Tierra Adentro

Ilustración: Emerson Balderas

 

¿Qué es una casa? En este ensayo, Ana de Anda rastrea la noción de hogar desde la memoria, la arquitectura, la sexualidad y la música, para descubrir que es algo muy parecido a la nostalgia.

 

1

Cada diciembre mi gato elige para dormir exactamente el mismo lugar de mi cama. Sin importar qué o quién esté ahí, una pila de ropa, dos perros o un galante invitado, Simón duerme religiosamente en el sitio que ignora el resto del tiempo. Con la víspera del año nuevo, abandona mi compañía nocturna y espera al año siguiente para regresar a la esquina inferior derecha del colchón. Hasta ahora no tengo una explicación; quizá se debe al solsticio, al frío, a un fetiche navideño o a un olor particularmente penetrante de mis pies durante el invierno. Pero hay algo, un hábito o un instinto de supervivencia, que hizo que mi gato adoptara ese pedazo de tela y resorte. Como un gigantesco imán que atrae una desconocida aleación en sus patas, Simón regresa a un lugar conocido.

2

Frente a la idea del eterno retorno, Gastón Bachelard desarrolló el concepto de casa como un sitio no necesariamente tangible al cual volver. Para Bachelard, todo espacio realmente habitado conlleva en esencia la noción de casa.

La cultura popular esparce el mito de los cementerios de elefantes, lugares milenarios a cuya sombra los paquidermos van a morir, igual que otros de su especie repitieron esa costumbre antes que ellos. Aunque estudios recientes han sugerido que en realidad los elefantes buscan morir junto a grandes concentraciones de agua, en el imaginario colectivo, frente al estertor de muerte, los elefantes abandonan su manada para reunirse con la otra manada ancestral.

Para los elefantes, la casa es entonces una necrópolis.

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«Edificio destinado a vivienda, albergue, alojamiento, cobijo, guarida». Éstas son algunas de las acepciones que definen «casa» en el diccionario de María Moliner, quien a costa de su vida personal y una salud progresivamente mermada hizo de este monumental compendio de palabras su domicilio definitivo.

La relación del hombre con los espacios se basa en habitarlos; Heidegger consideraba un rasgo esencial del ser humano su estancia junto a las cosas. Nacemos, crecemos y con suerte emigramos, pero volvemos los domingos a comer a la casa materna, si es que en algún momento nos habíamos ido.

Autor: Emerson Balderas

Autor: Emerson Balderas


 

 
En sus ensayos sobre arquitectura, Peter Zumthor habla de casas que tienen un alma, construcciones que ya acabadas poseen cierta vivacidad. En nuestra habitación, nuestra calle, nuestra ciudad y nuestro paisaje cotidiano de la infancia están las raíces de las primeras experiencias. Con ellas comparamos los paisajes posteriores que se presentan a lo largo de nuestra vida. Estas comparaciones estriban en preguntarnos qué aspecto tenían, cómo era la disposición del espacio, qué olor había, cómo resonaban las voces, cómo se sentía el piso, cómo era la luz que entraba por las ventanas y qué efecto producía el brillo de las paredes. Para Zumthor, la buena arquitectura debería acoger al hombre y dejarlo vivir allí sin abrumarlo. En la misma línea de ideas, distingue entre casa y vivienda, relacionando la última con la intimidad, la pertenencia y la sensación de habitarla. Una vivienda es así, una casa potenciada.

Bachelard se pregunta si a través del recuerdo de todas las casas que nos han albergado imaginamos las casas que espe¬ramos habitar.

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En oposición a las grandes construcciones —museos, murallas, fortalezas, rascacielos, catedrales—, el crítico de arte John Berger vio en la casa el lugar de los verdaderos actos revolucionarios. Refugios no sólo físicos, sino teleológicos contra la crueldad de la Historia, en los que la vida privada es un frente contra la brutalidad, la miseria y la injusticia exteriores. Las casas aposentan los placeres desaliñados, ruidosos, con facturas a fin de mes, cariñitos en los cachetes, fiestas de cumpleaños, o la pesadez de un sábado. Casas pequeñas que crecen como organismos vivos y autosuficientes.

