Lina salió de la habitación a media noche y se apoyó unos segundos en el marco de la puerta, se frotaba los párpados como si se limpiara los residuos del sueño que acababa de tener: ella jugaba en el parque con otra niña de su misma edad, una morena que, de pronto, le aventaba un puñado de arena en la cara; la picazón en los ojos la había despertado.