Carta al mundo: poemas de Emily Dickinson
BELLE DAME SANS NOM
Escasos autores han provocado tantos atropellos en nombre de la razón poética como Emily Dickinson (1830-1886). La falla, claro está, no es de origen, sino de los estudiosos que la despachan con calificativos como “oscura” y “misteriosa”: aparentes halagos que no se distinguen de las críticas que recibió en vida, incluyendo las de su mentor, T. W. Higginson. Aunque la poeta ignoraba el destino de su obra, siempre tuvo claro el rumbo que debía seguir y depositó su confianza en los peculiarísimos instrumentos escogidos para llevarla a cabo, a saber: una ortografía que distingue entre sustantivos “tótems” (aquellos que componen el universo íntimo de Dickinson) y “tabúes” (referencias comunes y corrientes del mundo exterior), otorgando mayúsculas solo a los primeros; una puntuación que sustituye la mayoría de los puntos y comas por guiones largos —esos que en los Himnos a la noche (1800) de Novalis, por ejemplo, ya constituían las pausas semánticas, marcas de sentido y hasta grafías de orden musical con que la poeta indicará los límites de su discurso, aquello que la palabra a solas no puede referir por sí misma¾; una prosodia que, en su afán sintético y antiprosaico, elimina distintos vocablos, frases hechas y conectores no en busca de una estéril pureza poética, sino de una expresión libre de muletillas. (Búsqueda similar a la que, ni más ni menos, le costó la cordura al poeta venelozano José Antonio Ramos Sucre, cuyos últimos volúmenes eliminan el pronombre relativo “que” en una clase suicida de estilismo.)
Last but not least, la elección de un tono ingenuo y cancioneril para emprender sus averiguaciones, entre domésticas y subatómicas, sobre la conciencia, la naturaleza, el ser, la muerte, la inmortalidad o el deseo. Su rechazo a un metro como el pentámetro yámbico es, en ese sentido, una oposición al verso oratorio, que lo mismo funciona para el diálogo teatral y el ensayo filosófico que para el canto lírico y el monólogo dramático en poetas como Shakespeare, Pope, Milton, Wordsworth, Keats y Browning. Dickinson pretendía mucho menos; percibió que el mundo hechizado y autista de sus sensaciones solo podía representarse con un tono menor y una especie de interiorismo formal. Como parece resumir el poeta, ensayista y traductor Ricardo F. Herrera, Dickinson tenía
un gusto innato en comprimir los grandes temas en espacios de dimensiones reducidas. Aun en sus poemas más extensos, el deleite por el detalle es bien perceptible, detalle que puede llegar a imantar con su energía la totalidad del texto (…) La ley que ha concebido esos mundos cerrados e intensos puede formularse así: obtener fuerza expresiva a partir de la máxima compresión verbal.
La planeación verbal de “espacios de dimensiones reducidas” obligó a Dickinson a eludir los moldes prestigiados de la poesía occidental. A diferencia de su paisano Walt Whitman, a quien nunca leyó porque le dijeron que era “vergonzoso”, Dickinson no se cantó a sí misma para insertarse en la joven y vigorosa sociedad norteamericana, sino para apartarse de ella. Sus canciones, como las de san Juan de la Cruz, son “canciones del alma en la íntima comunicación”, no la epopeya surgida de la voz fundacional de todo un pueblo.
Ni la amenaza de permanecer inédita hizo que Dickinson modificara tan inquietantes elecciones. Es probable, incluso, que sus mil setecientos setenta y cinco poemas fueran escritos contra dicha amenaza. Como sostiene la filóloga Amalia Rodríguez Monroy, “gracias a esa renuncia temprana [la de darse a conocer] nuestra poeta, libre de toda atadura al imperativo social, crea una obra tan excepcional y renovadora como secreta”. Pero tal obra, insisto, es víctima de un formidable absurdo: en su clandestinidad, ha sido profusamente citada, interpretada, traducida y hasta imitada alrededor del mundo. Dickinson misma, que apenas puso un pie fuera de su casa en Amherst, Massachussets, y que en los últimos años ni siquiera abandonó su habitación, ha sido elevada a personaje central en diversos ensayos, novelas, películas, programas televisivos, obras teatrales y libros de poemas. Baste mencionar Mi Emily Dickinson (1985), ensayo de la también estadunidense Susan Howe; La bella de Amherst (1976), monólogo de William Luce protagonizado por Julie Harris durante su primer y exitoso montaje en Broadway; La hermana (2003), novela de la argentina Paola Kaufmann sobre la familia Dickinson y cuya narradora es Lavinia, hermana de la poeta; A Quiet Passion (2016), película del galés Terence Davies; Archivo Dickinson (2018), gabinete de curiosidades líricas de la también argentina María Negroni; y en México, las traducciones realizadas por Gilberto Owen, Rosario Castellanos o David Huerta, así como tres conjuntos de poemas: Amherst Suite (2010) de Alberto Blanco, Una forma escondida tras la puerta (2012) de Francisco Hernández y Cámara nupcial (2015) de Jorge Esquinca.
