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“El Estado opresor es un macho violador”, “ni una más, ni una asesinada más”, son los gritos de batalla acompañados por el latir de tambores —el pulso de cientos de mujeres congregadas—, así van llegando los contingentes a la avenida Venustiano Carranza, la calle que un instante antes era de color gris por la suciedad y los edificios de concreto, ahora se ha vuelto violeta con verde, también rosa, el rosa del reclamo colectivo por los crímenes impunes.