¿Forma o fondo? Booktubers y los formatos audiovisuales
El presente texto nace de una inquietud muy particular por explorar un tema que posiblemente ha tenido un sinnúmero de lecturas, pero me parece, muy pocas se acercan a la que expondré y disertaré en los siguientes párrafos.
Estudiar a los booktubers, estos seres que hablan de libros frente a una cámara, se graban, lo suben a Youtube y crean comunidades de jóvenes que de esta forma se motivan a la lectura por iniciativa propia, ha sido propósito de muchos académicos que reflexionan en la labor que su presencia ha significado en el universo literario, ya sea como promotores de lectura, como mediadores, como agentes culturales, como futuros críticos, como autores en potencia, como modelos aspiracionales o como el prometedor futuro que las editoriales hoy en día buscan y fomentan como consumidores que empiezan a serlo a edades tempranas y continuarán así por largo tiempo.
Sin embargo hay una vertiente que también ha llamado, en mucho menor medida, la atención de esta rama de los Youtubers: su lado desde lo comunicativo, desde lo mediático, desde lo sociocultural. Para ello basta revisar el trabajo de José Miguel Tomasena, escritor e investigador que ha dedicado sus estudios de posgrado a explorarlos desde las culturas participativas y la explotación comercial de la conectividad, como uno de los ejemplos que al menos desde el castellano han ido más profundo alrededor del tema. Pero aún con esos lentes puestos, no he podido encontrar reflexiones sobre el uso que tales personajes hacen sobre los formatos audiovisuales a su disposición, y es desde ese lugar donde parte el presente texto.
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Hace unos días compartí con éxito en mi cuenta de Twitter la publicación de una arroba que durante la cuarentena comenzó a grabar a su familia y a subir una suerte de reality show que comenzó con la discusión entre su madre y hermanos sobre por qué ladran los perros. Un clip de 1 minuto con 28 segundos que a partir de movimientos de cámara, musicalización, testimonios, filtros varios y velocidad con cierto ritmo es capaz de hacernos entender, sin siquiera leer el texto con el que acompañó la publicación, que estábamos frente a un episodio de cualquier reality familiar. ¿Por qué los 33 mil likes que hasta el momento lleva el tweet de @meninicapotini celebramos lo bien hecho de este video totalmente casero? Porque nos involucramos perfecto en una discusión aparentemente sin sentido por cómo se nos presentó, ya que estamos acostumbrados a que un show de realidad, sobre todo en situaciones de confinamiento, puede traer semejantes disparatadas reflexiones. Pero en mi caso muy particular lo celebro porque quien realizó esta pieza supo entender perfectamente todas las características audiovisuales de este tipo de programas hasta el punto de emularlas exitosamente por cuenta propia.
mi mamá y mis hermanos se pelean x cosas bn absurdas así q les voy a hacer un reality.
el día de hoy: mi mamá asegura que los perros ladran porque se murió alguien. pic.twitter.com/A17yh0EBYq
— menini ⁷ (@meninicapotini) April 2, 2020
Eso es lo que los académicos y estudiosos de estos temas llaman competencias mediáticas, término que se ubica dentro de la alfabetización mediática donde se fomenta y propicia la capacidad de entender y evaluar de forma crítica diferentes aspectos de los medios de comunicación que nos lleven a saber leer, analizar, entender, evaluar, crear, producir y participar en ellos (Pereira & Moura, 2018). Esto es algo -que no se enseña de manera formal en las escuelas aunque para la UNESCO sí representa una asignatura que debe impartirse desde edades tempranas, para generar así ciudadanos inmersos en sociedades democráticas que sean capaces de conocer el funcionamiento de medios y otros proveedores de información, de reconocer si estas funciones son llevadas a cabo de forma eficiente y que además sepan evaluar el desempeño y los servicios que proveen, para así involucrarse en estos medios de manera participativa (Wilson, Grizzle, Tuazon, Akyempong, & Cheung, 2011). Dicho en otras maneras, una persona que está alfabetizada o educada en los medios sabe usarlos, crear sus propios contenidos y participar dentro de ellos.
