Aunque el libro se publicó en 1971, el tratado recopila las lecciones orales sobre organización comunitaria que el autor había estado pregonando desde 1939. Otra gran influencia de César Chávez fue Fred Ross, un discípulo de las ideas y del modelo de Alinksy.
Alinksy, Ross y Chávez eran maestros en el arte de contar historias y de conversar. Sabían cómo hablar pero, sobre todo, sabían escuchar. Esta habilidad no es una casualidad, ya que en los centros de pensamiento de Alinsky se enfocaban en el arte de la conversación. Así, Chávez se convirtió en alguien que sabía escuchar. Su capacidad de prestarle toda su atención a la persona con la que estaba hablando se volvió parte de la leyenda de Chávez, y en este caso la leyenda tiene raíces muy precisas. Pero Chávez, Ross y Alinsky no solo escuchaban, sino que contaban historias para transmitir moralejas y dejar en claro puntos muy específicos. “¿Quieres tener un mejor salario, mejores condiciones de trabajo, control en las rentas, y que acabe la brutalidad policíaca? Déjame contarte cómo un grupo de personas se organizó en Los Ángeles y logró todo eso”, y luego contaban una historia, probablemente exagerada, como todas las buenas historias, cuyo objetivo era inspirar e instruir sin ser un recuento histórico preciso. ¿Qué enseñaban las historias? Que si construyes una organización y te mantienes activo en ella puedes mejorar tu mundo, y un organizador puede ayudarte en ese proceso. Así de simple.
En 1952, Chávez conoció a quien sería su futuro mentor, Fred Ross, quien había ayudado a fundar la Organización de Servicio Comunitario (CSO, por sus siglas en inglés), un grupo que abogaba por la comunidad mexicanoamericana con sede en Los Ángeles. Ross llegó a San José para establecer una filial local de la organización, y una de las reuniones que organizó fue en la casa de César Chávez. A Chávez le impresionó el éxito de la CSO en la lucha en contra de la brutalidad policial y la inscripción de votantes mexicanoamericanos, por lo que rápidamente se sumó como voluntario en la organización. Eventualmente, Ross logró contactarlo de tiempo completo, y durante una década Chávez viajó por California, organizando campañas, inscribiendo votantes y dirigiendo programas de ciudadanía. Este fue el inicio de su lucha en contra de la injusticia social.
En 1962, cansado de las limitaciones de su trabajo y de las finanzas precarias de la organización, Chávez renunció a su trabajo para perseguir su propia tarea quijotesca: la creación de un sindicato para los trabajadores agrícolas. Con sus pocos ahorros, trasladó a su familia a Delano, California, donde vivía su hermano y la familia de Helen. Mientras ella trabajaba en los campos, Chávez viajaba a las pequeñas ciudades agrícolas del Valle Central, celebrando reuniones en las casas de los trabajadores, tal como aprendió de su mentor, Fred Ross. En ese entonces, no usaba la palabra “sindicato”, sino la palabra “asociación”, y su objetivo inicial era obtener salarios justos y luchar contra las injusticias rampantes.
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Cinco meses después de llegar a Delano, Chávez fundó la Asociación de Trabajadores Agrícolas. Adoptaron al águila negra como emblema y “¡Viva la causa!” como su lema. Chávez planeaba construir la organización lentamente antes de aceptar participar en tareas más complejas como negociar contratos y convenir huelgas, pero la historia y los acontecimientos lo obligaron a moverse mucho más rápido de lo que él hubiera querido. El 8 de septiembre de 1965, un sindicato de trabajadores agrícolas filipinos declaró una huelga cuando los productores de uvas se negaron a aumentarles el salario por hora. Si los mexicanos y mexicoamericanos no se unían, la huelga fracasaría. Así, el 16 de septiembre, Chávez convocó a una reunión en la iglesia y los trabajadores apoyaron la huelga en un gesto sin parangón de solidaridad interracial, que no era la norma en la época. En los próximos cinco años, la Asociación convirtió a “la causa” en una frase común y atrajo a cientos de trabajadores al movimiento agrícola. Millones de estadounidenses boicotearon el consumo de las uvas y César Chávez llegó a estar en la portada de la revista Time. Este sería el inicio de la UFW con Chávez al frente, como líder y presidente.
