Cinco poemas
Magra carne o la mugre cotidiana o simplemente para Magritte
La cara descubierta del vencido es guerra camuflada tras la máscara: semilla que murió bajo la cáscara y muerta… parió el fruto prohibido.
El canto visceral de una cadena lo arrastra al cadavérico escenario donde el vencido sale… y vierte a diario su vida diseñada para escena.
Maromas/pasos/gestos/saltos/muecas exhiben su verdad: cosechas secas. (Dolientes primaveras desterradas.)
La máscara en su cara ha anclado nave y al verse en los espejos… nadie sabe de qué ojos se le escapan las miradas.
Sin elección
Casi todos los barrios de mi país coinciden en la disposición de sus calles Trazado en cuadrículas le llaman. Rectas y uniformes grises obstinadas y firmes las calles entrelazadas y eficientes. Como una jaula.
Los puercos
Y gozan revolcándose en el lodo, el mismo lodo gris que les aterra. Escapan por la puerta que se cierra. Dibujan como nada lo que es todo.
Arenas movedizas en las plantas, y un halo de firmeza en las miradas. Las almas, como siempre, desalmadas. Las santas sin altar; las putas santas.
Se forjan por azar sus propios cercos. Presumen de un «instinto racional» y yo, que ya soy parte de estos tercos,
que tengo el corazón de un animal, prefiero el lodo gris, como los puercos. No traten de sacarme del corral.
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Para Geovannys,
por esta alquimia de adictivo amor.
Echado a mi espalda inmóvil como una ciudad llena de escombros… está mi amor. De ojos cerrados abierto a la infinita tranquilidad del sueño inaprensibles y luminoso en su desnudez lo siento… Y no lo toco ni lo miro. El cálido susurro de su aliento en mi costado anula la lógica de los sentidos. Sé que está cerca. Permanece simulando su pedazo de muerte transitoria. Disfruto su cercanía. Me doy la vuelta con cautela de ángel y me apego a su pecho impenitente protector de mis vicios más arteros fragua infinita de abrazos que le restan un poco a la vida su fama de malignidad.
guerra*
En el hueco de un país lejano hay un hombre. En el hueco de un hombre hay un recuerdo de familia. En el hueco de una familia hay una madre triste, una esposa sola y unos hijos flacos cavando una tumba. En el hueco de una tumba sepultan el grito de un hombre que se quedó en el hueco de un país lejano. La madre triste, la esposa sola y los hijos flacos se distinguen en la multitud. Todos tienen un hueco en el pecho.