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Reconocer las formas de aquello que consumimos mediáticamente hablando es una parte pequeña pero relevante de todo lo que abarca la alfabetización mediática y esa es la causa que abrazo desde hace algún tiempo. Tanto que tomando elementos ya existentes sumados a mi propio ejercicio de observación creé un manual de formatos audiovisuales para reconocer las características que vemos tanto en los programas de televisión como en los contenidos de Youtube, plataforma que cuenta con sus propias reglas y términos. Reconozco también que es un documento sujeto a una constante actualización, ya que cuando uno cree que lo vio todo aparecen más y más datos que se escaparon a las primeras revisiones. Ahí es donde aparecen en mi radar los booktubers, quienes más que como youtubers se reconocen como un nicho aparte dentro de estos creadores de contenido que juega con sus propios términos, etiquetas y reglas. No son los únicos (lo mismo ocurre con los gamers), pero sí resultan una excepción digna de analizar.
A partir de este punto es necesario explicar qué se entenderá por booktuber y qué por formato.
Booktuber, según la definición de Tomasena es un término que conjunta book (libro) y youtuber y se trata de personas “en su mayoría jóvenes, que comparten videos en Youtube sobre su afición lectora” (2016). Este es un término que según el autor apareció por primera vez en 2011 en el título de un video de Elizabeth Vallish, chica oriunda de Georgia, Estados Unidos, que desde diciembre de 2009 comenzó a subir a su canal ElizzieBooks reseñas literarias.
El mismo autor reconoce elementos propios del vlog en los videos de los booktubers, es decir, hablar directamente a la cámara desde su habitación o algún otro espacio cerrado, interpelando a la audiencia desde esos videos y en forma diferida a través de las redes sociales, en los comentarios de las publicaciones o en correos electrónicos.
Ahora bien, hablemos de los formatos.
Los formatos son unidades con características propias que en su conjunto conforman los géneros audiovisuales. En este caso un género es un sistema de reglas modificables, discursos con códigos establecidos y reconocibles con fines clasificatorios a partir de estructuras y normas tanto en lo expresivo como en los contenidos. Es decir, son facilitadores para que los destinatarios (el público), decodifiquemos los textos en función de un sistema (de géneros) que sean reconocibles aún sin ser conscientes de ello.
Así, un formato es “una idea, un modo de producir, bajo criterios de estética y filosofía, en una dramaturgia específica, con un estilo de relato y unos modos de mercadear.” (Rincón, 2011), o como agrega el Diccionario de Teorías Narrativas, se trata de un concepto o idea de programa con una combinación única de elementos entre los que se incluyen la escenografía, la dinámica, la temática y los conductores, que lo hacen único y diferente de los demás (Vilches, 2017). Un género se compone de distintos formatos con lógicas similares pero no iguales en su creación y contenidos.
La autora Inmaculada Gordillo reconoce un grupo de géneros televisivos específicos: el informativo, el ficcional, el docudrama, la publicidad y el entretenimiento (2009) dentro de los cuáles existen a su vez un grupo de formatos como, en el caso del ficcional podrían serlo las series, las telenovelas, las antologías y las películas hechas para la televisión. Siguiendo esa misma línea yo propongo la existencia de cuatro grandes géneros en el ámbito audiovisual de Youtube: el personal, el informativo, el de entretenimiento y el ficcional.
Esto es importante porque me plantea una constante discusión con autores como los retomados por Tomasena, que identifican al vlog como el gran género también llamado videoblog cuando para mí resulta un formato más dentro del género personal, que entre otras cosas tiene como características el contenido de un autor que desde su propia visión del mundo tiene algo que decir, tanto verbal como a través de su narrativa audiovisual (sin que eso implique que tenga conocimientos previos respecto a las producciones audiovisuales); videos con tomas o planos un tanto movidos, iluminación de escasa a buena, en ocasiones poca profundidad en las tomas, ediciones con brincos o ciertos errores; cortinillas o animaciones de entrada cortas; uso de filtros, transiciones, animaciones, capturas de pantalla, stickers, memes y efectos de sonido; y elementos discursivos en común como la invitación a suscribirte al canal, dar click en la campana para recibir notificaciones, compartir y dar like a cada publicación.
Desde mi propuesta, el vlog es un formato a modo de bitácora donde se da cuenta del día a día del creador, que puede tener la cámara en movimiento constante y que implica que el autor aparezca o no frente a la cámara durante todo el video, mientras que formatos como el storytime o las reseñas implican una sola toma con la cámara fija en un escenario determinado donde el contenido puede ser lo mismo una anécdota personal (en el caso del storytime) que una o varias opiniones personales al respecto de un producto o servicio. Lo mismo sucede con los tags, listados que parten de opiniones para dar a conocer gustos o disgustos de productos, servicios o incluso hábitos individuales.