¿A qué se debe el equívoco protagonismo de una poeta que llegó a afirmar “¡Qué aburrido —ser — Alguien!”? Quizá al recelo disfrazado de admiración que provocan los cultivadores del anonimato en una época de nombres y apellidos artísticos, de celosa propiedad intelectual, de marquesinas y encabezados a ocho columnas, de trending topics y hashtags. La literatura moderna y contemporánea ha sido particularmente pródiga en dichos cultivadores. Sin embargo, Dickinson entraña una especial complejidad: no dejó de escribir, como Arthur Rimbaud o Juan Rulfo, ni cosechó la fama inmediata (e indeseable para él) de J. D. Salinger. Lo que Dickinson prefirió no hacer —parafraseando a Bartleby, el escribiente de Melville, patrono de la renuncia creativa— fue publicar. De ahí que en su obra no se observen fracturas, sino una impecable coherencia interior. Del primer al último poema, Dickinson jamás pensó en títulos, secciones o conjuntos, sino en las células numeradas de un organismo vivo. A su muerte dejó cuarenta volúmenes manuscritos como un diario sin fechas redactado en verso. Según Owen, “luego [de leer a la poeta] aprendemos cuán superficial y vana es nuestra búsqueda, si los datos reales de su biografía estaban, vivos y ardorosos, en sus poemas y en su epistolario”. Lo demás son hipótesis, franquicias del silencio.
Pero Dickinson, en el fondo de su buscado anonimato, deseaba dialogar —discretamente, si se quiere— con el mundo. Sus poemas no fueron concebidos para leerse en público, sino para entregarse a su lector imposible y póstumo. Si Dickinson no recibió carta a vuelta de correo fue porque su dirección era la misma que la de su incógnito destinatario.
Hernán Bravo Varela
280
I felt a Funeral, in my Brain,
And Mourners to and fro
Kept treading—treading—till it seemed
That Sense was breaking through—
And when they all were seated,
A Service, like a Drum—
Kept beating—beating—till I thought
My Mind was going numb—
And then I heard them lift a Box
And creak across my Soul
With those same Boots of Lead, again,
Then Space—began to toll,
As all the Heavens were a Bell,
And Being, but an Ear,
And I, and Silence, some strange Race
Wrecked, solitary, here—
And then a Plank in Reason, broke,
And I dropped down, and down—
And hit a World, at every plunge,
And Finished knowing—then—
280
Yo sentí un Funeral en mi Cerebro,
Y los Dolientes que iban y venían
Pisaban tanto — tanto — hasta que pareció
Irrumpir el Sentido —
Y cuando estaban todos ya sentados,
Como un Tambor, la Misa —
Sonaba tanto — tanto — hasta que Yo pensé
Que mi Mente se iba entumeciendo —
Y entonces los oí levantar un Cajón
Y su crujido atravesaba mi Alma
Con esas mismas Botas de Plomo, nuevamente,
Luego el Espacio — comenzó a doblar,
Como si fuera el Cielo una Campana,
Y el Ser, sólo un Oído,
Y Yo, con el Silencio, alguna Raza insólita
Náufraga, solitaria, aquí —
Y luego a la Razón se le rompió una Tabla,
Y Yo me desplomé, me desplomé —
Y choqué con un Mundo en cada zambullida,
Y Terminé de conocer — entonces —
419
We grow accustomed to the Dark—
When Light is put away—
As when the Neighbor holds the Lamp
To witness her Goodbye—
A Moment¾We uncertain step
For newness of the night—
Then—fit our Vision to the Dark—
And meet the Road—erect—
And so of larger—Darkness—
Those Evenings of the Brain—
When not a Moon disclose a sign—
Or Star—come out—within—
The Bravest—grope a little—
And sometimes hit a Tree
Directly in the Forehead—
But as they learn to see—
Either the Darkness alters—
Or something in the sight
Adjusts itself to Midnight—
And Life steps almost straight.
