Tierra Adentro
Parque Morelos. Fotografía: Claudia Sandoval

 

Parque Morelos, territorio inhóspito. Hogar de oficinistas con vans que se creen superiores a los oficinistas con zapatos. Una banda de cretinos mexicanos de Los Ángeles que se cree superior a una banda de cretinos mexicanos de la Calzada. Misma entrañable mierda.

Allá voy pedaleando ya dos cuadras lejos de casa. Logré atravesar Angulo un matadero de transeúntes arrollados por la estampida de camiones grises y transportistas esclavizados. Pedaleo. Yo soy yo y mi Apache triciclo rojo con tres llantas y una caja de metal la Reina, mi perrita corriente, me acompaña     odia a niños y policías (no sabe lo que soy). Pedaleo.

Nada de lo que llevo me salvará la vida: un cuaderno con mi abuelo muerto dibujado y algunos recortes de hostias. Nada de lo que llevo me salvará la vida. Pedaleo.

Allá voy a través de San Diego hasta llegar al desierto de grava, afuera de la Cruz Roja. Me introduzco al parque. Pedaleo. Su centro es un espacio oscuro cielo tapiado de flechas todavía con hojas una pequeña cantina con borrachos que se miran pobres y un futbolito. Pedaleo. Ellos no son oficinistas. Pedaleo. Son desempleados, basureros, jardineros. Pedaleo. El mobiliario: animales de cemento cocodrilo, jirafa, elefante            uno que no reconozco. Dejo mi triciclo monto sobre ellos. Cuellos largos, cuellos tiesos, cuellos cansados de tumbar niños hambrientos por montón. Patas huesudas, abiertas de cabalgarles sus crujientes cabecitas de avellana crujientes cabecitas muertas de nenes olvidados en el IMSS, de nenes no adoptados por mi madre a pesar de sus preguntas sistemáticas.

¿Y vos querés un hermanito? Habría dicho mi madre sudamericana, pero no la mía —pequeña oficinista con zapatos.

Que dejaron a un niñito en los cuneros, decía.

Más de alguno habrá quedado con pupilas transparentes bajo lozas transparentes de plástico que otorga el seguro social gracias a los pagos tripartita.

Ojalá no hayan muerto. No aún.

Otros habrán llegado a montar este elefante bofo            de estómago agujereado (buen escondite) sin colmillos sin orejas memoria de pez

A estas bestias hay que saltarles al lomo y recorrerlas una y otra vez, día tras día, como si de eso dependiera no quedarse ahí por siempre, y convertirse en un oficinista con vans. ¡A trepar jirafas se ha dicho! A gatas por el lomo de lagartos y a rasparse.

Ahora grita el oficinista mayor, el gran jefe dice que baje pero no quiero está alto que baje o me baja dispara con su apuntador láser

Caigo sobre él y me llevo sus lentes de pasta al piso Reina ladra

Subo a mi triciclo y aúllo. Pedaleo. Aúllo como nunca lo haré de nuevo en 25 años. Pedaleo. El oficinista con vans me insulta y corre detrás blandiendo el puño, pedaleo, como en una mala traducción de Dostoievski, pedaleo. Su pie plano y pantalones apretados mis aliados. Pedaleo. Casi nos alcanza. Pedaleo. No miramos atrás. Pedaleo. Hay chamizos cruzándose en nuestro camino ruedas de plástico con figuras geométricas ensamblables para niños con edades de entre 12 y 23 meses de edad girando sin control. Pedaleo. No miramos atrás pero yo miro al lado. Pedaleo. En una banca, una pareja se besa. Pedaleo. No puedo dejar de mirar. Pedaleo. Los ojos cerrados, la mano de él escondida en la espalda de ella, el rostro de ella inexistente. Pedaleo. Todo es una nuca y cabello negro y espalda blanca y cuatro piernas. Pedaleo. Demasiado malo para ser mentira. Pedaleo. No puedo dejar de mirar. Pedaleo. Si no me volteo seré una niña atroz por siempre. Pedaleo. No puedo dejar de mirar. Pedaleo. Me acerco demasiado pedaleo     pedaleo     pedaleo

Apache se vuelca y caigo. La pareja voltea sorprendida y ríe. El oficinista se ha detenido y ríe aún más. Mi boca abierta rodilla sangrante cuaderno deshojado

Mis pies se contraen zapatos vuelan zapatos de piel de animal cimentado

Reina se come los recortes de hostias

Las tres llantas del triciclo giran en el aire y bajo ellas voy pequeño insecto que antes de morir da la última vuelta al parque patas al cielo.


Del libro Apache y otros poemas de transportes autoimpulsados, editorial Mono, 2013.

El parque Morelos. Fotografías de CLAUDIA SANDOVAL

 

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