Este 2012 Historias de cronopios y de famas cumple cincuenta años de su publicación, y me cuesta un trabajo hercúleo creerlo o aceptarlo —como me cuesta creer que Cortázar naciera en 1914 (antes que mi abuela y antes incluso que su madre), que fuera el menos joven de los autores del boom, que el espacio sea infinito y que no baste con estar vivo para ser inmortal.