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Si bien los formatos que circulan por todo Youtube son dados a conocer por su autor bien sea en la miniatura que acompaña cada publicación como el título de ésta, o bien desde una serie de hashtag o etiquetas, en el ámbito booktuber surgió la necesidad de darle una característica o nombre especial a cada uno de estos formatos para que fueran (asumo, imagino) más fácilmente reconocibles y localizables y que esos contenidos no se pierdan en el mar de posibilidades que arroja la plataforma cuando funciona como motor de búsqueda.
En este sentido, el Manual del club “Booktubers”, publicado por la Secretaría de Educación Pública y el Sistema Educativo Estatal de Baja California con material del Grupo Pértiga (2018), ofrece una propuesta para la capacitación docente y así mismo, que estos docentes hagan uso de las herramientas didácticas para crear en los pequeños las habilidades para ser futuros booktubers.
Este material identifica los siguientes formatos, además de las clásicas reseñas:
Bookchallenges, o retos propuestos por otros booktubers que proponen realizar ciertas acciones relacionadas con los libros.
Bookhoul, presentación de libros que han sido adquiridos por el booktuber ya sea por compra, regalo o donación.
Booktag, retos entre los booktubers a partir de preguntas sobre temáticas particulares o relación entre libros y otros tópicos.
Im, abreviatura de “In my mailbox” (en mi buzón de correo), práctica que identifican más en los blogs literarios.
To be read o TBR, en español lo que queda por leer.
Unboxing book, o abrir paquetes de compras que se realizan vía internet o envíos de las distintas editoriales.
Wrap up, un resumen o compendio de las lecturas realizadas por el booktuber en un determinado periodo.
Hay otros término más que escaparon al citado manual:
Bookself tour, un recorrido hacia los libreros de los booktubers.
Read vlog, bitácora que da seguimiento a la lectura de un libro.
Sin embargo, los booktubers también retoman formatos propios de Youtube que de manera creativa enlazan con el tema de los libros, como los top (listados por jerarquía de gustos o disgustos), los vlogs, los storytime, tutoriales, reacciones, 50 cosas de mí, en vivo, y entrevistas. Lo maravilloso de los formatos es que existen y están ahí a la disposición para ejercerlos con contenido de cualquier índole, lo mismo funcionan con libros que con otro tipo de temas, y estos creadores en específico también saben enlazarlos con otros productos culturales o incluso con emociones.
¿Qué otros elementos, además de los nombres, son característicos en los formatos usados por los booktubers? Tomasena reconoce las estanterías o libreros llenos de fondo, que más que un asunto estético el autor sugiere como una continuación del estatus simbólico que su pertenencia confiere como capital cultural.
Yo agregaría la relación constante entre los libros ciertos objetos de la cultura pop: referencias cinematográficas, como carteles o muñecos Funko en personajes que se relacionen con adaptaciones de libros al cine o las series y viceversa; referencias teatrales; objetos de identidad personal como letras o iniciales relacionadas con su nombre o el de su canal, o bien, que determinan nacionalidad como una bandera; objetos decorativos vintage, como una máquina de escribir, un mapa o fotografías en blanco y negro; series de luces decorando los estantes y atuendos que hacen referencia a grupos musicales o conciertos asistidos.
Pero también está la estética que confiere la grabación personal un espacio personal, como una recámara, un estudio o la sala de la casa. La investigadora José Van Dijck acuñó el término homecasting, que contrae los términos home video y broadcasting, para hablar específicamente de las producciones creadas para Youtube que se presentan como un “híbrido entre la difusión tradicional y el video hogareño” (2016). Es la sensación de ver un producto amateur con una calidad aceptable.
Lo cierto es que, aunque estos elementos en su conjunto dotan al booktuber de un carácter propio y un impacto visual que también comunica, ni todos quienes hacen reseñas de libros recurren a los mismos elementos ni las reseñas de libros en formato audiovisual surgieron a partir del Youtube:
“No es una reseña, no es un resumen porque es muy difícil extractar una obra maestra sin que se pierda el espíritu de sus valores. No cuento la historia, saco equivalencias que el público identifique, trato de presentar el ambiente en que se desarrolla, la esencia de la trama, me inclino más por destacar el subtexto sin narrar el argumento para que el televidente se interese por leer el libro, sienta curiosidad por conocerlo.” (Vilalta, 2001)
Este es el testimonio de la fallecida dramaturga española Maruxa Vilalta, quien fungió como conductora en distintos espacios de la televisión pública mexicana desde 1968, entre los que se destacan El libro de hoy (1982-1986), una emisión diaria donde la escritora hablaba de distintos títulos literarios sentada detrás de un escritorio, mirando todo el tiempo a la cámara, en un plano medio que mostraba como fondo un librero lleno y algunos otros elementos de ambientación sobre el escritorio, como los libros de los que hablaba en cada programa que iba mostrando de vez en vez.