Chávez sabía que para triunfar, la UFW iba a requerir apoyo externo. El movimiento laboral proporcionaba dinero, la religión católica y sus estandartes de la Virgen de Guadalupe les daban la autoridad moral y los voluntarios proveían la fuerza para continuar con la organización de base. El primer gran acontecimiento que expuso Chávez a los medios nacionales sucedió en la primavera de 1966, cuando lideró la famosa marcha de 300 millas desde Delano hasta Sacramento. Cientos de trabajadores agrícolas caminaron por la carretera 99 hasta el capitolio del estado. El periódico El malcriado, el Teatro Campesino, los brazos culturales y de propaganda de los trabajadores acompañaron todo el movimiento. Cuando la huelga comenzaba a decaer, Chávez emprendió un dramático ayuno (siguiendo el ejemplo de Gandhi) para volver a comprometer al movimiento con el principio de la no violencia. El ayuno de veinticinco días hizo que la sede del movimiento se convirtiera en un santuario religioso: cientos de personas acampaban fuera del recinto en donde estaba su líder y esperaban la liturgia nocturna que se ofrecía. El entonces senador Robert F. Kennedy llegó en persona hasta Delano para celebrar el momento en el que César Chávez decidió romper su ayuno. En los siguientes años, los ayunos de Chávez formarían también parte del imaginario que acompañaría la mística del singular líder de la UFW.
Con la victoria en el boicot de las uvas y el negocio de contratos, la UFW creció inesperadamente y tuvo que ajustarse para lograr atender las demandas de los trabajadores. En 1975, el gobernador aliado de Chávez, Jerry Brown, reformó la Ley Nacional de Relaciones Laborales (NLRA) y California se convirtió en el único estado que le otorgó a los trabajadores agrícolas el derecho a asociarse y conformar sindicatos. También estableció una agencia estatal para supervisar las relaciones laborales en los campos.
Cientos de elecciones y contratos mejoraron las condiciones y salarios de los trabajadores agrícolas, pero operar bajo las reglas estatales se volvió cada vez más difícil para la UFW. Hacia finales de la década de 1970, la mayoría de los líderes asociados con los inicios de “la causa” renunciaron o fueron expulsados. Chávez se enfocó en construir una comunidad en la sede del sindicato llamada “La Paz”, un complejo aislado en las montañas de Tehachapi que llegó a ser hogar de hasta 200 miembros de la UFW. Durante la década de 1980, el poder de la UFW disminuyó significativamente, se perdieron contratos y la administración republicana de California erosionó poco a poco su influencia política. Las últimas huelgas importantes en los campos del Valle Imperial y en el Valle de Salinas concluyeron con los mejores contratos que los trabajadores agrícolas habían obtenido en toda la historia. Las huelgas fueron el presagio de una guerra civil interna en la UFW en la que, eventualmente, muchos de quienes constituían la mesa ejecutiva acabaron enfrentándose en la corte contra Chávez. Otro de los problemas con los que César Chávez se enfrentó fue el cambio en los patrones migratorios y la llegada de cientos de miles de inmigrantes de Latinoamérica y de México dispuestos a trabajar por mucho menos en los campos de California. Chávez llegó a oponerse férreamente a la inmigración ilegal y a abogar por leyes de migración muy estrictas, ya desde los últimos años del programa bracero y también en sus últimos años de vida.
César Chávez murió el 23 de Abril de 1993 mientras dormía, a los sesenta y seis años. Cientos de miles de trabajadores agrícolas salieron de Delano para celebrar su legado y vida. Lo enterraron en el complejo de La Paz.
