Dos poemas
Midiendo
El libro del polvo habla del polvo verde, infinitesimal en las frondas de los helechos, la luz desperdigada de una vela, en la luz moteada intermitentes los cuerpos, reunidos en la luz solar, una cama de tarde cuya costura es el trabajo de ser, cómo cuando volteaste tus ojos sugirieron economías personales conocidas fuera de las palabras. Atrapada en el tiempo esta historia es un guiño al futuro cuyo pasado sigue reflejando cómo los orfebres que martillan oro y enhebran plata en la antigua Florencia habrían interrumpido su trabajo para fijarse en nuestros ojos incandescentes mientras pasábamos bajo su ventana.
Rasgo
Tu techo, cubierto de plumas de pájaros extraños, extintos en el catálogo, tu suelo de cristal y plomo, nunca hollado por pies, los ojos entran al mundo, caja de destellos y cordón, sombras en vez de significado en la oscuridad con ventanas –quién sabe dónde hará su nido el cisne imaginado si, avanzada la tarde, el sauce junto al cornejo se inclina hacia el hombre que se sienta en el pasto anegado y se pregunta qué significa tendedero en un siglo nuevo como la renuncia– carta vacía, sábana pálida donde la luz del sol desgarra la prisión acuosa de la tarde no eres un rasgo o una referencia, ni una bitácora al viento, eres el veneno en el trébol el despegue y el aterrizaje aquí, donde encontré tu respiración.
*Traducción por Aurelia Cortés Peyron