El formato se adoptó y adaptó a las reglas que la plataforma Youtube fue planteando incluso por condiciones tecnológicas como la duración de cada video, pero tiene sus orígenes en la televisión y antes de eso, en el cine. La diferencia sustancial radica en que ahora son personas comunes y corrientes quienes con una cámara, una computadora y una conexión a internet son capaces de emular las mismas lógicas teniendo al alcance programas de edición que permiten crear un estilo propio a partir de recursos de video, de audio, de iluminación y de ritmo. Ya no son solo los profesionales y ya no es necesario salir en televisión nacional: Youtube se ve en todas partes. Pero eso no significa que todos queramos hacerlo y, mejor aún, que todos podamos hacerlo. Aquí es donde las competencias mediáticas y nuestra educación en los medios entran en juego.
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Es en este punto es donde radican mis interrogantes sobre el tema. Ninguna gira en torno al fondo, porque eso ya es una cuestión muy personal, pero sí en las formas, aunque sé que deberían tener el mismo peso forma y fondo. Pero, me parece que en este caso una gran mayoría de creadores (y evidentemente sus comunidades de seguidores) ponderan más el fondo que la forma.
Tras revisar una gran cantidad de videos de distintos booktubers con el criterio de los contenidos en español, tanto de canales mexicanos como españoles, descubrí que la mayoría de los formatos que cada creador ha explorado son en su mayoría aquellos que implican la cámara fija, la edición en corte directo, una iluminación cuidada (o al menos es un elemento presente), cortinilla o clip de identificación del canal y como elementos de referencia los libros físicos que presentan cuando se habla de ellos. Eso además de títulos eficaces y miniaturas claras de acuerdo con el tema del video. Sin embargo noté que muchos videos pueden durar 20, 30 o hasta 40 minutos sin que pase nada más a cuadro que el creador hablando de libros. Mi formación de trabajo en televisión nota con horror esta situación en particular.
Es fácil asumir que la motivación inicial de una persona para convertirse en booktuber es compartir su opinión particular sobre libros en una plataforma popular, pero para ello existen también otras vías en Internet como los blogs (espacios escritos), la red social Goodreads o, si acaso se insiste en la imagen como complemento, está la corriente de los bookstagramers, comunidades que surgen a partir de Instagram donde se desarrolla más las habilidades fotográficas y de composición y con ese pretextos se crean amplias redes de lectores. Entonces, me pregunto: ¿por qué optar por una plataforma que demanda al lector convertirse en un prosumidor (es decir, pasar de consumidor a productor de sus propios mensajes), lo cuál implica tener conocimientos esenciales en los medios o mejor dicho, competencias mediáticas?
Si bien existen hoy en día opciones como la aplicación TikTok que contiene cualquier cantidad de opciones para que, sin salirse de ella, se pueda editar con efectos tanto de audio como de video, las exigencias de Youtube son por demás diferentes, pues si bien la plataforma provee información esencial para la creación de un canal desde el sitio Youtube Creator Academy, donde se dan recomendaciones de preproducción, producción y postproducción para los novatos en estos menesteres, así también se sugiere el equipamiento idóneo para lograr una calidad aceptable y con ello que el contenido resulte más atractivo visualmente.
El homecasting que proponía una estética desde el dormitorio grabada con una webcam sin mayor resolución (así como se inició la creación de videos hace muchos años), se convirtió poco a poco en una invitación a la profesionalización sin ser profesional: Motivos propios del Youtube que hoy en día funciona también como una industria cultural.
