Víctor Manuel Cárdenas in memoriam
A principios de agosto de 2017 murió Víctor Manuel Cárdenas, poeta de verdad. Nació en Colima, estudió historia y fue uno de los mejores poetas mexicanos de la generación de los cincuenta. Dirigió la revista Tierra Adentro de 2001 a 2007.
Fuimos muy amigos: es decir que platicamos mucho, comentando sobre todo literatura y el medio literario; nos emborrachamos muchas veces; nuestras familias se quisieron entre ellas; dormí en su casa y él durmió en la mía; manteníamos una conversación constante por teléfono y por email. Tengo en mi papelera de entrada un poema, «Zarigüeya», que Víctor estaba corrigiendo y del que me mandaba las sucesivas etapas constructivas.
Lo conocí en Tuxtla Gutiérrez en medio del calor endemoniado de la Casa de Cultura que comandaba Óscar Oliva. Víctor estaba en una mesa del vestíbulo con unos cinco niños a los cuales les daba un taller de poesía. Me llamó la atención su carcajada: amplia, fuerte, súbita, indetenible. Me acerqué para ver la causa del escándalo y la causa era una metáfora. Desde ahí comenzamos a conversar. Debe haber sido 1980, aproximadamente. Luego, una vez que lo corrió el gobierno de Chiapas, se refugió en mi casa y compartió la recámara de mi hija de cinco años. Se llamaban hermanos.
Siempre admiré la poesía de Víctor, que tuvo varias épocas, azules, verdes, grises, rojas: un periodo más experimental en los primeros libros; luego otro de versos amplios, tipo versículo a la manera de Cardenal, donde jugaba con los espacios blancos y la asimetría de los versos, narrativos y testimoniales; otro, de poemas tipo cuento, cerrados al final como se cierra la curvatura de un cuento; otro, en el que exploraba la historia de su Colima natal y de su árbol genealógico, restableciéndole una lógica poética. En todas sus épocas su poesía dio cabida a las voces de los otros: desde los testimonios de los indígenas reprimidos de sus libros de «crónicas», hasta los de Micaela (su abuela) y Bertha mira el infinito (que usa la voz de su madre), que fueron sus dos últimos o penúltimos libros.
En este espacio no puedo argumentar por qué, pero la poesía de Víctor Manuel trasciende el ámbito de nuestra literatura nacional y merece un lugar privilegiado en la de la lengua española. Es ya un clásico su poema breve que dice: «La poesía no cambia nada/ Es un espejo/ donde se mira/ el que cambia».
Decía Unamuno: «Que tus obras las hagan tus lectores». Si nosotros seguimos leyendo a Víctor Manuel Cárdenas él seguirá escribiendo.