Fin y Fin
En sus mejores momentos, las novelas de David Monteagudo son muy buena televisión; un buen elogio para estos tiempos que corren. Cuando apareció Fin (2009) los críticos se asombraron por la particular historia del autor —un obrero de una fábrica de cajas, que descubre su vocación literaria en su mediana edad— como por la prosa pulcra, atenta, que a media novela da un vuelco de lo que parecía una obre de teatro existencialista a un episodio que no le pide nada al mejor de Lost. Desafortunadamente, el efecto sorpresivo no fue tan afortunado en sus siguientes novelas Marcos Montes y Brañaganda, que si bien conservan esa prosa cuidada y rigurosa no tienen tramas tan fuertes y cuidadas como la de la primera novela. Su nuevo libro de relatos, El edificio (2012) publicado como casi todos sus libros en Acantilado, recupera mucho de la sorpresa y magnificencia de Fin.
Con David Monteagudo, mucho se comentó con la aparición de su primera novela, la editorial Acantilado había descubierto una mina de oro: un autor con calidad literaria pero con tramas de potencial para Hollywood, que atraen a una gran cantidad de lectores de todos los niveles de exigencia. Fin cuenta la historia de un grupo de amigos que se reúnen después de años de no haberse visto en una cabaña en el bosque. Como cabe esperar, las rencillas y los rencores de años no tardan en hacer su aparición. Uno de ellos no llega a la reunión. Sin embargo, de pronto, algo sucede que hará que las expectativas sobre esta reunión cambien por completo. Spoiler: Fin no es una novela de horror; este no es un refrito de Cabin in the Woods ni de Evil Dead, es algo mejor, más cercano a Borges o a Bioy Casares.
Desafortunadamente, la cinta adaptada de la novela de Monteagudo, también llamada Fin (Jorge Torregosa, 2012) es un despropósito que no logra ser ni fiel al original —cambia el final con resultados muy decepcionantes— ni presentar un ritmo o un lenguaje propiamente cinematográficos. El director no parece olvidar los guiños que, en apariencia, la novela tiene a la teleserie Lost y eso resulta evidente desde el póster de la película. Las comparaciones positivas terminan ahí. Si bien las actuaciones de Maribel Verdú, Daniel Grao y Clara Lago resultan cuando menos solventes, no son suficientes para sobreponerse a la flaca adaptación de la novela.
Este es un caso más en que es preferible leer la novela y evitar la película. Vale la pena, también, evitar Marcos Montes y lanzarse directamente a El edificio y a El hacha de piedra (2013) la última novela de David Monteagudo, publicada por el autor y disponible en exclusiva como libro electrónico.