Oliver Sacks describió cómo, en el transcurso de un ataque de migraña, ciertos pacientes experimentaban un sentimiento abrumador. Independientemente del dolor que sufrían, no soportaban hablar o pensar en sus ataques y se referían a ellos con un temor cuya magnitud bordeaba la sensación de destrucción y muerte inminente. Los médicos de la Antigüedad llamaron a este pánico mortal angor animi.

Aunque en apariencia la sensación de habitar y la de terror inconmensurable se encuentran muy alejadas, frente al angor animi cotidiano que implica crecer, salir al mundo, pagar las cuentas, ser un adulto, la casa funciona como un resguardo, un hangar, como un ilusorio remanso de calma.

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Ocurre que en ocasiones una casa aloja los recuerdos de la infancia; cuando en una nueva morada vuelven esos recuerdos, regresamos a un momento inamovible. Gracias a la casa gran parte de nuestros recuerdos tiene albergue.

Durante la década de 1980 hubo una explosión de películas cuya carta fuerte fue la añoranza por la infancia perdida. Recordar un campo de beisbol o el primer beso; expediciones para encontrar un muerto, un tesoro perdido o un payaso asesino que habitaba las coladeras parecían ser pretextos para mostrar la amistad que existe durante la edad que va de los ocho a los doce años. La casa se transformaba en cuadros de veinticuatro imágenes por segundo que apelaban a la nostalgia del espectador.

Autor: Emerson Balderas

Autor: Emerson Balderas


 

 
Nos reconfortamos reviviendo recuerdos de protección. A la manera de los elefantes y sus cementerios, la casa se convierte en nuestro rincón del mundo, nuestro primer universo. El año en que tus padres se divorciaron, atropellaron a tu perro, a tu abuelo le detectaron cáncer y lo viste consumirse en agonía; se escapó tu gato, desarrollaste alergia al pasto, te derrumbaste y perdiste el piso tantas veces que llegaste a pensar que estabas cimentado sobre un terreno lacustre; tu casa tuvo goteras, te quedaste sin trabajo, decepcionaste a todos tus amigos, a tus tíos lejanos, al plomero, a la vecina de enfrente y al bielorruso que conociste por internet; el año en el que intentaste apostar, la terapia por hipnosis, el alcohol, el ejercicio y la escritura automática; el año en que tu vida no podía ser peor pero fue peor, regresaste a tus recuerdos más felices como se vuelve a un puerto de anclaje.

6

La nostalgia es por excelencia el sentimiento que atraviesa la idea de casa. Y la nostalgia funciona de maneras misteriosas.

Sé que mi primer recuerdo es falso porque en él me observo a mí misma desde cierta distancia, acariciando un conejo. Frente a las trampas de la memoria, las fotografías fijan la apariencia de un instante. Separan un fragmento de una caudal ininterrumpido de acciones y lo preservan intacto en un simulacro analógico de papel y luz, o en un binarismo digital de ceros y unos. Casas que son acetato de celulosa y casas que existen en las pantallas LED de algún celular.

Veo fotografías de mis padres y me pregunto quiénes son esas personas que parecen tan felices dentro de un marco de plástico, junto a un Renault modelo 69 y cuyo pie de foto reza «Oaxtepec, 1976». Cualquier fotografía pertenece al pasado, aunque sea al pasado más inmediato, pero en ella se detiene el flujo del tiempo de un momento cualquiera, evitando que sea borrado por la sucesión ininterrumpida de más momentos.

Al preguntarse si la reproductibilidad técnica de la fotografía acabaría con el aura de unicidad que caracterizaba las obras de arte, Walter Benjamin no consideró que su inmanencia estética quizás residía en la añoranza que éstas despiertan en quien las mira.