Y como cualquier industria cultural que mueve sus productos entre marcas que deseen invertir en todo tipo de contenidos, los números de vistas, seguidores y la opción de la monetización son inevitablemente requisitos que motivan al lector con aspiraciones a booktuber a buscar esta plataforma y no otra, pues la visibilidad y la popularidad ligada en este caso a la industria editorial son situaciones deseables y posibles si se siguen las reglas del juego. Por lo tanto el mismo Youtube motiva no solo a booktubers, sino a cualquier creador de contenido que haya alcanzado ciertas cifras a vivir experiencias como el concurso Youtube Next Up, que según su sitio consiste en una semana de campamento para obtener más suscriptores y optimizar canales a partir de asesoría personalizada y cupones para la adquisición de equipos.
En el video con fecha del 18 de octubre de 2017, la instructora de yoga Brenda Medina del canal Brenda Medina Yoga compartió su experiencia como una de las 14 ganadoras del concurso en ese año, y por medio de un vlog mostró las actividades que tuvieron por 5 días de campamento, entre clases y momentos de relax. Entre los instructores se encontraban, según lo mencionó Brenda en una comunicación personal, creadores de la productora mexicana Argos, lugar donde además se llevaron a cabo las lecciones impartidas. Es decir, se incentiva la profesionalización con profesionales que se mueven en la industria.
La comunidad booktuber está consciente de esto, ya que la edición 2018 del Encuentro Nacional de Booktubers, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, se programó a modo inaugural la plática “Ser creador y no morir en el intento”, impartida por el youtuber Tato Pozos, uno de los creadores pioneros en la plataforma desde el año 2006.
Esto no es malo si se ve como una gran oportunidad para aprender nuevas habilidades de expresión y conocer el proceso de creación de productos audiovisuales que promueven, entre otras cosas, conciencia y capacidad de análisis sobre los procesos en otros medios, punto en lo que la alfabetización mediática pone mucho énfasis. Entonces, desde esas posibilidades me pregunto: ¿qué pasa con los booktubers que en su mayoría economizan lo más posible en los recursos audiovisuales que tienen a la mano? ¿dónde quedan las competencias mediáticas que se adquieren a fuerza de ver otros canales y otros contenidos variados dentro o fuera de la plataforma para saber cómo se deben ver los formatos? ¿Qué falta para alentar la creación audiovisual?
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El caso de Fátima Orozco me intriga. Se trata de una de las primeras booktubers mexicanas que hoy en día suele ser la referencia obligada en el tema e incluso ha trascendido su labor hacia la escritura de sus propios textos. Fa ha creado su propio estilo visual no solo desde un librero ordenado por colores, sino en su también colorida cabellera, y sobre todo en la presencia y seguridad que muestra frente a la cámara. En sus videos hace referencia constante a su hermana, persona detrás de la cámara que le ayuda en el proceso de grabación (digamos, su propio staff), y de manera creativa todo su canal gira en torno al contenido literario, tanto en los formatos que implican la cámara fija con ella al centro del encuadre como los vlogs grabados en las ferias del libro a las que ha asistido, además tiene reseñas con acción como aquel en el que combina la elaboración de un pastel con una receta contenida en el libro que va reseñando durante el proceso.
Durante la grabación sus recursos infaltables son su librero, sus libros y sus palabras. En la postproducción la edición contiene algunos acercamientos con el filtro en blanco y negro cuando dice algo fuera de contexto respecto a la reseña, cuenta además con una cortinilla animada de entrada y una de salida, donde anuncia sus redes sociales, miniaturas descriptivas para cada video y títulos descriptivos respecto a su contenido. Y ya.
Lo cierto es que según mi observación no hay música de fondo. No hay efectos de sonido. No hay ráfagas o elementos visuales que cuando se trata de tag o algún top, separe los elementos de la lista a no ser por los ejemplares de los que habla físicamente. Nada. Nada considerando que hay videos de 30, 40 o 50 minutos, como el tour a su estudio, que si bien implicó la cámara en movimiento siguiéndola en cada estación que presentaba careció de algún otro recurso que lo acompañara. Nada. Ni algún indicativo (súper, le llaman) que visualmente nos la presente por su nombre aunque el canal se llame como ella. Nada. Ni siquiera listas de reproducción donde explorar en orden sus diferentes videos.
