Tierra Adentro
Ilustración de Lorena Mondragón (Ciudad Juárez, 1988)

¿Si pudiéramos atrapar la luz,
congelarla?
Detener su velocidad
ponerle peso
una carga.
Tenerla quieta, tocarla
agua sin paso
hacerla dura, no quiebres
irrompible entre las manos.
Ponerle nombre, caras
un cuerpo
¿pétalos,
alas?

Si supiéramos cómo
si no fuera escape
si pudiéramos recoger el día
de todas sus piedras
fundirlas con amor
el amor que funde
ese fuego que viste al sol
y a las demás estrellas
ese mismo fuego
-acierta-
funde, separa, da un rostro
al tesoro de las grietas. Movimiento
cuerpos se separan
renacen otros. Nacimiento
segunda llama,
la que relumbra
en el vientre volado de la tierra
lo que arrancamos
en su impura pureza
rompemos,
tomamos por nuestro
manantial, (que en su oscuridad cifrada sólo brilla)
resplandece en la roca,
lumbrera,
emerge ante el ojo
de pueblos ahora polvo
y su arduo encargo para decir
atinadamente
     la que exuda luz
ese atragantamiento en viejas lenguas
corrió, viene corriendo de boca en boca
de mazo a fuego
nos alcanza, en la palabra
Plata.

 

¿Qué es lo que siempre se busca,
           incluso detrás de los párpados cerrados?
La luz atraviesa
el corazón, la bóveda larga.
Obedientes, somos llamados
derrapamos, aprehendidos
en la oscuridad total y viva

nos dirigimos,
buscamos incesantemente
en peregrinaciones calladas o de alto bullicio
con malos o muy malos motivos,
solitarios o patrias enteras buscando
sin temores o con miedo de llegar al fondo
resbalar
buen descenso o tobillos rotos
razones certeras o silencio, con la palabra como arma
o la sangre en las armas, lo cruento de una guerra
por los metales
ajuar y adorno
ofrenda y ceremonia de pueblos nativos
sed de los hombres abriendo la selva.

Añoranzas,
la plata en los recuerdos.
Heridas y nombres
(por ejemplo), hay un estuario
y lleva por nombre Río de la Plata
hace tiempo, personas, decenas de brazos
desataron las barcas, atravesaron el castaño
y marrón de la corriente
querían (tierra adentro
hacia el norte)
ver sierras de plata
el cuerpo tumultuoso
copado de piedras
(en apariencia)
donde corre la luz
mantos de plata

al norte,
sólo distancia
palabras como piedras
fundacionales,
huellas
que el agua alcanza
cada que decimos
Río de la Plata
en su ancho cuerpo
se arremolina el pasmo
de no haber.

Ilustración de Lorena Mondragón (Ciudad Juárez, 1988)

Ilustración de Lorena Mondragón (Ciudad Juárez, 1988)

 

 

¿Y si diéramos con la luz,
qué caras, cuerpos y formas labraríamos con las manos?
Los que miraron de frente y con ímpetu
los que revolvieron la tierra, fuerte
los que sí hallaron el destello en la roca
lo han dividido por blando
limpiado y hecho duro
revestido por bello
confiado a la imaginación
de manos que cantan
apabullantemente bajo
múltiples formas.

Plata agria,
córnea, de piña, encantada
gris, nativa
quebrada, roja, seca
dispuesta a distintos usos
y sin embargo, el más dócil
por encima de la daga y los honores
de la guerra

la plata en la figura de flor
geranio,
su nobleza
con los motivos del escudo
el vaso lleno que sostiene el vino
diadema de lujo y pequeñas estrellas
atravesando horadadas orejas, cuerpo del
cáliz oficiante
y luz
encima
de otra:
candelabro

cadena, broche
ala de ángel
joya encendida, rutilante
en manos umbrales
la imaginación del lápiz
que traza
los días, los años
la herramienta, los moldes en los cuartos, obran
el genio vertido en la cuenca precisa
de cada pieza
fuerza, cerrando los extremos de un anillo
alquimia, Platería, o acto de transformación
también y tantas veces en manos de mujeres.

Hace miles de años las mujeres también atraparon la luz de sus cuerpos. ¿Acaso no es bello saberlo?
 Ignoradas en destreza
(este despojo debe
tener más de 20,000 años)
porque los especialistas
de la Venus paleolítica
les dieron un propósito:
ser vaso fecundo
de masculinos labios

ellos, dijeron que aquellos (otros) hombres
del Paleolítico
tallaron amuletos
mujeres fértiles
para avanzar
como especie

hombres
creativamente activos
y mujeres de piedra
inmóviles
ensanchando sus cuerpos, gota
a gota
vasos de madera, barro
se colman

visto desde otro ángulo
el femenino, por ejemplo
(especialistas mujeres
descubrieron que las mujeres del Paleolítico
fueron creativamente activas, recreando las figuras de sus cuerpos)

todas aquellas Venus de tallas prominentes
son el cuerpo visto por una mujer que se miró a sí misma
durante el crecimiento de la gestación

representaciones de la realidad

mujer mirando por encima de su vientre
sus senos cargados de alimento
luz en reposo,
inmortalizando a sí misma
su cuerpo
¿acaso no es bello saberlo?
(lo que dicen sobre sus cuerpos es lo que ellas miran)
la destreza en sus manos
la mente recoge
cada río, corva
guijo del cuerpo,
mujer definiéndose
no inmóvil, no pasiva
se reúne a sí misma
en las formas que toca
redonda,
en la perpetuidad que sostiene

en sus manos, también
dolor y llama
piedra y barro
más tarde,
en la docilidad de un metal
en la hechura de prendas
para otros

en tiempos
en siempre
: palabras como empeño y sudor
fuerza
la fidelidad con la que persigue
mirar a plena sombra
completar el rostro
apenas una bellota en
Willendorf 

aparecer
por sí misma
contra las manos que dan una forma
sopesando en la espalda
más indicaciones de lo habitual,
porque recibe más indicaciones
como si fuera para evitar fallas,
como si en ella, errar fuera destino.

Mujeres tomando el lápiz
a la luz
de sus también sueños

trabajando a su semejanza
creativamente activas (repito)
menguando a golpe e instrumentos
el detalle en las piezas
tocando nudos y cuerdas
de un trabajo hecho con sus manos, sujetándose

alegres o no, en la pesquisa
del color de los días
entregando forma al relámpago líquido
de los hornos.

En llamas
la luz se desgaja en piezas
variadas formas
se enfrían,
mujer
que finalmente contempla:
delante de sí, todas las horas pesan. Platería,
se resuelve el mundo por hoy
(en interminables, variadas formas de luz).

En su quietud guarecida
la pieza de metal
lanza un último resplandor
que recomienza siempre.

 

Ilustración de Lorena Mondragón (Ciudad Juárez, 1988)

Ilustración de Lorena Mondragón (Ciudad Juárez, 1988)

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