Igual que un recuerdo, la fotografía aísla un momento determinado, pero a diferencia del primero, que puede sucumbir ante la sucesión de más recuerdos, la película fotográfica preserva un instante inconexo. De esta manera las fotografías se vuelven casas que son un golpe de discontinuidad con el presente.

John Berger afirmaba que una fotografía no es sólo una imagen, es un vestigio, residuos de una evocación del pasado, una huella o una máscara mortuoria de un suceso que alguna vez fue lo suficientemente valioso para mantenerlo intacto.

7

Es en la literatura en donde podemos dar rienda suelta a lo que nos apasionó en algún momento de nuestras vidas. Escribir sobre osos polares, muros de contención o la práctica literaria misma proviene de las obsesiones del escritor. Para César Aira esto originó la écfrasis: el origen de la literatura es la descripción de una pintura y ha encontrado una fuente inagotable de historias en el arte contemporáneo. La crítica de arte se vuelve así una casa, un volver a lo que amamos.

En su constante circularidad, el ensayista argentino Fabián Casas regresa a los temas que le apasionan, o como él lo ha llamado, a la literatura más allá de la literatura. Uno de esos temas es Rumble Fish, la desastrosa película que Francis Ford Coppola financió con sus éxitos anteriores. Del personaje interpretado por Mickey Rourke, apunta que un suceso le hizo scratch a su vida y después de eso el disco no corrió igual.

En una metáfora fácil es posible entender la vida como un long play que después de varias repeticiones pierde calidad porque la aguja acabó con él. Antes del auge del formato mp3 y la música en streaming, hacer mixtapes eran una práctica en boga. Discos y cassettes se atiborraban, en ocasiones, con una misma canción grabada dos, tres o hasta siete veces para no tener que repetirla. Década luminosa en la que se vivía en un monomaníaco loop musical.

El hombre que amo me ha dicho que soy su casa, su patria, su lugar de origen, su leit motif, su cabina de control para entrenar astronautas de la NASA, una galería de arte en la que experimenta la Estética no como disciplina sino como efecto, un ancla que lo fija al mundo. Ante semejantes declaraciones procedo a practicarle una entusiasta felación mientras suena The Bends, el mítico segundo disco con el que Radiohead trató de superar el éxito avasallador que tuvo «Creep» y de demostrar que eran más que un «one hit wonder». Al finalizar el acto amatorio señalo «tú eres mi casa y cuando oigas esta canción, vas a pensar en mí».

Autor: Emerson Balderas

Autor: Emerson Balderas

A varios años del evento parece poco probable que si oye esa canción aún piense en mí, y bastante menos probable que me considere ya no su casa, ni siquiera una esquina del clóset más vacío. Yo sé que cuando oigo esa canción no pienso en él porque no sé qué canción era, pero regreso a Radiohead cada que puedo. Hay casas que son personas y, por suerte, también hay casas que son frecuencias de ondas sonoras dentro del espectro electromagnético.

8

Frente a la noción de casa, Marc Augé desarrolló el concepto de no-lugar, sitios de paso opuestos a la función de habitar. Un no-lugar resulta una casa sin potencial de ser casa.

En plena crisis del humanismo la búsqueda de un lugar habitable se ha vuelto un lugar común, es aquí cuando la idea de casa no es sólo una construcción de concreto y ladrillos. Es eso, sí, pero es también un jardín, un disco, una mascota, una pareja, un libro, un álbum de estampas, un viaje en barco, una fotografía, un recuerdo. Es un cementerio de elefantes o un gato dormido en la esquina de una cama. Es un continuo retorno a aquello que nos obsesiona, como Simón, como las películas ochenteras, como César Aira y la crítica de arte.


Autores
(Ciudad de México, 1992). Estudió una maestría en Letras Mexicanas en la UNAM, fue becaria en la Fundación para las Letras Mexicanas y en el programa Jóvenes Creadores del SACPC-Fonca. Textos suyos han aparecido en Nexos, Revista de la Universidad de México, Tierra Adentro y Río Grande Magazine.