Su caso no es único, pero también hay sus muchas excepciones. Los canales Clau Reads Books de la creadora mexicana Claudia Ramírez y Raquel Bookish de la española Raquel Brune tienen un mayor uso de los recursos audiovisuales. La primera por ejemplo, tiene un formato con tiempos más fijos (no más de 17 minutos por video) y desde el principio de sus videos su imagen se acompaña con elementos visuales, efectos de sonido, filtros varios, direcciones de sus redes sociales, y cuando habla de libros, va combinando el libro físico con imágenes o fotografías fijas que la acompañan a cuadro que en su mayoría que ilustran o refuerzan sus palabras. Raquel, por otra parte, ha creado un estilo narrativo donde sus videos combinan la reseña de libros con diferentes estados emocionales y esto lo logra cambiando el lugar de grabación, que a veces ocurre frente al librero, en su escritorio, en su cama o en un sillón. A veces solo basta con que cambie el encuadre. Raquel ha ido más allá al ilustrar con tomas hechas exprofeso sus libros de arte y fotografía, por ejemplo, donde viste la descripción que de ellos hace con imágenes de los propios libros. Ambas han logrado crear un estilo en base a las tipografías que ocupan para sus miniaturas y los colores a los que recurren en sus fondos y vestuario.
El otro extremo es el creador del canal El Geek furioso de la literatura. Aunque en la actualidad ha dejado de producir videos con constancia, el contenido que se puede explorar en su canal ilustra de la mejor manera el uso que El Geek hace de los distintos formatos. Un video lo mismo contiene su imagen a cuadro sin nada más de fondo que una pared blanca, un guion leído en voz en off, dramatizaciones que ilustran perfecto las necesidades del guion, que suelen ser pequeños gags o scketchs, imágenes retomadas de la industria cultural como escenas de películas, series o videojuegos, memes, y hasta entrevistas. Todo en un solo clip de 20 minutos.
Cierto es que los derechos de autor pueden desmonetizar videos (en el caso de que ya aplique a ello) cuando se detecta el uso de ciertas imágenes o música protegidas, sin embargo algunos creadores ponderan la creación por encima de la monetización. El Geek además, maneja un humor bastante ácido y tanto sus reseñas como sus diferentes secciones, como Libro vs Película, aportan información, humor y una muy grata experiencia audiovisual, de tal suerte que en algunos videos, los últimos antes de sus podcast, ya mencionan su ingreso al sistema Patreon, que permite recibir donaciones para mantener con vida canales que los usuarios o patreons (donantes) consideran de alto valor. Tiene una clara influencia cinematográfica que se nota en el ritmo y la construcción de sus guiones.
La mayoría de definiciones existentes describen a los booktubers como gente joven que habla sobre literatura juvenil. Aunque los adolescentes de hoy nacieron como nativos digitales y suelen tener una gran intuición frente a gadgets y aplicaciones, algunos estudios demuestran que las nuevas generaciones “siendo grandes consumidores de medios, están más limitados a la hora de producir, contradiciendo algunos discursos públicos que ponen en circulación la idea de una sociedad en la que todos los jóvenes crean contenido a diario y son un prodigio” (Pereira & Moura, 2018, pág. 27). Lo que nos lleva al punto de que ni son los únicos que tienen derecho a triunfar en la plataforma Youtube, ni que la edad es determinante para la adquisición y práctica de las competencias mediáticas.
Dos ejemplos rescatados bajo los mismos parámetros de búsqueda ilustran este punto: el canal Observatorio de Booktube, creado por el mismo José Manuel Tomasena y el Librero de Valentina, canal de la mexicana Valentina Trava.
En Observatorio de Booktuber Tomasena es muy claro: creó un canal como parte de su proyecto de posgrado, en el cual su comunidad, las “ratillas de laboratorio”, son su audiencia cautiva y también su objeto de estudio. Su producción incluye los distintos formatos propios de los booktubers enfocados lo mismo a literatura como a libros específicos de su área de estudios (comunicación y cultura digital), así como avances y hallazgos de sus investigaciones y una suerte de vlogs que combinó con reseñas. Él, sin embargo, no se subió al tren del librero ni del equipamiento adecuado. Por el contrario, su contenido fue grabado íntegramente desde su teléfono celular (dicho por él), sin una iluminación cuidada, con poca profundidad respecto a la pared blanca de fondo, y sobre todo, sin micrófono externo, lo cuál de pronto dificulta la posibilidad de entender bien el contenido al que obviamente apostó en este observatorio que, se maneja entre el humor negro y la muy útil reflexión. En la edición sí había detalles muy particulares que se visibilizaban cuando el creador daba algún dato incorrecto, como congelar la pantalla con un filtro rojo y una voz en off haciendo la corrección, y las miniaturas eran acordes en estilo y tipografía.