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La falta de trabajo constante y la inestabilidad son solo dos de los muchos desafíos a los que se enfrentan los trabajadores agrícolas. El trabajo en los campos es peligroso y frecuentemente acaba en espaldas con daños permanentes, extremidades sin uso, articulaciones gastadas, y hasta puede ser perjudicial para la salud por el uso de pesticidas. Los trabajadores agrícolas habilitan la tierra para la cosecha a lo largo de todo el año: la preparan, plantan las semillas, deshierban las plantas, riegan los cultivos y abonan la tierra. Sin embargo, solamente producen mercancías, un producto, durante la cosecha, apenas una o dos veces al año. Además, dado que la demanda de trabajadores cambia mucho dependiendo del mes que es, no hay suficiente trabajo en una zona en particular para mantener un asentamiento permanente de personas, por lo que los pueblos agrícolas son pequeños y dependen del flujo de migrantes. Es una vida de movimiento y constante inestabilidad, sujeta a los caprichos del clima y de los empleadores.
A finales de la década de 1970 los trabajadores del campo gozaban de un ingreso de más de uno y medio salarios mínimos por hora. La UFW alcanzó su cumbre con una membresía de 50,000 trabajadores a finales de esa década, y su éxito era evidente en los generosos salarios que recibían. Pero la historia es cruel. La actual lista de salarios representa la derrota de la UFW en los campos de California.2 Los trabajadores agrícolas hoy ganan apenas el salario mínimo de California, un salario que se ha mantenido estancado en 8 dólares por más de una década. Los que recolectan apio ganan lo mismo por caja que sus predecesores de hace 30 años, lo que equivale a menos de un tercio de lo que ganaban antes. Los trabajadores de la lechuga, quienes alguna vez fueron los mejor remunerados, tienen suerte si logran ganar 9 dólares la hora. En un mundo en el que los costos de vida no dejan de subir, los salarios de los trabajadores agrícolas se han mantenido estancados.
El trabajo en los campos sigue siendo muy similar al que Chávez mismo experimentó en carne propia, pero los esquemas de organización son muy diferentes. Actualmente, la mayoría de los trabajadores agrícolas no son empleados de las compañías dueñas de los cultivos, sino que tienen contratos de mano de obra agrícola a través de otras organizaciones. La tendencia a la subcontratación que hoy prima en la industria comenzó en la década de 1980, cuando las pequeñas compañías empezaron a desaparecer y la industria se volvió cada vez más un monopolio de pocos líderes. La Ley de Relaciones Laborales, que alguna vez se vio como una victoria del movimiento de la UFW, es ahora la traba más grande, pues estipula que los contratista de mano de obra agrícola no son empleadores, y por lo tanto no son reconocidos para fines de negociación colectiva según la ley estatal. Los trabajadores, si quieren organizarse, deben presentar una petición dependiendo de su lugar de trabajo, y no pueden presentarla a través de la compañía que los subcontrata.
Por eso, a pesar de que se estima que hay 400,000 trabajadores agrícolas en el estado de California, el porcentaje que pertenece a un sindicato es estadísticamente cero, lo que significa que hay tan pocos miembros activos que caen dentro del margen de error. Actualmente, los valles llenos de trabajadores no tienen las protecciones de las que alguna vez gozaron gracias, en parte, a los esfuerzos de Chávez y de todos los miembros de la UFW. Hoy, los tres enormes valles de California celebran al viejo líder, sus ayunos y peregrinaciones, a treinta años de su muerte, pero no disfrutan de casi ninguna de las prebendas del pasado.
- Le debo gran parte de la información sobre la UFW y César Chávez al gran libro de Frank Bardacke, Trampling Out the Vintage: César Chávez and the Two Souls of the United Farm Workers. Brooklyn: Verso, 2012
- En 2020, el salario medio anual para los trabajadores agrícolas en California fue de $28,780, aunque los trabajadores agrícolas pueden ser empleados en otros estados durante la temporada baja en California. Eso es significativamente menos que el salario medio anual de $47,292 para todos los trabajadores en California. Ver UFW union.