Llovizna del principio
Hay un agua nocturna, un lejano desplome de pequeñas violetas, un reloj que regresa en medio de las calles: llueve la noche antigua de paredes borrosas, llueve, se está mojando el corazón del aire, se moja el corazón de este aire que ahora poco a poco se enfría y me entume los dedos; mi amor por la llovizna se parece a esta noche ruidosa de septiembre.
He visto retoñar la buganvilia y el fresno del jardín, he visto los paraguas agitándose debajo de este gris que nos adentra; al fondo del barranco irrumpe la crecida del arroyo.
Amo lo que inaugura: la lluvia es ese niño que a veces nos recuerda caminando en la noche con la orfandad a cuestas. Debo decir también que bajo el puente ha brotado la hierba con sus flores sencillas, y yo bajé a mirar con el asombro de mis primeros años, hace ya tanto tiempo, y escuché las ranas y los sapos, oh infancia de esas noches junto al fuego mientras la lluvia cae entre los mangos. Llueve esta noche oscura de septiembre y yo escribo para volver al patio donde sentí llover por vez primera mi corazón, la hierba de la noche.