Por el contrario, el Librero de Valentina surgió, según lo comentó en sus primeros videos la creadora, por la inquietud de encontrar contenido booktuber para personas de su edad (en promedio de 30 a 40 años en adelante) y al no hallar reseñas de libros a su gusto decidió dar continuidad audiovisual a los círculos de lectura que ya organizaba vía Facebook. En su caso lo que se destaca es que la factura de los primeros videos se nota distinta a los más recientes. Si bien tampoco existen en ellos mayores recursos para ilustrar reseñas, tags, tutoriales, wrap up, y unboxings, sí hay diferencias en la intención de agregar pequeños efectos de sonido y separadores cuando se refiere a algún listado o numeración. Según lo ha mostrado desde su cuenta de Instagram, ocupa una tableta para sus grabaciones, y lo hace con iluminación y micrófono aparte. Ella recurre además a las transmisiones en vivo, a los vlogs y a la aplicación del formato a la temática booktuber, el readvlog. Estas producciones ya cuentan con musicalización, efectos de velocidad, separadores entre una situación y otra y títulos.
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A modo de conclusión:
– Algunos formatos por su naturaleza permiten mayores o menores recursos audiovisuales, es por ello que el uso de transiciones vistosas, por ejemplo, no son recurrentes en los discursos de los booktubers, que suelen editar a corte directo. Un vlog, que tiene otro tipo de relato, sí permite (y de hecho, lo usan) disolvencias u otro tipo de separadores.
– La formación profesionales e intereses de los creadores ayudan a entender mejor sus contenidos narrativas y contenidos. El caso del Geek habla de alguien que consume cine y videojuegos o incluso podría estar relacionado con la industria audiovisual, como sucede con Lewis Rimá, booktuber que estudió comunicaciones que conoce y emplea con mayor destreza las herramientas a la mano. Fa Orozco o Valentina, por ejemplo, tienen formación en literatura, lo cuál explica que su atención vaya más dirigida al fondo que a la forma.
– Si la referencia e inspiración para muchos futuros booktubers es el canal de Fa, eso explicaría porque siguen reproduciendo el mismo estilo con pocos elementos al menos en los inicios de sus canales. Después, se espera, los creadores irán descubriendo sus propios ritmos, colores y formas.
– Quizá esta falta de elementos de la narrativa audiovisual también sea otra manera en la que los booktubers se distancien de los youtubers de entretenimiento, además de la apropiación de ciertos formatos. Cosa extraña si partimos del hecho de que son creadores de contenidos de la misma plataforma.
– Por último, lo maravilloso de los formatos es que existen, están ahí, pero depende de cada quién cómo se usan y para qué se usan. Lo cierto es que es necesario conocer los formatos y sus reglas para hacer poco o mucho con ellos. Eso depende de cada creador y de sus propias necesidades de comunicar. Además, su conocimiento y aplicación suma un punto más a las competencias mediáticas que sin importar edad, sexo o condición social, son necesarias para formar un criterio y una mejor concepción de los medios audiovisuales en general.
BIBLIOGRAFÍA
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Pereira, S., & Moura, P. (2018). Competencias de producción. En C. Scolari, Adolescentes, medios de comunicación y culturas colaborativas. Aprovechando las competencias transmedia de los jóvenes en el aula (págs. 26, 27). Barcelona.
Pértiga, G. (19 de 09 de 2018). Manual del club “Booktubers”. Autonomía curricular . Obtenido de Sistema Educativo Estatal Baja California: Recuperado de http://www.educacionbc.edu.mx/autonomiacurricular/docs/clubs/Ficha%20Booktubers%20Final.pdf
Rincón, O. (2011). Nuevas narrativas televisivas: relajar, entre-tener, contar, ciudadanizar, experimentar. Comunicar. Revista Científica de Educomunicación, XVIII(36), 43-50.
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Vilalta, M. (2001). Maruxa Vilalta. En M. De la Lama, & F. De la Lama, Canal 13. Vida, pasión y gloria (págs. 372-373). Distrito Federal: Editorial Porrúa.
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Wilson, C., Grizzle, A., Tuazon, R., Akyempong, K., & Cheung, C.-K. (2011). Alfabetización mediática e informacional. Currículum para profesores. Quito, La Habana y San José: UNESCO.
La autora tiene su propio canal de booktuber en: https://www.youtube.com/user/pochacas, así como también es creadora del ebook: “Formatos audiovisuales del siglo XXI, televisión e internet”.