419
Nos habituamos a la Oscuridad —
Cuando la Luz se apaga —
Como cuando sostiene la Lámpara el Vecino
Y presencia la Despedida de ella —
Un Momento — pisamos titubeantes
Porque es nueva la noche —
Después — ya acostumbrada nuestra Vista a lo Oscuro —
Enfrentamos — erguidos — el Camino
Y lo mismo con más grandes — Tinieblas —
Esos Anocheceres del Cerebro —
Cuando no hay Luna que revele un signo —
O Astro — que surja — desde el interior —
Los más Audaces — van un poco a tientas —
Y a veces se golpean directamente contra
Un Árbol en la Frente —
Pero conforme aprenden a observar —
O bien la Oscuridad se modifica —
O algo en la mirada
Se adapta por sí solo a Medianoche —
Y da la Vida pasos casi rectos.
441
This is my letter to the World
That never wrote to Me—
The simple News that Nature told—
With tender Majesty
Her Message is committed
To Hands I cannot see—
For love of Her—Sweet—countrymen—
Judge tenderly—of Me
441
Ésta es mi carta al Mundo
Que nunca me escribió —
Las sencillas Noticias que la Naturaleza
Trajo — con Majestad benevolente
Entregó su Mensaje
En Manos que no veo —
Por Amor hacia Ella — Dulces — paisanos míos —
Juzguen mi caso — con benevolencia
505
I would not paint—a picture—
I’d rather be the One
Its bright impossibility
To dwell—delicious—on—
And wonder how the fingers feel
Who rare—celestial—stir—
Evokes so sweet a Torment—
Such sumptuous—Despair—
I would not talk, like Cornets—
I’d rather be the One
Raised softly to the Ceilings—
And out, and easy on—
Through Villages of Ether—
Myself endued Balloon
By but a lip of Metal—
The pier to my Pontoon—
Nor would I be a Poet—
It’s finer—own the Ear—
Enamored—impotent—content—
The License to revere,
A privilege so awful
What would the Dower be,
Had I the Art to stun myself
With Bolts of Melody!
505
No pintaría — un cuadro —
Prefiero ser La que
En su brillante imposibilidad
Se afligiera — de forma deleitosa —
Y preguntara qué sienten los dedos
Cuyo raro — celeste — movimiento
Evoca tan dulcísima Tortura —
Tanta y suntuosa — Desesperación —
Yo no hablaría, como las Cornetas —
Prefiero ser La que
Fuera alzada a los Techos suavemente —
Y afuera, para andar con lentitud —
Por Poblados de Éter —
Yo misma vuelta un Globo
Por un sencillo labio de Metal —
El muelle que conduce a mi Pontón —
Ni sería Poeta —
Mejor — tener Oído —
Obsequioso — impotente — satisfecho
La Licencia para reverenciar,
Un honor tan atroz,
¡Cuál sería la Dote
Si Yo tuviera el Arte de aturdirme
Con las Descargas de la Melodía!
712
Because I could not stop for Death—
He kindly stopped for me—
The Carriage held but just Ourselves—
And Immortality.
We slowly drove—He knew no haste
And I had put away
My labor and my leisure too,
For His Civility—
We passed the School, where Children strove
At Recess—in the Ring—
We passed the Fields of Gazing Grain—
We passed the Setting Sun—
Or rather—He passed us—
The Dews drew quivering and chill—
For only Gossamer, my Gown—
My Tippet—only Tulle—
We paused before a House that seemed
A Swelling of the Ground—
The Roof was scarcely visible—
The Cornice—in the Ground—
Since then—’tis Centuries—and yet
Feels shorter than the Day
I first surmised the Horses’ Heads
Were toward Eternity—
712
Ya que me fue imposible recoger a la Muerte —
Ella fue tan amable de recogerme a mí —
En el Carruaje íbamos solamente Nosotros —
Y la Inmortalidad.
Fuimos despacio — Ella no tenía prisa alguna
Y había Yo abandonado
Mi afán y mi reposo
En pago a su Atención —
Pasamos por la Escuela, ahí donde los Niños
Jugaban a la hora del Recreo — en el Patio —
Pasamos Sembradíos de Granos Expectantes —
Pasamos junto al Sol que se Ponía —
O mejor — Él pasó junto a Nosotros —
El Rocío cayó trémulo, helado —
Pues mi Vestido, solamente Gasa —
Y mi Tápalo — solamente Tul —
Paramos frente a una Casa que parecía
Una Protuberancia de la Tierra —
El Tejado era apenas evidente —
La Cornisa — en el Suelo —
Siglos ha — desde entonces — y aun así parecen
Más cortos que ese Día en que advertí
Por vez primera cómo los Caballos
Dirigían sus Cabezas hacia la Eternidad —